Sin duda, no tengo las competencias para hablar del tema “previsión social” o “administración de fondos”, por lo tanto, es razonable que el lector pase por alto estas líneas. No pretendo ofrecer una alternativa “técnica” que garantice las soñadas pensiones ni el modelo perfecto para que los ahorros de los chilenos ayuden a un crecimiento económico que, alguna vez, traiga niveles plenamente dignos de vida a todos los chilenos. Después de una década y media y dos proyectos de reforma de pensiones abortados, es imperdonable que las discusiones reales no se pongan sobre la mesa del sistema político y este no sea capaz de resolver.
Desde que se empezó a discutir ante la evidencia de las pensiones paupérrimas que el sistema otorgaba, su necesidad de cambio, siempre creí que el problema de fondo no eran las “AFP´s” en sí mismas, sino que la dificultad estribaba en la concepción ideológica del sistema que nos rige desde los tiempos de la dictadura. Me refiero a la idea de que la generación del ahorro para sustentar las pensiones es una responsabilidad cien por ciento individual y que, por lo tanto, el resultado final (jubilación digna) estará supeditado a las diferentes capacidades de ahorro que tengan las personas. De esta forma, la gestión eficiente de los fondos de pensiones permitiría que la rentabilidad de los mismos incrementara de forma significativa el ahorro personal y se pudieran otorgar, al cabo de la vida de un trabajador, una pensión suficiente para la vejez. De paso, este ahorro permitiría el robustecimiento consistente de un mercado de capitales interno para financiar inversión de largo plazo y, con ello, tener crecimiento económico.
Si miramos la realidad fuera de las trincheras, seguramente podríamos coincidir en que algunas de estas presunciones se han cumplido. Parece que efectivamente la mayor parte del ahorro asociado a los fondos disponibles de cada trabajador se genera por la gestión de los mismos. Se habla de una relación 80 / 20, es decir, el 80% corresponde a rentabilidad y un 20% al ahorro nominal. Si es así, bien por las AFP´s: tienen un punto y pueden anotarse una estrellita. ¿Este hecho es discutible? Me cuesta imaginar que economistas conocedores del tema y sus competencias, no puedan dirimir frente a los ciudadanos si este dato es real o una fake news. Porque si la respuesta es afirmativa, ya tendríamos un buen trecho avanzado. Si actuáramos de buena fe, debiéramos asegurarnos que los ahorros para la previsión fuesen siempre rentables y tendríamos que imaginar el mejor sistema posible para garantizar dichas rentabilidades.
Entonces, sigamos con nuestro ejercicio de buena fe. Si le pidiéramos a nuestra izquierda que admitiera que el problema principal de las pensiones no son las AFP´s, debiéramos pedirle a la derecha que de buena fe entremos a analizar las causas que explican, después de cuatro décadas, que haya jubilaciones paupérrimas para la gran mayoría de los jubilados y ganancias máximas para las gestoras de los fondos. Y hay explicaciones razonables: vivimos más, cotizamos menos porque tenemos muchas lagunas y la tasa de ahorro es baja. En esto, tal vez nuestras derechas e izquierdas también podrían estar de acuerdo. Sobre el aumento de las expectativas de vida hay poco que hacer, más allá de subir la edad de jubilación, lo que no le gusta a nadie. Sobre la tasa de ahorro, al parecer sí podemos actuar: llevamos años discutiendo sobre el famoso 6%. Hasta aquí, todo bien. (¿Para qué nos habremos tomado tanto tiempo intentando resolver algo que parece tan sencillo?).
Ese número mágico, el 6%, hasta ahora despierta pleno consenso, así como que deben pagarlo los empleadores. Pero ¿qué hacemos con las lagunas laborales, los períodos de desempleo, los tiempos asignados al cuidado en la familia que limitan las capacidades de ahorro de las personas y, en algunos casos, especialmente de las mujeres? Aquí las respuestas se hacen más complicadas y aparece la madre del cordero. Cuando la derecha sostiene que el 6% debe ir entero a la capitalización individual, está diciendo implícitamente dos cosas: una, la de buena fe, es que algún día el crecimiento del país será tan extraordinario, que los ahorros individuales por si solos se volverán suficientes y la jubilación dependerá exclusivamente de la responsabilidad de cada ciudadano para ahorrar; y dos, que, si eso no ocurre o se toma algunas décadas más en hacerse realidad, no es un problema público, del estado, de todos los chilenos, sino estrictamente de cada uno. Capitalización individual y cada cual a rascarse con sus propias uñas. El problema es que, para sustentar estos argumentos, los escenarios futuros son improbables. Chile tendría que tener una tasa de crecimiento muy elevada y muy sostenida en el tiempo (los economistas podrían decirnos de qué orden exactamente y cuánto tiempo tomaría alcanzar los niveles satisfactorios) como para que, dentro de algunas décadas más, se empiecen a generar esas soñadas jubilaciones dignas para la mayoría. Las izquierdas saben. Pero, vaya paradoja, esa misma derecha tampoco está dispuesta a subir los impuestos en las magnitudes que se requeriría. O sea, es como el perro tan conocido: no come ni deja comer. Queda la sensación de que a la derecha este tema de las jubilaciones no le quita el sueño.
Es bien triste esta lógica porque niega de antemano la disposición generosa y solidaria que pudiese existir entre los chilenos. A priori asume que la mayoría de los chilenos no desea contribuir solidaria y humanamente al bienestar de nuestros jubilados. Y por aquí nos vamos acercando a la madre del cordero.
¿Podemos tener un sistema de previsión social solidario, donde los que tenemos más contribuyamos para mejorar la jubilación de los que tienen menos? Creo que lo más relevante del actual proyecto (y posiblemente de los dos anteriores presentados por la Concertación) es apostar por la responsabilidad del estado de Chile, con el apoyo de sus ciudadanos, para resolver una situación en la cual todos estamos de acuerdo: Chile no es capaz de garantizar a sus viejos y viejas una vejez digna. ¿Cómo hacerlo? Hay miradas diferentes, es cierto. Pero al parecer todo indica que los mejoramientos debieran provenir de una contribución tripartita: trabajadores, empleadores y estado. Si es así, al parecer la discusión está en la vía en que el estado se hace cargo. O es, como propone el gobierno, creando un seguro social que equilibra los desajustes sistémicos (lagunas, trabajo no pagado, informalidad) con parte del aumento de la cotización (el famoso 6%) que se suma a una PGU potenciada y financiada con impuestos generales. O lo hacemos como quiere la derecha, dejamos intacto el sistema de capitalización individual y la gestión de las AFP´s, y aumentamos en varios puntos la tasa de impuestos.
¿Estará dispuesta la derecha a hacerlo? Mi impresión –y asumo mi propio sesgo político ideológico- es que harán todo lo posible por trabar esta reforma y ojalá desbancarla. Hablarán de la propiedad individual, de la ineficiencia del estado, de los problemas técnicos, etc. Se apoyarán en lo que sostuvieron los patrocinadores y seguidores de la política de los “retiros” (muchos de los cuales, lamentablemente, hoy son gobierno) para alertar sobre los afanes expropiatorios. Les sacarán en cara que ayer no más estuvieron dispuestos a desfondar los ahorros previsionales. Dirán lo que sea, con tal de no transar el principio de tener una “capitalización individual” al cien por ciento.
Para mí, el tema es si optamos por la solidaridad o por el individualismo a ultranza. Y en este aspecto, me parece que a la derecha no le interesa la solidaridad: esa es la verdad de la milanesa. Ojalá me equivoque.
1 comment
Muy buena columna, laa hipótesis y la conclusión. Ojalá te equivoques, nos equivoquemos las y los descreídos, y que surja del sombrero el conejo de la suerte.