Otras fuentes de poder

por Mario Valdivia

Si el poder del estado nacional es cada vez más pequeño en relación con otras formas de poder globales, la democracia, entendida como control popular de ese poder, es un juego cada vez menos potente. Seguramente por eso el interés en ella decae en todas partes. Aburre, se reduce la participación política, crece el interés por poderes efectivos, como el poder armado de la delincuencia, las credenciales tecnológicas internacionales, las identidades internacionales en la ciencia, los deportes, las expresiones culturales, las redes digitales, el emprendimiento y la inversión a escala global… Las mejores, más energéticas y comprometidas entre nosotros le dan la espalda.    

Si el propósito fundamental de la democracia consiste en poner el poder en manos de todos, quizás se deba apostar a democratizar otras formas de poder, que no sean el poder de hacer leyes y administrar el aparato estatal. De acuerdo con la interpretación clásica del poder social, el poder económico y el poder de las prácticas interpretativas.

Democratizar el poder económico consiste, antes de nada, en masificar una educación con estándares globales. Permitir a todos las jóvenes acceder a credenciales educacionales que les abran todas las puertas internacionales. Y no solamente credenciales, también las habilidades interpretativas y prácticas que son necesarias para desempeñarse con ventaja en el mundo económico-tecnológico global. Crear escuela y tradiciones en cualquier campo, ciencia, deportes de interés global, expresiones culturales. El punto es masificar el poder económico. Mirado con estos ojos, lo que ha ocurrido con nuestra educación no tiene nombre. Nuestra política educacional ha sido punto menos que criminal, tildarla de antidemocrática, que lo es esencialmente, es poco. Tanto la entrega a municipios condenados a reproducir desigualdades sin fundamento democrático, como la entrega a instituciones regionales sin poder ni competencias. Me permito la ácida crítica, comiéndomela plenamente como autocrítica. 

Democratizar la capacidad de crear prácticas y narrativas que produzcan identidades internacionales valiosas, atractivas e influyentes. En esta materia, hemos estado presos todos de narrativas y prácticas (neo) liberales que dejan estas capacidades al desarrollo espontáneo de los individuos. 

Para muestra un botón de que esta capacidad se puede crear socialmente: Costa Rica. Los ticos convirtieron su geografía y sus faunas, gracias a narrativas y prácticas adquiridas masivamente, en el principal aportador al PIB. Y no se crea que sus bosques son de tamaño amazónico ni su fauna es mastodóntica. No, simples monitos, perezositos, ranitas, uno que otro caimán, un lejano quetzal si hay suerte, y bosques protegidos pequeños en un territorio nacional minúsculo. “Pura vida” saludan con la familiar cercanía de ser todos humanos, taxistas siempre dispuestos a educar a los turistas sobre su medio ambiente. Y métale cobrar como permite la narrativa a gringos, europeos y orientales que meten con gusto la mano en la billetera. Da no sé qué comparar con la marca país de Chile, inerte, desconocida, desapegada, a lo más descriptiva. Nadie sabe cómo aportar a ella, cómo convertirse en la identidad que anuncia.  

¿Cómo se inventa una práctica democrática dedicada a crear y distribuir masivamente poder real?No sé, aunque más vale que la cachemos. Insistir en el poder del estado, sus leyes y sus ministerios, nos lleva paso a paso a desastres como los que se dejan ver en muchos lados. Y quizás, posiblemente, masificando democráticamente el acceso al poder donde se crea realmente, podamos recuperar poder para el estado, similar al que tuvo en algún momento.   

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