Hay sinos particularmente trágicos y Paul Celan e Ingeborg Bachman, considerados los mejores poetas de la post Guerra, nacieron en bandos opuestos, enemigos declarados, en una época signada por la tragedia y el horror de la Segunda Guerra mundial que les tocó enfrentar en su adolescencia y juventud marcando, indudablemente su creación poética
Paul Pésaj Ancel, Paul Celan, (Celan es anagrama de Ancel, su apellido en rumano) nació en 1920 en el seno de una familia judía de Czernowitz, entonces Rumania, y a partir de 1944, Ucrania.
Fue educado como sionista, pero luego de su Benei Mitzvá lo abandona para militar en organizaciones socialistas judías y apoyar la causa de la República en la Guerra civil Española. Inició estudios de medicina en Francia, pero los abandonó para retornar a Rumania a estudiar literatura y lenguas románicas. Para 1941 los nazis ocuparon la región y agruparon a los judíos en guetos, mientras Paul seguía estudiando. Pero en 1942 sus padres fueron deportados a campos de concentración alemanes y Paul fue recluido en un campo de trabajo en Moldavia. Paul Celan tuvo la fortuna de sobrevivir, pero sus padres murieron en los campos de exterminio. Estos hechos marcaron fuertemente su personalidad y poesía,
Ingeborg Bachmann nació en 1925, en Klagenfurt, region de Carintia en Austria y su padre, un profesor de educación secundaria se afilió temprana y entusiastamente al nazismo…a los doce años, Ingeborg lo acompañaba a ver los desfiles nazis por las calles de la ciudad. Sin duda alguna, Paul e Ingeborg venían desde vidas en extremo opuestas.

Al ser liberado en 1944, Celan partió a Bucarest donde trabajó en una editorial hasta que logró abandonar Rumania en 1947 para viajar a Viena donde publicó su primer libro, Der Sand aus den Urnen.
Paul e Ingeborg, que intentaba dejar atrás el legado de su padre, estudiaba filosofía y comenzaba apenas su camino de poeta buscando un lugar en la sociedad literaria vienesa de posguerra, se encontraron un día de la primavera de 1948, en Viena a orillas del Danubio (como en un cuento clásico de romance). Ingeborg tenía apenas 21 años. Paul era un poco mayor, con 27 años cargaba sobre sus hombros y en la mente la imborrable tristeza de las tragedias vividas.
Este encuentro marcó el inicio de una apasionada y fascinante relación de estas dos mentes privilegiadas que con altos y bajos duraría todas sus cortas vidas. Quienes han sido considerados los poetas más importantes de habla Alemana del siglo XX, cruzaron sus miradas y ese encuentro fue la cumbre de la felicidad, creación, amor y poesía que no se repetiría.
“Cuando te encontré fuiste ambas cosas para mí: lo sensual y lo intelectual, carta de Paul a Ingeborg

Fueron dos meses de pasión y luego comenzó la correspondencia con En Egipto, un poema de Celan dedicado a Bachmann, la joven poeta en cierne, en junio del ’48. La respuesta de la poeta llegará solo en la navidad de ese año, casi seis meses después de la carta de Celan. Pero el epistolario a lo largo del tiempo sería uno de los más apasionados que se ha conocido.
Hoy te quiero, y te tengo tan presente. Quiero decírtelo sin falta (entonces muchas veces no lo hice). Ingeborg a Paul
La sucesión de cartas, pocas entre 1948 y 1952, está marcada por la tentativa desesperada de repensar lo que fue. Por volver a revivir una relación después de la sucesivas separaciones siempre entendidas como definitivas. Aquellas pocas semanas compartidas en Viena serán siempre el punto de referencia a pesar del tiempo, la distancia y de que no puedan repetirse, quedando finalmente solo la amistad entre ellos.

¿Pero somos solamente los soñados? ¿Y no es que siempre ha tenido lugar un agregado, que estamos ya desesperados en la vida, también ahora, cuando nos parece que lo importante sería dar un paso, hacia afuera, hacia el otro lado, juntos? De Ingeborg Bachmann a Paul Celan, carta del 28 de octubre de 1957.
En 1952, estando ya en Francia, Paul Celan conoce a Gisèle Celan-Lestrange, que pronto será su esposa y la madre de su hijo Eric y que soportaría estoicamente a lo largo de su matrimonio, la infidelidad, las confidencias y el epistolario entre Ingeborg y Paul.

¿Sabes, Ingeborg, por qué te escribí tan poco durante este último año? No sólo porque París me empujó a un silencio terrible del que no podía salir, sino también porque no sabía qué piensas sobre aquellas pocas semanas en Viena. (…) ¿Cuán lejos o cuán cerca estás, Ingeborg? Dímelo, para que yo sea si cierras los ojos si ahora te beso. Paul a Ingeborg
En todo caso, la relación entre Paul Celan y Gisèle Lestrange fue crucial en la vida del poeta, porque marcó una etapa de estabilidad emocional y artística a pesar de sus altibajos.
Gisèle fue un pilar importante para Celan durante algunos de los momentos más oscuros de su vida, mientras luchaba con depresiones recurrentes y el peso de su pasado traumático durante el Holocausto.
Dos o tres veces te escribí una carta que después no envié. Pero, qué importa eso si cada uno piensa en el otro y tal vez sigamos haciéndolo mucho tiempo más (…). En el otoño unos amigos me regalaron tus poemas. Fue un momento triste porque vinieron de otros y sin una palabra tuya. Pero cada uno de los versos fue un resarcimiento. Bachmann en enero de 1949–.
Paul e Ingeborg intercambiaron un sinnúmero de poemas y casi doscientas cartas que atestiguan las posibilidades de la comunicación. A través de sus líneas, encontramos no solo un gran amor, sino también las carencias del poder del lenguaje en circunstancias especiales, del poder de la palabra escrita y de la capacidad de la poesía para dialogar con el amado.

Celan, además de ser uno de los poetas en alemán más importantes de todos los tiempos, fue un brillante prosista que nos legó Microlitos: Aforismos y textos. A través de sus páginas no solo evocamos las imágenes de la su infancia previa a la Guerra, sino también su sensación de fracaso final.
El tiempo y las circunstancias de la época conspiraron contra ellos. Después de sus meses felices de la primavera de 1948 (cuando Celan escribió “mi dormitorio es un campo de amapolas”), no sería hasta 1950 que vivirían juntos, en París, durante dos meses, con terribles consecuencias. Bachmann se referiría a dicha breve convivencia como “un drama de Strindberg”. Volvieron a coincidir en la primavera de 1952, en la reunión del influyente círculo literario de posguerra, “Gruppe 47”. Ambos fueron invitados a leer sus trabajos: un triunfo para ella, una catástrofe para él. La recepción del poema Todesfuge, (Fuga de Muerte) que Celan consideraba como “el único epitafio que mi madre tuvo”, fue más bien fría.

Se alejaron por decision de Celan, pero nunca interrumpieron su correspondencia sobre literatura y afines. Ingeborg fue una incansable difusora de la escritura del poeta y una defensora de su reputación. Ambos fueron invitados a un simposio en Wuppertal en 1957 y la historia de amor se reanudó. Ahora era Celan quien inundaba a Bachmann, con cartas y poemas, asumiéndola como una igual, reconociendo su maravillosa voz poética. Este período puro, y como tal, imposible de sostener, para la década del 60 fue aceptada y catalogada por ambos como “amistad”.
“No sé qué quieres saber ahora y qué no, pero te imaginarás que el tiempo que va de ti a ahora no ha transcurrido para mí sin relaciones con hombres. Hay un deseo que tenía entonces en ese aspecto que he satisfecho; eso tampoco te lo había dicho todavía. Pero nada se convirtió en un vínculo, no me quedo mucho tiempo en ningún lado, estoy más inquieta que nunca y no puedo prometerle nada a nadie (…). Sólo puedo decirte una cosa, por improbable que parezca hasta para mí misma: estoy muy cerca de ti. Es un bello amor en el que vivo contigo, y sólo porque tengo miedo de decir mucho es que no digo que es el más bello. Ingerborg Bachmann, carta a Paul Celan
Bachmann mantuvo su incondicional apoyo a Celan, al que durante sus últimos años de vida acusaron de plagio, hecho que lo sumió en la inestabilidad mental que lo llevaría al suicidio dejando tras él una obra de tal belleza que algunos califican como la “inteligencia poética” más influyente del siglo XX.
“Llévame al Sena, vamos a mirar y mirar bien adentro hasta que nos hayamos vuelto pececitos y nos reconozcamos”, le dice Bachmann.

El autor de Amapola y memoria, Reja de lenguaje y La arena en las urnas, entre otros títulos, se suicidó arrojándose desde el Puente Mirabeau al río Sena la noche del 20 de abril de 1970. Sin alcanzar a cumplir los 50 años.
Después de la trágica muerte de Celan, fue Gisèle quien se dedicó a preservar y promover su obra.
“Hay ojos que van al fondo de las cosas. Que divisan un fondo. Y hay otros que van a lo profundo de las cosas. Esos no divisan ningún fondo. Pero ven más profundo”. Novela «Malina», Ingeborg Bachmann (1971)
Ingeborg Bachmann no pudo recuperarse de la partida de Celan y en su novela Malina (publicada en 1971) declara “Mi vida está acabada porque él se ha ahogado en el río durante el transporte, él era mi vida. Lo amaba más que a mi propia vida”
A nuestro alrededor sólo hundirse de astros. Destellos y silencio.
Mas la canción por encima del polvo después va a superarnos. Invocación a la Osa Mayor, Ingeborg Bachmann

«Aunque me arda la piel…», escribió Ingeborg Bachmann en uno de los poemas de su segundo y último libro de poesía, Invocación a la Osa Mayor. Y su piel acabó ardiendo el 25 de septiembre de 1973. Un cigarrillo mal apagado, un incendio, un accidente… Un accidente que acabó con su vida, unos días después, el 17 de octubre. Tenía 47 años.
Tú debes decir al ojo de la extranjera: sé el agua.
Tú debes buscar en el ojo de la extranjera a las que sabes en el agua.
Tú debes llamarlas que salgan del agua: ¡Rut! ¡Noemí! ¡Miriam!
Tú debes adornarlas cuando yaces con la extranjera.
Tú debes adornarlas con el cabello de nubes de la extranjera.
Tú debes decir a Rut, a Miriam y a Noemí:
¡Mirad, yo duermo con ella!
Tú debes adornar a la extranjera que está contigo mejor que a ninguna.
Tú debes adornarlas con el dolor por Rut, por Miriam y Noemí.
Tú debes decir a la extranjera:
¡Mira, yo dormí con ellas! (En Egipto, Paul Celan)