La historia política reciente del pueblo vasco, una visión crítica de la misma, debiera ser tema obligado de enseñanza para cualquier persona que quiera dedicarse a la política. Aquel dirigente, más aún si es de izquierda, que no hubiese aprobado convenientemente ese curso básico que podría llamarse “Violencia en el País Vasco”, debiera retirarse por un tiempo, volver a la escuela de cuadros, leer bien la novela Patria de Aramburu y, ahora, sumarle el reciente libro del periodista Jon Sistiaga, de hecho, el primero suyo de ficción, titulado Purgatorio (Plaza & Janés, 2022).
¿Por qué afirmo lo de estudiar la historia de los vascos? Al menos para mí, durante mucho tiempo las historias que nos llegaban desde ese lugar del mundo tenían que ver con atentados, marchas, secuestros, impuestos revolucionarios, represión, ilegalidades del estado, cárceles. Aparecían las noticias en la prensa, le echábamos un ojo, y nunca terminábamos de enterarnos acerca de cómo transcurría la vida por esos territorios. Teníamos la idea vaga de una lucha justa por la independencia de un pueblo sometido al dominio de España (y antes, seguro, a los bárbaros, romanos, musulmanes y cuánto pueblo ocupó la península ibérica durante milenios). Esa lucha era doblemente justa ya que el franquismo había transformado el sentido unitario de España en el argumento preferido para la dominación brutal de la dictadura instalada por Franco, tiempos en que incluso se prohibían las lenguas originarias en las diversas comunidades. Tras la muerte del dictador y la instalación de la nueva democracia, mucho de todo aquello cambió en términos de la realidad (se gestaron las autonomías y se reconocieron buena parte de los derechos ancestrales de sus pueblos).
Sin embargo, la “guerra” siguió por muchos años, con un balance de muertos y víctimas escalofriante para una democracia “europea”. Jon Sistiaga, periodista que ha cubierto a la lo largo de las últimas décadas varios de los principales conflictos políticos y nacionalistas en el mundo, explica que “Euskadi fue durante 50 años una anomalía ética en la Europa del siglo XX, un lugar donde disfrutábamos de los créditos de la UE, pero se permitía o aplaudía que se asesinara por pensar de manera diferente”. Es esta la anomalía en la que indaga su primera novela, Purgatorio, publicada este año. ¿Cómo se llegó a instalar, a partir de la justificación ideológica y nacionalista, la idea de que ejercer la violencia terrorista era un método legítimo para alcanzar el poder político? Sistiaga se apoya en un conocimiento profundo de la realidad vasca. El mismo es vasco y ha entrevistado, On y Off the record, a muchos de los actores del enfrentamiento entre la ETA y los representantes del estado español. Habló con asesinos, policías, terroristas, torturadores, agentes encubiertos, etc. Y también entrevistó a las dirigencias, a quienes elaboraban los argumentos políticos para justificar sus acciones. Y a quienes estuvieron en la cárcel por sus crímenes, ya sean de ETA o de los grupos a cargo de la guerra sucia. Y de esta forma, en la novela logra plasmarse una historia creíble y verosímil. La historia de un secuestro revolucionario cuyo desenlace es un asesinato ejemplar, para que nadie piense que no debe pagarse el tributo impuesto por la organización nacionalista. En ella encuentran lugar los secuestradores (una pareja de jóvenes etarras debutantes en las lides del crimen), un empresario vasco de toda la vida que se resiste a pagar y ayudar a financiar con esos dineros las acciones de ETA, una hija que el asesinato de su padre le marcó la vida. Todo esto contado con tal nivel de detalles que por momentos parece un reportaje minucioso basado en hechos reales. Y en cierto sentido lo es, ya que la historia contada por Sistiaga podría haber sido una cualquiera de las muchas que ocurrieron durante esos años.
Lo interesante del texto, sin embargo, no está en la verosimilitud de lo narrado y su sólida relación con la realidad. Lo que captura y aporta a una nueva mirada sobre el tema del terrorismo y la violencia en política, es la inclusión de tres tipos de personajes que se encuentran en una posición diferente: uno, el verdadero protagonista de esta historia, un ex asesino o un asesino arrepentido; el otro, un viejo comisario de la policía que estuvo al frente de las pesquisas de un crimen que no pudo resolver, a pesar de haber utilizado en su investigación los métodos más brutales heredados de la policía franquista (torturas); y los terceros, una triada de altos dirigentes de ETA que lograron pasar inadvertidos durante la época más álgida de la acción directa y sobrevivieron a la disolución de la organización, viviendo en una clandestinidad “dorada” mientras que muchos de aquellos militantes a los que ordenaban asesinar tuvieron que purgar décadas de cárcel o, lisa y llanamente, murieron en combate. Al penetrar en el mundo de estos personajes, la novela se instala en una discusión de orden ético, que cuestiona a las dirigencias de organizaciones políticas que fundamentan y optan por usar la violencia como mecanismo para alcanzar el poder, y a los organismos del estado que, en función de un discurso sustentado en la necesidad de defender la democracia y la libertad de las personas, exceden cualquier límite en el uso de esa misma violencia contra los “terroristas”. Y esos problemas ya no son solamente de los vascos, o de esos momentos de la historia, sino que aparecen en diversas latitudes y distintas épocas.
En Facebook y otras redes (me imagino) ha circulado un texto que se le atribuye a Umberto Eco. Lo digo porque a mí no me consta. Sin embargo, su sentido me parece de la mayor pertinencia para hablar de un libro como Purgatorio. Dice esta publicación: “Témele a los profetas y a aquellos que están listo para morir por la verdad, ya que como regla general hacen morir a muchos otros con ellos, frecuentemente antes que ellos, y a veces en lugar de ellos”. En uno de los diálogos entre el Poeta, que es el asesino arrepentido, y Askarate, el industrial que fue secuestrado y será asesinado, este último le dice lo siguiente: “Te mintieron, Poeta. Te van a robar tus mejores años con sueños melancólicos. Con historias inventadas de héroes y patrias antiguas. Pero solo vas a ser otro más en el montón del sacrificio. Otro mártir que ofrecer al dios de las identidades”. Y en este escenario está el gran aprendizaje. ¿Cuánto se justifica el sacrificio de los mártires islamistas? ¿Qué sustenta las décadas de guerrillas en las selvas de América latina? ¿Cómo puede el discurso nacionalista ruso conducir a una guerra que, como todas, se sabe cuándo empezó, pero no se tiene idea de cuándo termina? Entre tanto, en ese largo y ancho páramo que hay entre las grandes ideas redentoras del tipo que sea y la concreción en los respectivos paraísos soñados, lo que va quedando es un reguero de vidas truncadas, de esperanzas nunca concretadas, de sueños traicionados.
Los dirigentes políticos y sociales, que son fundamentales para canalizar la representación efectiva de la ciudadanía, debieran leer este libro, estudiar los procesos sociales que han terminado en guerras abiertas o a pequeña escala, y evaluar cuán efectivas han sido en el logro de sus objetivos y si los costos de las mismas tuvieron sentido, más allá de ajustarse a una buena idea. Son las preguntas necesarias cuando se viven tiempos de fuertes confrontaciones, donde la idea de resolver los temas derrotando al adversario, al costo que sea, puede ser tentadora.
1 comment
No queda claro si el autor goza de una ignorancia supina, o simplemente no es más que un cómplice de las políticas aplicadas en las últimas décadas en Euskadi.
“Olvida o prefiere olvidar” al gobierno socialista que organizó secuestros, torturas, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones de víctimas de la guerra sucia.
Seguramente prefiere aplaudir a Mr. X.