María Georgina Quitral Espinoza “dicen” que nació en Iloca, una caleta de pescadores en la desembocadura del río Mataquito, en cuya ribera murió combatiendo Lautaro, el más grande cacique araucano y “dicen” que es probable que haya heredado parte de aquellos genes combativos que la llevaron a ensalzar su origen mapuche/picunche en tiempos de inmenso prejuicio hacia su raza.
Rayén Quitral fue hija de Fidel Quitral Correa. un modesto peón agrícola de ascendencia mapuche como la mayoría de los campesinos de la zona central de Chile. Su madre era empleada doméstica. Su padre murió cuando Rayén era una niña y su madre se trasladó a trabajar a Curicó con sus tres hijos. María Georgina que todavía no tomaba el nombre de Rayén se lucía, desde que cumplió los siete años, cantando con una voz especialmente dotada en reuniones familiares, en hoteles y en la iglesia. Quizás eso, y el hecho de trabajar en casa ajena ocasionó que apenas cumplidos los quince años diera a luz a un bebé del que no se conoce sexo ni nombre y que fue entregado a una dama acomodada de la zona sin que, al parecer, nunca más supiera de aquel hijo nacido en la adolescencia.
Al poco tiempo, cantando en la iglesia de Curicó la escuchó un dentista de Santiago que se encontraba de paso. Este hombre se maravilló con su voz y se la llevó a trabajar junto a su madre a su casa en la capital. Entre sus pacientes se encontraba el empresario teatral Ignacio Benítez Gallardo al que el dentista hizo escuchar a Rayén escondida tras una puerta para que no lo cegaran los prejuicios por su juventud y su apariencia campesina. Benítez se enamoró en forma instantánea de la voz de la muchacha y asumió la responsabilidad de educarla musicalmente para lo que seleccionó a la profesora de canto Emma Ortiz quien le enseñó los primeros pasos en el arte del canto operático. Pronto comprendió que María Georgina necesitaba más y el año 1935 la matriculó en el Conservatorio Nacional de Música donde además de doña Emma, impartían clases de solfeo, el profesor Ferruccio Pizzi y la señorita Blum, el piano. La dedicación de Rayén fue total.
Soy una chispa de fuego
que del bosque en los abrojos
abro mis pétalos rojos
en el nocturno sosiego.
Rayén Quitral
Durante esos años de estudio conoció a Hans Krefft, un chileno hijo de alemanes que se enamoró fulminantemente de ella y que para conquistarla no dudó en apoyarla con recursos económicos para desarrollar su carrera. No se sabe si ella le correspondió en la misma medida, pero sí que encontró un puente para saltar a la fama y se aferró a él de tal forma que en 1938 tuvieron un hijo. Cuando Rayén consolidó su objetivo, olvidó a su fogoso amante y poco después contrajo matrimonio con el empresario artístico argentino Salvador Saldías, el gran promotor de su carrera internacional y que años después la abandonaría dejándola en la ruina.
María Georgina había debutado a inicios de 1937 junto a otros alumnos destacados del Conservatorio en el Teatro Club de Señoras y luego, en el teatro de Sewell, en una función para ejecutivos y familiares del mineral El Teniente, en la ciudad de Rancagua.
Es un misterio cómo se las arregló durante el embarazo y la crianza de su hijo porque la intensa agenda de actividades que desarrolló durante todos esos años no dejaba espacio para la maternidad. De su hijo tampoco se sabe más que murió de cáncer de páncreas, muy joven, a los 36 años y que pese a no ser cercanos, éste fue un duro golpe para Rayén.
El mismo año en que tuvo a su hijo, en 1938, participó en la inauguración del Estadio Nacional en donde cantó el himno nacional de Chile, a capella, junto al tenor mexicano Juan Arvizu. Por supuesto que el estadio completo la ovacionó y la voz de la alondra mágica se entronizó entre el mundo popular.
En la primera mitad del siglo XX, en tiempos de gran prejuicio contra el ser mapuche/pikunche, Rayén eligió identificarse como tal y presentarse vestida con atuendos y ornamentos étnicos por lo que muchas veces la presentaron como la “princesa araucana”, así como a Yma Sumac, gran soprano peruana, se la conoció como la “princesa inca”.
Hay en Rayén Quitral una gran cantante lírica en potencia, pues difícil es imaginar voz más fresca, de timbre más grato, de más fácil emisión y extensión igual todo lo que concurre a señalar en la joven artista de veinte años un cúmulo de cualidades naturales, de las que puede esperarse el máximo para el futuro. La Prensa, Buenos Aires, 14 de septiembre de 1937
Entre 1939 y 1941, Rayen se presentó frecuentemente entre Chile y Argentina. Triunfó rotundamente en Buenos Aires donde realizó conciertos, grabó sus primeros discos y se desempeñó como cantante en Radio Belgrano, por varios años. Fue en Buenos Aires donde conoció a Erich Kleiber, director de orquesta austríaco nacionalizado argentino, que la invitó a interpretar el personaje de la Reina de la Noche en La Flauta Mágica, un rol que le cambiaría para siempre la vida y que protagonizó en cinco ocasiones en el Teatro Colón.
Al regresar a Chile interpretó a Lucía de Lammermoor en la ópera del mismo nombre en el Teatro Municipal de Santiago y luego protagonizó a Gilda en Rigoletto. Pasó los siguientes años viajando por Latinoamérica, Estados Unidos y Europa.
Fue acogida por Claudio Arrau cuando ella le solicitó que la apoyara en su preparación para audicionar en el Metropolitan Opera House de Nueva York, pero pese a su empeño, cuando llegó el momento los nervios la traicionaron y fue considerada por los evaluadores como una voz extraordinaria, pero con poca disciplina. Esto le costó le amistad con Claudio Arrau que no le perdonó su fallo.
Las personas que la descalificaron opinaron: “Voz extraordinaria. Estaba tan nerviosa que se mostró poco musical, sin disciplina. Necesita trabajar mucho”.
Quitral quedó devastada y para superar su amargura se trasladó a México, donde obtuvo gran éxito participando en el elenco estelar de “El Rapto en el Serrallo”. México la acogió tan cálidamente, que ella permaneció allí trabajando y actuando en radios durante cuatro años. Esto le dio mucha cobertura y gran trascendencia en el país azteca.
En 1954 recibió el premio Caupolicán a la mejor cantante lírica, galardón que otorgaba la Asociación de Cronistas de Cine, Teatro y Radio de Chile y eso significó uno de los mayores reconocimientos obtenidos por Rayén en Chile. Pero, ese mismo año la descartaron para ser la intérprete de La Reina de a Nocha en el estreno en el Municipal de La Flauta Mágica de Mozart. El papel lo obtuvo una novata Victoria Canale.
Viene un período de oscuridad personal y profesional donde según algunos Quitral se vuelca a todo tipo de excesos, pero renace cuando el gobierno alemán le otorga una beca por tres años para perfeccionarse en la Deutsche Akademische de Hamburgo. Y cuenta la leyenda que para desarrollar sus estudios necesitaba comprar un piano, que no estaba considerado en el presupuesto y para ello se dedica a hacer empanadas y a ver la suerte. En concreto, pasa muchas penurias, pero se ve recompensada cuando es distinguida en Bonn como la mejor intérprete de Wagner y Lieder. Todo bien en ese ámbito, pero no tiene dinero para regresar a Chile y se ve obligada a tocar muchas puertas y poder retornar en 1960. Fue recibida tan gélidamente que, dicen, se vio obligada a pagar a un diario para que le hicieran un reportaje.
Tanta ingratitud la enferma gravemente y no tiene medios para su tratamiento. Sus amigos, los músicos, organizan festivales y veladas para reunir el dinero necesario para medicinas. El gobierno se compadece frente a las penurias de Quitral que ha dejado tan en alto el nombre del país y le otorga una pensión vitalicia que le permite vivir con extrema modestia.
En 1975 cantó por última vez en la graduación de las alumnas de un liceo en el que ella impartía clases. Interpretó “El Copihue Rojo”, la canción que la ligó para siempre con el pueblo mapuche, al que ella quiso representar a lo largo y ancho del mundo.
1 comment
Gracias por rescatar su historia. Tuvo la suerte de aprovechar la ola de ensalzar “culturas exóticas” en especial por parte de Alemania, lo que explica el éxito de Ima Sumac. Que pena su vida personal y los pasos que le faltaron en su carrera. Sin embargo, un gran y magnífico logro en un ambiente artístico tan conflictivo