Refundación de TVN y su rol público. Por Luis Breull

por Luis Breull

Esto es lo que deberá enfrentar la administración del Presidente Gabriel Boric y su gobierno al refundar Televisión Nacional de Chile como un nuevo sistema multimedial público, hoy devenido mausoleo mediático sin sentido.

Poco más de 600 funcionarios -un tercio de los que había en 2017- para un conjunto de tres edificios corporativos con casi 58 mil metros cuadrados de terreno; prácticamente toda su producción externalizada salvo los programas producidos por la dirección de prensa; su icónica e histórica área dramática cerrada desde el 2019; pérdidas acumuladas cercanas a los 100 millones de dólares desde el 2014; desde 1992 forzado a financiarse solo en el mercado publicitario, terminó relegando géneros menos comerciales (culturales, étnicos, ficción nacional, regionales) y audiencias no rentables (segmentos populares, adultos mayores y jóvenes); arrendando estacionamientos y oficinas junto con la venta de terrenos para hacer caja y cerrar 2020 y 2021 de utilidades menores; una pantalla abandonada a la repetición de programación de los 90-2000; y 30 años de un cepo binominal como derecho adquirido de cinco partidos políticos y su periferia (PDC, PS, PPD, UDI y RN) que encarnó anuló su libertad editorial y terminó fagocitando su sentido de canal público…

Debacle corporativa y de pantalla

Ocho directores ejecutivos en los últimos ocho años y cinco presidentes del directorio -tres de ellos bajo la administración Piñera 2-, dan cuenta de una organización en crisis y cuya urgencia financiera la llevó a reducir su rol como medio público diferenciador a solo un canal deficitario más de la industria que evitaba su quiebra despidiendo trabajadores y recortando recursos para la producción nacional.

Un medio histórico mal gestionado, de pésima sintonía -un tercio de lo que obtenía en promedio a mediados de los 2000- y una oferta pauperizada fundamentalmente con franjeo permanente de teleseries turcas de fuerte contenido conservador, machista y patriarcal, más series bíblicas evangélicas brasileñas como si fuera un canal confesional. Esto acompañado de espacios periodísticos desgastados y a ratos altamente controvertidos por el rol de algunos de sus conductores, con evidente sesgo con sectores políticos de derecha o conservadores, y con actividades anexas con conflicto de interés en el debate de temas como la educación o el modelo económico.

Un medio que gozó en los años 90 de una autocomplaciente valoración de su gestión de liderazgo en ganancias y niveles de sintonía al terminar esa década marcada por una industria duopólica, compitiendo con Canal 13 y desplazándolo al segundo lugar al finalizar esos años. Una organización que planificó su expansión y crecimiento, errando en las proyecciones de una industria audiovisual amenazada por la creciente fragmentación de audiencias y recursos publicitarios con los nuevos medios digitales vinculados a internet, las plataformas streaming y las redes sociales. Su marco fue la les 19.132 que le dio autonomía en 1992 y le permitió por una sola vez, saldar las pérdidas acumuladas por el canal en dictadura, donde fue órgano oficial de los servicios de seguridad y de la represión política.

En los 90 el relato de TVN se ancló a conocer y exhibir el pasado reciente, dotando de sentido a la transición política mediante espacios documentales, culturales, de debate, de reportajes y de ficción que generaron cohesión e identidad nacional como si se tratara de una plaza pública virtual que empatizaba con un país en reencuentro, solidario y cercano a lo colectivo como expresión de lo social. El Mirador, Revólver, La Manzana de la Discordia, Ojo con el Arte, Iorana, La Fiera, Informe Especial formaron parte de este pool programático. Un instante que ayudó también a asentar la emergente industria de productoras independientes a nivel local.

Ya en los 2000 vino un fuerte vuelco de su rol, con Pablo Piñera en la Dirección Ejecutiva y con el publicista Eugenio García en la Dirección de Programación. Época de reemplazar el marco de la plaza virtual por un mall, y de sustituir el discurso colectivo de la transición por el de la privatización de la vida de los chilenos, el repliegue a sus entornos familiares inmediatos y al consumo. Allí se sentenció el fin del proyecto editorial público, que como toda industria mediática que inicia su desgaste, tarda años en que esto se exprese en plenitud en los niveles de visionado y aprecio de las audiencias.

Es así como tecnócratas políticos se harán cargo de la estación tras la salida de “Polo” Piñera y tratarán de vislumbrar caminos de futuro, pero sin éxito. Daniel Fernández, ingeniero independiente del think tank Expansiva y periferia PPD (2004-2010), reorganizará el canal y sus gerencias, con carácter autárquico, llegando casi a 40 personas con rangos compartimentados de responsabilidad. La segunda mitad de los dos mil será de recuperar el liderazgo informativo y de afrontar la crisis creciente de la industria televisiva frente a los nuevos medios. El 2009 TVN, luego del millonario fracaso del reality El juego del miedo, cerrará todo vínculo con productoras independientes (principalmente Roos Films y Nueva Imagen que posteriormente quiebran) y se centrará en hacer teleseries y las cuarta/quinta versiones del reality Pelotón, ya desgastado. Como guinda de la torta, con la compra del 67% de Canal 13 por parte de Andrónico Luksic, en agosto del 2010, migrarán a su proyecto casi todos los gerentes clave de TVN.

En septiembre del mismo año –bajo el primer mandato del Presidente Sebastián Piñera-, la dirección ejecutiva la asumirá el abogado Mauro Valdés, proveniente de la minera BHP Billiton. Un liberal que por defender la independencia editorial frente al Gobierno –en plena crisis por las protestas estudiantiles del 2011-, tendrá una gestión compleja con el directorio, especialmente con Mikel Uriarte en la presidencia, quien por tensionar la relación provocará la no renovación de contrato de María Eugenia Rencoret  como directora del área dramática, quien terminará migrando a Mega en igual cargo, llevándose consigo casi a todo el equipo de producción, guionistas y actores a su cargo. Se desgastará también la oferta programática de TVN con bullados fracasos como el docurreality de Las Argandoña, pero emitirá series nacionales emblemáticas cofinanciadas por el Consejo Nacional de Televisión, como Los Archivos del Cardenal y El Reemplazante.

En la segunda administración de Michelle Bachelet la estación caerá en un pozo financiero sin fondos, con pérdidas financieras cercanas a los 50 mil millones de pesos, la dupla del economista Ricardo Solari (PS) en la presidencia del directorio y de la periodista Carmen Gloria López en la dirección ejecutiva (independiente pro Ciudadanos), se marcará también un hito en sus peores índices de audiencia anual, cayendo a 4,3 puntos promedio hogar el 2015.

Luego, desde mediados del 2016, vendrán sucesivas administraciones de corto aliento como con la gerenta de producción, Alicia Hidalgo, el regreso de Jaime De Aguirre y, después, Alicia Zaldívar. Y desde marzo 2019, Francisco Guijón, quien acaba de renunciar a su cargo a fines de febrero, racionalizando fuertemente los costos de personal -2/3 de su planta es despedida- y de parrilla programática de la estación, arrendando y enajenando bienes inmuebles para revertir las pérdidas y exhibir ganancias los dos últimos años. Será él quien dará forma a lo que hace llamar el holding de TVN con una señal abierta que aspira a la masividad, un canal infantil familiar de corte educativo, la señal de pago 24 Horas Noticias, la señal internacional TV Chile y la plataforma de streaming TVN Play.

Refundar un canal para ciudadanos y no solo para consumidores

La ministra vocera del nuevo Gobierno, Camila Vallejo, se reunió a comienzos de marzo con la actual presidenta del directorio de TVN, Anita Holuigue ocasión en que se presentó un estado de situación del canal, a la luz también del nuevo proyecto de ley que envió el Pdte. Piñera en las postrimerías de su mandato. En dicho texto se sugiere modificar la institucionalidad y la composición de cargos directivos para ampliar su representatividad y mecanismos de financiamiento. Una propuesta inconsulta con el Presidente Boric y que probablemente sea desechada y reemplazada por un nuevo proyecto que modifique en forma profunda la estructura y funcionamiento de TVN con sus otras señales, ampliando también su giro hacia un multimedio público con financiamiento estatal permanente y, quizá, también aporte por avisaje.

Repensar y refundar Televisión Nacional como un proyecto de multimedio público obliga a asumir a la administración Boric que, en sus tres décadas anteriores de funcionamiento, la señal fue secuestrada por un sistema de gobierno corporativo binominalizado que operó por exclusión de otras sensibilidades políticas y valóricas, y que funcionó por anulación de fuerzas, por recelo. Una estructura paradójica que en su seno encarnó siempre una mitad del directorio que desconfiaba de los medios públicos o que no compartía la idea que el Estado tuviera medios de comunicación, principalmente la derecha política.

Por lo tanto, la gestión de TVN tuvo siempre un punto de partida que debía justificar su existencia bajo el miedo al debate franco con la ciudadanía y sus conflictos, como si el ejercicio de la deliberación democrática de las audiencias se diera en marcos de forzosos equilibrios argumentales en igualdad de tiempos y actores. Un corset que intentaba infructuosamente -y con la crítica creciente de los públicos en redes sociales- reducir la complejidad actual y la multicausalidad a códigos binarios representativos de los partidos que tenían alguno de los siete asientos en su directorio.

El desafío entonces debe ser rediseñar un medio diverso en sus ofertas de contenidos, géneros y audiencias. Valóricamente amplio. Socioculturalmente en sintonía con una sociedad donde las identidades tienen muchos focos de anclaje: las disidencias, el feminismo, las etnias, las distintas generaciones, las temáticas locales o comunitarias y regionales, las formas de vivir la sexualidad y concebir las familias, las crecientes autonomías respecto de los derechos reproductivos, las tensiones crecimiento económico versus sustentabilidad ambiental, etc.

Ergo, una tarea difícil para dejar atrás el histórico desprecio por la realidad de regiones en pro del centralismo informativo, definir una línea editorial anclada responsablemente a una agenda de lo público que atienda y entienda que no es lo mismo ser solo un consumidor en el mercado que ciudadano de un país. Que ofrezca una  multiplicidad de contenidos de calidad y plataformas de acceso libre a ellos; que fomente así la industria audiovisual independiente; que vuelva a incursionar en la ficción serie, cine y teleseries nacionales como sucedió con las exitosas telenovelas de las décadas de oro de Vicente Sabatini ancladas a temáticas sociales y territoriales; que sepa dar cuenta de los procesos de cambio a los que asiste la sociedad chilena, que está construyendo por primera vez su nueva institucionalidad en plena democracia y con un Gobierno que propugna fuertes transformaciones en pro de mayor igualdad.

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