¿Nueva Constitución de derechos, humanista y solidaria?

por Sergio Canals L.

“¿Qué quimera es, pues, el hombre? ¡Qué novedad, que monstruo, qué caos, que sujeto de contradicción, qué prodigio! Juez de todas las cosas, imbécil gusano de tierra, depositario de la verdad, cloaca de incertidumbre y de error: gloria y desecho del universo. ¿Quién desentrañará esta maraña?” (Pascal). ¿La nueva Constitución? Obviamente no. Pero será su basamento.

Tenemos que sacar una Constitución que dure 150 años”, declara con entusiasmo e ingenuidad extrema el diputado Andrés Jouannet, miembro del futuro partido conservador de centro y centro izquierda Amarillos por Chile. Mientras, no hay acuerdos sobre los mecanismos de forma ni de fondo para la segunda etapa del nuevo proceso constitucional y el presidente Boric habla en la ONU del levantamiento social, la vulneración grave de los derechos humanos en la rebelión, y del proceso de la nueva Convención a través del rechazo del primer texto.

Pero, veamos. ¿Una nueva Constitución futuriza para los próximos ¿150 años? Quizás ya no existiremos. ¿Cómo imaginar la realidad de un siglo completo sujeto a un devenir azaroso, imprevisible y permanente?

Exigiría en primer lugar un esfuerzo antropológico reflexivo y crítico sobre el ser humano, como hombre y mujer, fundamentalmente ética política, que refleje su mundo, la sociedad y la cultura, de acuerdo con los signos de los tiempos en cambios desde un presente que recoge el pasado y nos lanza a través de una metamorfosis permanente (últimamente bastante catastrófica) hacia el futuro, plena de un sentido esperanzador.

En la columna pasada, iniciamos una revisión de pensadores como Achille Mbembe, profesor de filosofía, historia y ciencias políticas camerunés, y su propuesta para escapar de los efectos deletéreos generado por la estrecha superposición, hibridación y a veces fusión, entre el pensamiento económico, electrónico y biológico que reemplaza el mundo cualitativo por uno cuantitativo deshumanizador lleno de “brutalidades”. Frente a esta realidad transformadora técnica que “digitaliza la humanidad y humaniza los objetos y máquinas”, aboga por “una refundación de la comunidad humana en solidaridad con el conjunto de los seres vivos” pero, con la exigencia de “reparar antes lo dañado”.

Hoy veremos brevemente una síntesis de las propuestas que presenta el filósofo y sociólogo de la complejidad sistémica francés, Edgar Morin, en su libro “Cambiemos de Vía”, donde nos advierte que “el espectro de la muerte planea sobre la humanidad”.

A partir de las lecciones entregadas por la pandemia aún en curso y regresión, propone los desafíos del “Post coronavirus”: Existencial con su esfuerzo para mantener las iniciativas solidarias; frente a la Crisis Política y la posibilidad de mantener las aspiraciones reformadoras y transformadoras; de la Globalización en Crisis con la posibilidad de globalizar y des globalizar a la vez; de enfrentar las crisis de las Democracias y las restricciones de la libertad donde se evidencian nacionalismos xenófobos y agresivos en medio de corrupción, populismos y demagogia prometiendo una seguridad imposible; el desafío digital con su extremo poder de control social, ético y político; el desafío de la preservación ecológico; el desafío de la crisis Económica para reducir el poder del hiper capitalismo y reducir las enormes brechas de desigualdades; el desafío frente a las incertidumbres manteniendo un impulso saludable a la cooperación solidaria; y por último el desafío frente a regresiones intelectuales, morales, belicistas, y de la democracia.

Más que un nuevo proyecto de sociedad, nos propones una “Nueva Vía” con “ideas guías” y propuestas de “transformación” con políticas de la nación, de la civilización, de la humanidad, de la tierra, y un “humanismo regenerado”, enfatizando en la necesidad de una democracia fuertemente participativa, donde existan “consejos” de Ecología, del Futuro, de las Edades, con Consejos Municipales Diversos de ciudadanos enmarcados en una Eco política.

Termina enfatizando la necesidad de “reformar el pensamiento reformador” a partir de la necesidad de mantener el dominio de la solidaridad, el rechazo al dominio del afán de lucro, la fuente libertaria dirigida al bien en la realización y autonomía plena del individuo, y el acento en la fraternidad de las relaciones humanas, todo esto enmarcado en política de reeducación de la educación en una política de la solidaridad y de reducción de las desigualdades que protejan los pueblos primeros.

Finalmente, ¿su imperativo de “reforma personal y “revitalización ética” fundamentales en la búsqueda del Bien Común?

Saber según el pensamiento complejo, pensar según la razón sensible, actuar según imperativo ético de la responsabilidad/solidaridad, y vivir según la necesidad poética del amor de comunión y encantamiento estético”.

Menuda tarea que le espera a los nuevos convencionales elegidos por el pueblo ciudadano.

“Si no esperas lo inesperado, no lo encontrarás” (Heráclito).

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