Tiempo de buitres: la peor cara de la política

por Antonio Ostornol

Hace unos días, en alguna edición del diario La tercera, venía una amplísima cobertura del llamado “caso de acoso al presidente”. Habrán sido cuatro a cinco páginas dedicadas al tema. El despliegue editorial sugería una riqueza periodística que invitaba al lector incauto, incluso morboso, a una lectura intensa. Sin embargo, cuando terminé de leer los diversos artículos, mi sensación era de gran frustración: toda la información que se entregaba no daba para completar una página y es posible que le sobrara espacio. Todo lo demás era redundancia, cacofonía. En cada artículo se repetían una y otra vez los mismos hechos: la denunciante, el fiscal, los correos al presidente, el abogado, el cómo se supo de esta diligencia. ¡Con una página bastaba! En ese punto la pregunta caía de cajón: ¿la cobertura buscaba informar o quería instalar una agenda? Algún amigo, mucho más escéptico y descreído que yo, me sugirió que no era lo uno ni lo otro, sino que la noticia transformada en evento de farándula vende mucho más y logra infinitos “likes” en las redes.

 Independiente de cuál o cuáles puedan ser las respuestas correctas, y aceptando que todas pueden ser falsas, me parece que desde hace dos meses hemos estado sometidos a una intoxicación periodística más allá de toda lógica.  Por momentos, la imagen que más sentido me ha hecho es la de los buitres al acecho de la presa moribunda. Sin duda que han ocurrido hechos graves y, por supuesto, la acusación contra el ex subsecretario Monsalve es la peor. A fin de cuentas, era un funcionario público de altísimo rango en el gobierno que, además, estaba a cargo de encabezar un área de la vida ciudadana de alto riesgo y relevancia: el combate al crimen organizado que, por si alguien no ha reparado, es uno de los principales problemas que aquejan al mundo contemporáneo. Su gestión era reconocida y Monsalve se estaba asegurando un lugar relevante en la gestión pública. Junto a Carolina Tohá, Ministra del Interior, habían logrado articular una política lo más parecido posible a un acuerdo de estado contra el crimen que ha comenzado a tener resultados. Sabemos que la seguridad y la lucha contra la delincuencia no es el ámbito más glamoroso para los políticos de izquierda. Me atrevo a decir que incluso viste mal, aunque los regímenes donde la izquierda ha estado en el poder sin contrapesos, lo policial ha jugado un rol clave en su supervivencia. Sin embargo, el gobierno, a través del Ministerio del Interior y desafiando el discurso estridente e histérico de la derecha al respecto, ha sido capaz de poner la seguridad en el centro, darle un sentido moderno y eficiente, y convencer cada día a más actores de nuestro espacio público de que este tema se resuelve en unidad, a largo plazo y con políticas de estado que trasciendan los gobiernos. Este era el gran capital político del cual el ex subsecretario era parte. Y lo perdió de la peor manera.

¿Es culpable de violación o no? No lo sé. Está el testimonio de la víctima, la investigación de la Fiscalía, la formalización y la prisión preventiva. Está la convicción de que, a diferencia de lo que era norma hasta hace no mucho tiempo, cualquier proceso de este tipo debe comenzar por asumir el testimonio de la víctima. Esa es una condición preferencial. Absolutamente. Pero no es la sentencia final. Así como existe la prioridad de creerle a la víctima, existe el derecho a la presunción de inocencia. Antiguamente, una mujer vulnerada prácticamente no tenía opciones frente a la justicia y cualquiera fuese su denuncia arriesgaba a ser doblemente victimizada. Hoy las cosas se han equiparado un poco y es razonable confiar en que las investigaciones determinen una verdad jurídica. Si el ex subsecretario es condenado por violación y abuso, significa que ha cometido un delito grave y deberá responder como cualquier ciudadano. Será lo justo. La violencia contra la mujer es una práctica demasiado asentada en nuestras culturas y constituye una discriminación brutal que debe ser castigada con el máximo rigor de la ley. Si, por el contrario, fuese absuelto, se libraría de la cárcel, pero no de su responsabilidad política. El poder y la responsabilidad política que detentaba el ex subsecretario no le dejaban ni el más mínimo espacio para aventurarse en el proceso de seducción de una subalterna. La asimetría de posiciones era demasiado evidente. Y si el vínculo era legítimo, debería haberse puesto al costado de su cargo. Mi punto no es cuestionar que un hombre adulto se enamore (ya sabemos que alguien definió el enamoramiento como un estado de imbecilidad transitoria) de una mujer adulta, independiente de las circunstancias personales de cada cual. El tema grave es detentar poder frente al otro u otra (el análisis vale para cualquier cruce de géneros) y ejercerlo, lo que no implica que se deba hacer burdamente, sino que a veces puede ser suficiente la sola existencia de la asimetría.

 Esta es una historia trágica, con personajes puestos en encrucijadas de difícil resolución, que han quedado expuestos como en un espectáculo frente a la jauría pública. El espacio donde habita la opinión pública (todo tipo de medios) ha salivado, se le han enrojecido los ojos, ha olido la sangre y va tras ella. ¿La verdad? ¿El respeto a la víctima? No han estado en el foco. ¿El cuidado de las instituciones de la justicia? ¿La salvaguarda del secreto judicial y el cuidado de las investigaciones? Tampoco han sido el bien más cuidado en este episodio. Más aún, la reacción nacional ha estado mucho más cerca del circo romano que del estado de derecho. Se ha abierto un amplio foro donde se juzga y se sentencia sin atender a los procesos judiciales ni a sus tiempos ni deberes. Ha estado pasando algo similar con el caso audio, con las denuncias contra el presidente, con la historia de Jorge Valdivia. Por las razones que sea, nobles o villanas, hemos transformado un tema de la mayor gravedad por cualquiera de los ángulos que se le mire, en un espectáculo, un divertimento trágico y un momento de aprovechamiento político impúdico.

La derecha política, algunos más y otros menos, han abusado de la oportunidad que les procuró un lamentable y condenable hecho personal, para transformarlo en una crisis política. Al tema de las “36 horas” que se demoró el Presidente en pedir la renuncia del subsecretario, se le ha dado una connotación casi de delito político. ¿Podría haber reaccionado más rápido y con mayor certeza? Por supuesto y así lo ha dicho, por ejemplo, la propia ministra Carolina Tohá desde el primer momento y lo reiteró con claridad en su exposición frente a la comisión de la Cámara de Diputados. 

 Pero eso no les da derecho a imputar teorías conspirativas al gobierno de las más diversas layas con la única finalidad de anotarse una magra victoria política. Hace un par de días, en la misma comisión que mencioné, daba vergüenza ver a algunos honorables diputados, haciendo todo tipo de aspavientos, preguntarle una y otra vez al Jefe de Asesores del presidente por sus conversaciones con él. ¿Se imaginan que todas las reuniones de trabajo de los actores de la política tuviesen que hacerse públicas? No es legítimo porque lo que importan son las acciones políticas que pueden calificarse de buenas o malas, correctas o incorrectas, justas e injustas, etc. Lo que hablan dos personas en el marco de su acuerdo privado (en este caso, entre jefe y subalterno) es privado. Pero la naturaleza del buitre es superior. ¿Se acuerdan del cuento del escorpión y la rana? Parece que en este tema pasa algo similar.

Hemos estado saturados de una discusión donde hay mucho de amplificación desmedida de los hechos y menoscabo de los hechos realmente importantes: el eventual delito, la vulneración de una persona. La dificultad de ir al fondo de los temas y sostener discusiones serias se ha vuelto un problema público cada vez más crítico. De esta forma, con suerte, lo esencial empieza a quedar relegado al recuadro de la primera página de algún medio: Ministerio de Seguridad, ley de pensiones trabada, listas de espera, visita del Presidente Macron, por mencionar algunos episodios que han convivido con este desenfreno noticioso, han sido apenas tocados. Si alguien maneja la agenda, tema recurrente en los analistas, pareciera estar disparándose en los pies, ya que este escenario solo degrada un poco más la imagen de nuestra política.

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1 comment

Carlos Portales diciembre 13, 2024 - 11:04 pm

Muy de acuerdo Antonio.
La irresponsabilidad de muchos politicos, de la gran prensa (escritor, hablada y TV) y de muchos periodista habla de un mal muy extendido que dificulta la democracia y que requiere de un cambio significativo hacia la moderacion y la razon.

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