La desigual y terrible Guerra de la Triple Alianza (Argentina, Uruguay y Brasil), también llamada guerra Guazú o Guerra grande, se desarrolló entre 1864 y 1870 contra Paraguay, y fue una guerra desigual, la más sangrienta de las guerras ocurridas en sudamérica que diezmó la población del Paraguay de tal forma que, al término de la guerra había perdido un poco más del 50% de su población, pero el 70% de los varones.
Residenta es una palabra muy curiosa que solo se utiliza y se acepta dentro de las fronteras del Paraguay y que probablemente tiene su origen en el hecho de que cuando las mujeres debían ser trasladadas de un pueblo a otro durante la Guerra del Guazú, cambiaban el término “residente” por “residenta”.
Lo cierto es que durante la terrible y desigual Guerra de la Triple Alianza entre 1864 y 1870, debido a la tremenda presión de las tropas enemigas, Paraguay se vio en la necesidad de evacuar numerosas ciudades hacia puntos al norte del país.
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Así, las mujeres denominadas Residentas, fueron las peregrinas que ya tenían distintos destinos fijados y cuya principal misión era trabajar como soldadas en los campos de labranza. Estas mujeres se trasladaban con sus hijos e hijas y cuando llegaban al pueblo de destino, se organizaban para trabajar los campos e hilar algodón. Como se podrá imaginar, las condiciones de vida para estas familias eran durísimas y la mayoría pasó hambre y sufrieron los mayores rigores de la guerra.
A las mujeres de la Residenta, heroínas del
dolor y de la esperanza, sus manos y sus
vientres lograron la resurrección del
Paraguay.
Francisca Manuela (Pancha) Garmendia nació un día de 1827 o 1829, en eso los historiadores no se ponen de acuerdo. Pero en lo que sí hay certeza es que su padre fue don Juan Francisco Garmendia, un español muy respetado por su honradez y buen trato, pero dado que el Doctor Francia declarado anti españolista, exigía reiteradas y arbitrarias multas le aplicó a él y otros españoles una muy exagerada, dando 24 horas de plazo para pagarla, Garmendia fue incapaz de reunir esa suma a pesar de vender todos sus bienes y fue fusilado por orden del doctor, o como lo llamaban los paraguayos de su época, Karai Guasu (Gran señor en guaraní), también, hay que decirlo, gestor de la independencia del Paraguay.
Francisca, Pancha Garmendia era aún muy niña y su madre, Dolores Duarte, paraguaya junto a sus dos hermanos mayores, Diego y Francisco, conocieron así la miseria. Dolores, muy debilitada por la tristeza de haberse quedado viuda y también por la pobreza, enferma y muere al poco tiempo, dejando a sus hijos huérfanos y en el más absoluto desamparo. Afortunadamente, un matrimonio amigo y como el de sus padres formado por un español (José de Barrios) y una paraguaya (Manuela Díaz de Bedoya), quizás por solidaridad con sus amigos muertos, adoptan a los tres hermanos y se encargan de su educación.
Francisca, como en las grandes tragedias, fue bendecida con múltiples dones físicos e intelectuales. Se desarrolló como una deslumbrante joven que a los 15 años llegó a ser considerada la más bella del Paraguay. Y, es aquella belleza que empieza su trágica historia ya que enamoró al hijo del presidente Carlos Antonio López: Francisco Solano López, el futuro conductor del Paraguay en la Gran Guerra y quien empezó a cortejarla intentando convertirla en su amante, nunca su esposa porque López, a pesar de a lo largo de su vida tener varias parejas oficiales y varios hijos, nunca se casó con alguna, incluida Elisa Lynch que al parecer fue el amor de su vida y a quien le reconoció como suyos todos los hijos que tuvieron en su larga relación.
«Decíase que jamás pudo doblegar su resistencia desde que aquella solicitud de amores no llevaba fines honestos y la Pancha estimaba muy en mucho, arriba de todo, su rara y eminente virtud de pureza intangible», decía Fidel Maíz, sacerdote de Arroyos y Esteros.
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Pancha se convirtió así en una joven de gran hermosura y fue ese atributo la causa de todas las desgracias de su vida porque, como dijimos, Solano López, encandilado por su belleza, le propuso noviazgo, pero Pancha lo rechazó reiteradamente. El principal motivo fue que a Pancha le gustaba un joven de nombre Pedro “Perico” Egusquiza que, como Solano López, era militar. Solano López estaba tan entusiasmado con ella que le escribió y dedicó un poema que tituló, sin gran imaginación, pero con la esperanza de conquistarla, “A Pancha Garmendia en 1850”. También se dice, que en las tardes le cantaba serenatas a la luz de la luna.
Bella, de tez blanca y cabellera muy negra, rostro ovalado, cejas bien pobladas, de espigado cuerpo y buena educación, frecuentaba el mismo círculo social del coronel Francisco “Pancho” Solano López.
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Solano López no perdonó el rechazo y confinó a uno de sus hermanos y al hombre que amaba a lugares remotos del país. Pero como temple era lo que menos le faltaba a Pancha, esta continuó con su vida y perdió el contacto con Francisco hasta que, durante la Guerra de la Triple Alianza ella, convertida en Residenta, fue acusada de participar en una conspiración para asesinarlo.
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El trabajo de estas mujeres era sostener la guerra, cumpliendo tareas en las chacras con un régimen estricto para proveer a los soldados en el frente, y muchas se mantuvieron así desde 1866 hasta la finalización de la contienda…
Pasó así a ser parte de las Destinadas, que eran aquellas mujeres que tenían esposos, familia o eran ellas mismas consideradas traidoras u opositoras al gobierno de López. Estas mujeres eran apartadas de las demás y obligadas a vivir en las afueras de los poblados. No se les daba agua ni comida, ellas mismas debían buscar la manera de subsistir por su cuenta, generalmente trabajando la tierra, cazando o recolectando, eran prácticamente «prisioneras al aire libre«, escoltadas siempre por guardias que eran soldados del ejército paraguayo.
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Pancha, se vio envuelta sin querer, porque muchos de sus familiares y también algunos de Solano López fueron vinculados a un complot para envenenar al Mariscal. Nunca se ha podido comprobar si este complot existió o no, pero fue la causa de lo que se ha llamado los Tribunales de sangre, uno de los capítulos más oscuros de la época. En este marco, Solano López se habría reencontrado con Pancha ya viviendo como Destinada y la habría invitado a cenar junto a Elisa Lynch. La atendió bien y le dio de comer ese día y ladinamente le habría planteado que la perdonaría si confesaba lo ocurrido y delataba a otros presuntos complotados. Ella habría negado su participación, y también a implicar a inocentes en el tema. Pero al parecer, todavía guardando rencor por el pasado, Solano López ordenó la siguieran presionando y torturando hasta que Pancha admitió que todo lo que se le imputaba era cierto.
«El coronel Aveiro afirma que al fin lloró y dijo que todo lo que se le preguntaba era cierto», Fidel Maíz.
Entonces, cuando la guerra avanzaba hacia su trágico final y ya el ejército estaba mayoritariamente compuesto por niños de entre 12 y 14 años y apenas tres meses antes de la muerte de Solano López, Pancha pasó a caminar junto a otras Destinadas en terribles condiciones, sin comida y con maltratos permanentes más de 200 kilómetros por la espesa selva. A través del recorrido fueron azotadas y humilladas hasta que Pancha -también las demás- se convirtió en algo parecido a un espectro humano que fue lanceada hasta morir un 11 de diciembre de 1869.
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«Pancha Garmendia convertida en un “ecce homo” (“éste es el hombre”), a causa de las heridas ulceradas que presentaba su cuerpo desde la región cervical hasta las nalgas, por los azotes que, a corto intervalo, recibía de día y de noche, durante su prisión, envuelta únicamente con una sábana de lienzo criollo, toda sucia y manchada de la sangre vertida con la cabellera suelta y desgreñada apenas podía andar de pies y manos. A sus verdugos no le dio gran trabajo para ultimarla, pues apenas la tocaron con las puntas de sus lanzas, cayó completamente inerte»…Mary Monte de López Moreira)
Pero Pancha Garmendia, a pesar de que los defensores del Mariscal intentaron borrarla de la historia porque defender su calvario no es posible, no pasó a ser una heroína olvidada. El pueblo paraguayo sigue dando testimonio de amor y admiración por ella a través de cantos y relatos recogidos de los labios de los ciudadanos y también de documentos históricos encontrados. Pancha no es una heroína olvidada.
“Pancha Garmendia es también la protesta contra la tiranía. Mientras todo un pueblo permanecía encorvado bajo el yugo del déspota, la tímida paloma, que huía ante el cazador tenaz, desafiaba su furor lascivo optando por el sacrificio de su vida antes que el de su honra” Cecilio Báez