El Silicon Valley es quizás el centro de creación cultural más vigoroso de los Siete Reinos. Andan ahora los creativos con el Metaverso. Un mundo en La Nube en el cual agendamos nuestra existencia mediante avatares. Entidades digitales bajo nuestro control, que encarnan quiénes somos de acuerdo con determinados esquemas de caracterización. Abstracciones que nos permiten actuar dentro de moldes preestablecidos. (Emoticones, personificaciones en TikTok, agentes sin cara que compran en Amazon o se aventuran en Fortnite y World of Warcraft por nosotros). En el Metaverso los avatares son personajes digitales, a menudo con nuestro aspecto, que actúan como yoes paralelos a quiénes somos en el mundo terrestre.
¿Es tan innovador? Después de todo, la innovación es siempre un “sacar de quicio” algo que ya estaba ahí. Resignificar dicen algunos, lo que suena un poquitín pretencioso, la verdad, encima de idealista; nuevas prácticas que reconfiguran, es mejor. Como sea, se trata de una proyección al futuro de un pasado reconvertido; lo que reconfigura quiénes ya somos nosotros, porque a la luz del nuevo futuro, nuestro pasado cambia. Gracias al Metaverso quizás podamos percibir y sentir de nuevas maneras quiénes ya somos. En forma similar a la inteligencia artificial que, afanada por enseñar a las máquinas a pensar como las humanas, ha permitido entender de una manera nueva cómo pensamos nosotros.
Se me ocurre que la creación de una existencia abstracta es el proyecto fundamental del iluminismo. La sustitución del ser humano terrestre, múltiple, situado en una comunidad humana finita históricamente existente, una singularidad, por un determinado avatar abstracto responsivo a reglas, “homo economicus” – en el fondo,“animal rationale” –, como puede haber tantos otros. ¿En qué metaverso? El mercado, la planificación central, el mundo legalizado.
No tan innovador, entonces. Más bien una ida al chancho del racionalismo, las abstracciones, la supresión de los particularismos culturales y las identidades singulares. La dispersión del significado de conjunto que tenía la existencia por el sentido único de lo racionalmente calculable. Una experiencia evocadora en el Metaverso, talvez nos permita percibir y sentir cuánto sentido ha perdido el mundo, cómo nos posee la ajenidad, el sentimiento de extrañeza.
Hay que adquirir habilidades para participar en el Metaverso, entrenarnos intensivamente en el uso de los instrumentos adecuados. Enchufados a máquinas computadoras, cargando goggles, micrófonos, audífonos, acelerómetros y mandos, nos introducimos como nuestros avatares al Metaverso. La acción competente en éste requiere una especialización de la mirada, lo oídos, la parada y las tensiones corporales, guiada por propósitos definidos en forma explícita. Nos ayuda a evocar cómo el mercado hace eso mismo, y la planificación central, y las leyes. Entrenan la mirada para que veamos detrás de todo, una mercancía, una propiedad privada o estatal, un producto para intercambiar; para convertir nuestro comportamiento en la toma de decisiones calculadas, las más rentables, las más satisfactorias.
A vernos a nosotros mismos como ofertas transaccionales; como seguidores conformistas de la autoridad, de protocolos y reglas; como ejecutores de órdenes explícitas que vienen de más arriba.
Paulatinamente, avatares racionalistas emergen acompañando en ciertas operaciones a nuestro ser situado en comunidades históricas. Paso a paso, un universo abstracto se expande: el mercado, los planes, las reglas, cubriendo más y más espacios de la vida diaria, hasta que el avatar substituye a quienes somos, arrasando con la coexistencia singular.
El racionalismo tuvo éxito al convertirnos en avatares hace mucho tiempo. El Metaverso es quizás solamente el denso precipitado de ese proceso.
1 comment
Iluminador