La nueva izquierda chilena necesita pilotos de tormentas en estos tumultuosos desafíos eleccionarios para congresistas y presidente. Pilotos de tormentas cuya principal labor como impulsores del cambio social sea atacar y defender con un movimiento constante en dos niveles claros y distintos. Atacar por una parte este modelo económico y social agotado y, a la vez y sin ninguna vergüenza ni pudor, defender por otra las conquistas sociales de un pueblo mártir y protagonista de su propia historia.
¿A qué me refiero con ataque?
Ir a la ofensiva en contra de los grupos económicos que se han apropiado injustamente, en base a la explotación y al despojo, de la riqueza nacional. Sectores poderosos que, en esta sociedad espejo de los antiguos fundos patronales, evolucionaron como identidades también familiares, sean old money o new rich para una población que los identifica a una gran distancia por sus apellidos Angelini, Matte, Luksic – Fontbona, Ponce, Paulmann o Piñera. Estas familias le deben al país sus riquezas y privilegios que han conseguido producto de nuestros recursos naturales y fuerza de trabajo de hombres y mujeres que nunca han recibido una remuneración justa acorde con su esfuerzo y trabajo.
¿Estas familias son las únicas responsables de lo que se ha denunciado?

La respuesta es no. Tristemente la lista de responsables de la situación en la que se encuentra el país es tan larga como el propio Chile, pero no imposible de enunciar algunos sospechosos habituales. Primero y más importante, la tradicional oligarquía nacional y su alianza impía con distintos imperialismos e intereses transnacionales en distintos momentos de nuestra historia, a modo de sucinto ejemplo, las salitreras inglesas y las compañías de cobre estadounidenses atizaron las ardientes llamas de la traición al pueblo de Chile por parte de esta clase social durante las presidencias de José Manuel Balmaceda y Salvador Allende respectivamente. Esta oligarquía ha recurrido a admiradores, adoctrinados como fanáticos, para ser administradores de sus modelos de explotación y exclusión, he ahí a los Chicago Boy su neoliberalismo ortodoxo sintetizado en la frase de Sergio de Castro “con una metralleta en la raja, todo Chile trabaja”, a los gremialistas y su constitución política que en palabras de Jaime Guzmán “debe procurar que si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría”, estos dos séquitos constituyen en distintos grados los partidos de Chile Vamos – Evópoli, Renovación Nación y la Unión Demócrata Independiente – la derecha clásica, así como también de la derecha fascista de los partidos Republicano y Nacional Libertario.
¿Qué y por qué debemos defender?
Le debemos al pueblo de Chile honrar su larga historia de lucha por la dignidad, la justicia y la equidad social. Esto parte por conocer nuestra propia historia y tomarle el peso a los eventos que la han marcado. Las matanzas de la escuela Santa María en Iquique en 1907 o la masacre de Ranquil en 1934 son claves para comprender la escala del problema histórico de explotación y despojo de la oligarquía a la clase trabajadora, siendo el siglo XX “un despliegue de maldad insolente” en las palabras del vecino trasandino Discépolo. Los asesinados por levantarse contra la injusticia y explotación no son solo números para los libros de historia, son nuestros compañeros de clase que pagaron el costo más alto para que nosotros podamos de vivir de manera más digna, lo mínimo que podemos hacer es seguir su ejemplo, y por medio de nuestras garantías fundamentales, manifestarnos y hacer valer nuestros derechos e intereses, porque la oligarquía nunca cesará en su esfuerzo por aumentar su capital a costa del trabajador asalariado. Pareciera un mal chiste, pero hay que hacerle saber al pueblo que los administradores de la explotación y la exclusión han llegado al extremo de proponer eliminar los feriados irrenunciables, por ejemplo, el 18 de septiembre, navidad y año nuevo, todas instancias de celebración familiar, descanso, ocio.
Es paradójico que la nueva izquierda chilena deba abogar por las bondades del Estado habiendo denunciado durante décadas anteriores el abuso, el lucro y la violencia que este permite y ejerce contra el pueblo, pero haciéndose responsable de su labor y en vista de la necesidad histórica en la que nos encontramos, tenemos que defenderlo en su totalidad. Desde los servicios más nobles como los proveedores de Salud y Educación, consensos mínimos de humanidad para el progreso nacional, hasta el monopolio de la violencia por parte de las Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad para el combate del crimen organizado transnacional y el cumplimiento de nuestra legislación. Todo esto necesita ser defendido también.

Los administradores del modelo de explotación y despojo que se encuentra agotado buscan desmembrar el Estado por segunda vez, ya lo realizaron durante la dictadura civil-militar por medio de la exoneración, exilio, tortura, asesinato y desaparicion de funcionarios públicos, la “reorganación administrativa” de la CONARA dirigida por el General Canessa y la privatización de empresas públicas de los Chicago Boys.
Despojaron a la institución de mayor prestigio, justamente alcanzado por la excelencia de su labor, la Universidad de Chile de terrenos y propiedades, cerraron carreras, persiguieron a sus estudiantes, profesores y funcionarios, y convirtieron su proyecto nacional de excelencia en solo un recuerdo, un ideal que jamás se concretó plenamente, al convertir sus sedes provinciales en universidades regionales, compartimentalizado de esta manera a la elite intelectual en instituciones precariamente financiadas para reproducir una formación mercantilista alejada de todas las intenciones pedagógicas que la inspiraron a inicios del siglo XIX.
Vean la Argentina de Javier Milei y la labor de su Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado de la Nación Argentina liderado por Francisco Sturzenegger, o los Estados Unidos de Donald Trump y el trabajo de su Departamento de Eficiencia Gubernamental liderado por Elon Musk, ese desguace del Estado es lo que busca la derecha y el fascismo en Chile. Utilizando una motosierra quieren desmembrar lo poco que queda de Estado en este país, la mano en esta arma de la oligarquía puede apellidarse Matthei, Kast o Kaiser, pero busca lo mismo, quitarle al pueblo cualquier garantía de bienestar o tutela en favor de sus intereses.
De frente a todo esto la nueva izquierda chilena está desafiada a tomar posición y acción. Proponer para el Chile futuro un Estado que sea un orgullo para su pueblo, en donde ser servidor público, ya sea como autoridad electa o funcionario de carrera, sea un gran honor y no un gran negocio. Una administración pública que sea eficaz, eficiente, económica, pero sobre todo equitativa, que su norte, o mejor dicho su sur, sea la justicia social y el desarrollo productivo. Para todo esto nuestra propia historia es el mejor ejemplo al cual emular, porque fue durante la Unidad Popular cuando desde el presidente al más humilde trabajador ganó conciencia la convicción de que el gobierno no debía ser para los trabajadores, sino de los trabajadores. Esto es central, ahora, porque sin justicia social ni mayor productividad no hay desarrollo al cual aspirar después del neoliberalismo impuesto por cuatro generales a costa de la sangre de nuestros padres y hermanos. Esta propuesta debe ser la brújula y hoja de ruta de nuestros candidatos al más alto cargo, pero también de nuestros representantes, diputados y senadores, que deben votar en protección y promoción de nuestros intereses. Teniendo esto claro y definido, los apellidos y trayectorias pasan a ser secundarios en el proceso de transformaciones. Hemos de avanzar en nuestro proyecto, con las mejores propuestas para el pueblo y sus intereses, volviendo a nuestras raíces populares, sin por eso dejar de lado la rigurosidad técnica ni la persuasión política propia de nuestra vía chilena al socialismo, en donde nunca se pierda el pluralismo político, social y cultural, la libertad y el respeto por el otro, por el distinto, por el que menos tiene, bases fundamentales en donde se justifica el orden y no en la autoritaria imposición de normas e instituciones que le son ajenas a la historia de nuestro pueblo y contrarias a sus intereses.

Para todo esto se necesitan pilotos de tormenta. Para enfrentar la tormenta que actualmente se posa en nuestro planeta, la tormenta del facismo de nuevo rostro, más tecnológico, pero igual de inhumano, denominado por algunos como tecno feudalismo, a las pruebas de Estados Unidos me remito, en donde se pivotan elecciones entre conservadores y fanáticos ultrareligiosos, supremacistas blancos y admiradores del fascismo alemán. Aquí también tenemos nuestros propios rostros del fascimo, la hija de un miembro de la Junta Militar cuyo gesto más rescatable y explotado hasta el hartazgo fue reconocer el triunfo del No hace 37 años, el hijo de un militante del Partido Nacional Socialista durante el apogeo del Reich, y la copia barata de un panelista que hablaba de sexo tántrico, elegido presidente al otro lado de la cordillera y que en el cargo promocionó una cripto estafa que perjudicó a su propia base militante en millones de dolares, un ponzidente. Para transitar estas aguas turbulentas llenas de desinformación y ataques personales con la nube negra del fascimo otra vez sobre nuestras cabezas hemos de elegir pilotos de tormenta.