Es lo que responde un joven inteligente de cuarto medio cuando le pregunto a qué quiere dedicarse en la vida. Estudiará ingeniería para prepararse a hacer algo tecnológico que tenga un alto impacto.
Me deja altamente impactado. En mi generación, producir un alto impacto estaba fuera de la cuestión. Era una respuesta simplemente inimaginable. Nos proponíamos hacer una revolución socialista, algunos, instalar una economía ultraliberal, pero ¿querer tener alto impacto? Le sugiero que Hitler tuvo un alto impacto, y se irrita. Alto impacto para bien masculla más que molesto por mi estrechez mental de vejestorio. Me guardo el hecho que Hitler pensaba que hacía el bien.
Me dicen que hay una escuela cristiana de formación de jóvenes basada en el lema “deben dejar el mundo diferente a cómo lo recibieron”, o algo por el estilo. Quizás aquí hay una raíz del afán por producir grandes impactos. Aunque me tinca que está, mas bien, en el nihilismo subjetivista del mundo adulto contemporáneo. Los filósofos nos advirtieron lo vacíos y desorientados que quedaríamos al sacar a dios del cuadro. Nada más que acompañados de nuestro ego, sus emociones y sus ansias de ser alguien. De “hay que tener éxito” a “tener un alto impacto” hay un solo paso.
Tener éxito hoy exige actuar en grande. Si se piensa en ingeniería, el Silicon Valley es el ejemplo. Se es exitoso ahí creando compañías que se valorizan en trillones en poco tiempo; cuando menos comenzando con una “unicornio”. Hacer historia transformando industrias, y los hábitos y costumbres de la vida diaria; ése es el estándar de impacto alto. Lo malo, sospecho, es que sin foco al cual dedicarse comprometidamente, incluso obsesivamente, por un buen tiempo, no se conseguirá nada impactante. Hay que pensar que todo está lleno de gente muy competente buscándole el lado por todos lados. No es pan comido tener impacto, los panes más visibles ya fueron devorados hace rato. Hay que poner foco y dedicarse a algo no trillado, riesgoso, no resuelto, no sabido ni manejado; algo que consumirá la vida. Por eso, me temo que querer tener alto impacto sin declarar foco, no resultará en nada muy impactante.
Proponerse tener alto impacto, sin foco, en lo que sea, equivale a querer dedicarse a nada en particular, con tal de que sea impactante. Ahí está el nihilismo, lo vacío que le resulta el mundo adulto actual a un joven inteligente.
Puede ser que el puro afán por impactar altamente derive de nuestra existencia medida y desapasionada de adultos, cuyo norte ha terminado por ser el éxito en lo que sea. No me animo a preguntarle a mi joven amigo “¿qué te apasiona?”, por temor a una respuesta mosqueada. Y porque le veo la cara, que dice disimuladamente, pero con todas sus letras, que mis razones son pajas de un viejo que no ha producido un alto impacto. No lo dice nada más que por educación. “Gran impacto, pero con buenas maneras”, su silencio evita que le replique con ironía. Eludo, así, “viejo de mierda”, o algo por el estilo, como final del diálogo.