Calcadas declaraciones públicas de las tres comandancias en jefe, refrendedadas por el ministro Prokurica y visadas por el Presidente Piñera rasgaron ofendidas vestiduras ante el segmento humorístico “Entrevistas de Verdad”, donde “Beleneza” entrevista satíricamente a un “militar de verdad”. Un despropósito mayúsculo para un sistema democrático, que trae a la memoria episodios tragicómicos reiterados desde tiempos de dictadura.
Si con alguién perderá siempre el autoritarismo es frente el sarcasmo y la ironía, necesariamente al límite de la racionalidad y nada de solemne. Bueno o malo para sus críticos, allí ha residido la esencia del humor político. Ocurre desde tiempos pretéritos, pasando por celebridades notables como Charles Chaplin, en tiempos trágicos de guerra, prolongándose en largos períodos de dictaduras variopintas, hasta hoy en época del coronavirus.
El intento de autoritario reparo uniformado al espacio humorístico en la Red TV, escondiendo los nombres personales de los comandantes en jefe, transgrede los límites de un sistema democrático que exige la prescindencia de las instituciones armadas de la contingencia política y se agrava con el aval cómplice desde La Moneda. Porque una cosa es que el anecdótico ministro Paris se moleste de una comparación con Pablo Marmol y otra, muy distinta, que el vapuleado mandatario le preste vestimenta al desborde verbal uniformado.
Además ocurre en malos tiempos para el prestigio presidencial a tropezones varios. Con un desmedido traspaso de facultades a las instituciones armadas durante el extendido período de pandemia, el Presidente parece anclado en su propia trampa de vivir en guerra con un enemigo formidable, al que ahora suma a un canal de TV del que no termina de quejarse por su mirada crítica y de periodismo independiente.
Baldo Prokurica sumó su rúbrica a la torpeza oficial y como ha ocurrido con otros titulares de esa cartera (léase Andrés Allamand) recupera lo peor de sus orígenes políticos en dictadura. Prokurica era un joven abogado de 30 años cuando Pinochet lo designó gobernador de la Provincia de Huasco.
El vínculo tortuoso de las dictaduras con el humor político ha sido una enfermiza obsesión y la de Pinochet marcó hitos para la historia. Así se puede sintetizar un episodio más que revelador de esa impronta. La revista APSI, como el conjunto de los medios de comunicación que experimentaron la cruda relación con la censura y los crímenes de la dictadura contra los derechos humanos, sobrevivió en la delgada cuerda floja de aquellos años (una historia que quedó escrita), pero hubo una singularidad en el cruce con el humor político del que la revista nunca desistió impregnada de una vitalidad y mística que se puede añorar.
Plumas atrevidas y cruzadas con el genio dibujante y semanal de Guillo en primera página fueron una clave de aquella sobrevivencia. Entre tantas vicisitudes hay una, ocurrida en agosto de 1987, que se vincula con el reciente episodio protagonizado por el gobierno y las fuerzas armadas.
Ocurrió con la publicación de la sátira “Las mil caras de Pinochet(Mi diario secreto)” con una célebre portada, realizada por Guillo, con el dictador vestido a la usanza de Luis XIV, monarca admirado por el capitán general. Hubo algún soplo y más de 100 mil ejemplares fueron requisados de la imprenta, siendo detenidos, procesados y encargados reos el director de la revista Marcelo Contreras y el subdirector, imputados de “injurias contra las FFAA y el Presidente Pinochet” por ordendel titular de la Segunda Fiscalía Militar, Lorenzo Andrade. Para el anecdotario quedaría el genial alegato de defensa del abogado Jorge Molina Valdivieso que reivindicó ante la Corte el “animus iocandi de la edición de la revista versus el animus injuriandi imputado”… Más injuriados se sintieron los querellantes, apareciendo en escena el entonces Procurador General, Ambrosio Rodríguez(“El Feo”), quien agregó la imputación de “asesinato de imagen del General Pinochet”.Tras sesenta días de encarcelamiento, en un entorno de creciente solidaridad nacional e internacional, los presos quedaron en libertad condicional.En el intertanto, habiéndose salvado parte de los originales de la publicación secuestrada, Guillo agregó una máscara a la cara del dictador y una nueva edición fue vendida de manera clandestina bajo el título : “El que se ríe se va al cuartel”.
Valga el recuerdo del episodio en momentos que las mismas instituciones armadas, ahora en democracia y con aval presidencial las emprenden contra la humorada en la Red TV.
La historia parece repetirse como comedia… El poder militar queda al desnudo…