Comienza marzo y la lluvia empapa la ciudad de Lieja. A poco andar por sus calles me doy cuenta de dos cosas: las numerosas obras públicas dificultan el tránsito de un lugar a otro y comienzan las actividades de La primavera Simenon, festival de literatura que a reunido a una decena de autores europeos y un latinoamericano. El encuentro es organizado por la Fundación Georges Simenon que dirige su hijo John Simenon, junto al ayuntamiento y la universidad de Leija.
El festival está anunciado en afiches y pendones desplegados por la ciudad natal de Georges Simenon. En la ciudad se conserva la casa donde nació el creador del Inspector Jules Maigret y otras edificaciones que recuerdan su vida hasta los 18 años, edad en la que se marchó a París para escribir obras memorables que han servido como inspiración a películas, novelas gráficas, afiches y otras expresiones que en los días siguientes recordaré gracias a las exposiciones montadas en distintos espacios de Lieja y en las mesas redondas programadas por uno de los motores del festival, el escritor belga Philippe Marczewski. Pocas veces he visto una ciudad tan dispuesta al recuerdo del autor que en varias de sus novelas recreó algunos de sus espacios, como la Iglesia de Saint Pholien o la Place Du Marche.
Gran talento e inventiva
Georges Simenon nació el viernes 13 de febrero de 1903, pero su madre, que era especialmentesupersticiosa, lo inscribió como nacido el 12 de febrero. Con su madre nunca tuvo buenas relaciones, pese a lo cual, después que ella muere en 1970, Simenon escribe uno de sus libros más hermosos y profundos: “Carta a mi madre”. En 1992, a los 19 años, Simenon se traslada a París donde inicia su trabajo como periodista y escritor. A su muerte, en Suiza, el 4 de septiembre de 1989, tenía una obra que lo destacaba como uno de los escritores más prolíficos de todas las épocas, renovador del género policíaco y con una fama que lo ubicaba entre los narradores más importantes del siglo XX. Su obra literaria, escrita entre 1920 y 1972, es enorme: 80 novelas protagonizadas por el Inspector Maigret, 115 novelas no policíacas y otras de variados tipos. Fue sin duda un prodigio de inventiva y talento.
Se cuenta que escribía una novela en 15 días, encerrado en su despacho, rodeado de una colección de pipas y asilado del mundo que lo rodeaba. Al respecto, el escritor estadounidense John Updike comentó: “tiene como mínimo veinte pipas alineadas impecablemente, en un escritorio cuyos objetos parecen ordenados como para un desfile”. Simenon contaba que su método de trabajo consistía en levantarse tipo seis de la mañana y concluir al caer la tarde, produciendo en promedio unas ochenta páginas diarias. Una vez que escribía la novela, dedicaba igual cantidad de tiempo a divertirse en prolongadas fiestas. Se recuerda también que, en alguna época, solía escribir a bordo de un barco con el que recorría El Sena. Los lectores reconocían el paso de Simenon y lo saludaban desde las orillas.
De la larga lista de novelas protagonizadas por el Inspector Maigret, se suelen mencionar como las más destacadas “El difunto filántropo”, “El asesinato del canal”, “Crimen en Holanda”. Entre mis favoritas se cuentan “La noche de la encrucijada”, “Maigret en el Liberty Bar”, “El loco de Bergerac” y “Cécile ha muerto”. Maigret personaje popularizado en el cine por el actor Jean Gabin es un funcionario de la policía de París, fiel marido, aficionado al buen beber y comer. Su método de investigación está orientado por la intuición, el acercamiento a la psicología de los sospechosos, y una gran dosis de paciencia para esperar que los culpables confiesen sus faltas. Maigret es uno de los grandes mitos de la novela policiaca.
De las novelas no protagonizadas por Maigret, hay algunas especialmente notables: “Carta a mi juez”, “El tren”, “La muerte de Belle” o “El gato”. Novelas a las que él llamaba “de crisis” o “del comportamiento humano”. En 1981 publicó sus “Memorias intimas”. Simenon, que contó con el fervor de sus lectores, también tuvo el afecto de grandes escritores. García Márquez habla de él y de algunos de sus cuentos, y André Gide destacó “la profundidad sicológica y ética de sus obras”.
Otros recuerdos de La primavera Simenon
Durante los días del festival La primavera Simenon tengo la oportunidad de participar en varias mesas redondas donde se ventilan los asuntos de Simenon. También conocemos una valiosa colección de fotos que el escritor belga tomó durante una de su estadía en el Congo Belga. En sus fotos se destaca la intención de recrear aspecto de la vida congoleña, sus tonos grises, la miseria y desamparo de su gente. En otra parte de la exposición, vemos fotos que captan imágenes de París, de su habitantes y actividades, algo que se encuentra frecuentemente en la mayoría de sus novelas.
Hacia el final del encuentro ocupamos una mañana en recorrer el barrio donde vivió Georges Simenon. La casa donde nació, los lugares donde se juntaba con otros artistas y escritores, algunos bares que fueron testigos de sus horas de bohemia y otros lugares que suelen aparecer en sus novelas. Este recorrido urbano literario forma parte de los atractivos que suelen ofrecerse a los turistas y estudiosos que llegan a Lieja atraídos por la personalidad y obra de Simenon. Otro punto de especial interés del festival es la visita al archivo de su obra que se mantiene en dependencias de la Universidad de Lieja. Impresiona el volumen de sus libros y la enorme cantidad de traducciones que tienen en distintos idiomas. Conocemos algunos de sus manuscritos y los originales de las cartas enviadas por Federico Fellini y Charles Chaplin, entre otras personalidades. En una de las habitaciones que conocemos está su escritorio, algunas de sus pipas y una infinidad de recuerdos. Terminamos el recorrido con la emoción de haber conocido una parte, mínima probablemente, de la intimidad creativa de un escritor que admiramos desde hace mucho tiempo.
Cuando comencé a leer a Georges Simenon no imaginaba que en el futuro escribiría mis propios relatos definidos por los códigos de la literatura policial, y que crearía un gato –impertinente y gruñón– al que llamaría Simenon. No recuerdo el título de la primera novela de Simenon que leí, pero sí que las andanzas de Maigret me cautivaron por sus ritos cotidianos, sus manías, sus descripciones de París y su mirada siempre atenta para caracterizar a cada uno de los personajes con lo que se enfrenta en sus afanes policiacos. Desde entonces siempre leo y releo sus novelas que ocupan un lugar de privilegio en mi biblioteca.
Lo que más me atrae en Simenon y en su Comisario Jules Maigret es la mirada humana, solidaria, que da al mundo del crimen y sus personajes. Su comprensión del medio en que se da un hecho criminal, la manera como describe los personajes y los aproxima a los sentimientos de los lectores. De ese modo, no es extraño que uno se sienta amigo de Maigret, que lo acompañe hasta su oficina y comparta sus meditaciones o el humo de su pipa, que se acerque a él cuando bebe una copa de Calvados en un bar de barrio, o sueñe con ser invitado a cenar a su casa para disfrutar de las dotes culinarias de su esposa, Luisa. Tampoco es extraño que uno conserve en la memoria a sus personajes como sus ayudantes, los inspectores Lucas, Janvier, Laponte y Torrence. Simenon, en todas sus novelas fue capaz de crear intrigas atractivas y personajes entrañables.
Hace más de treinta de años, cuando tuve la oportunidad de viajar por primera vez a París llevaba en mi memoria los nombres de muchos de los lugares señalados por Simenon en sus novelas. Sin haber recorrido aun nada de la ciudad, salí del hotel en que alojaba, abordé el Metro y luego de andar en él diez o quince minutos, elegí al azar una estación en la cual descender del tren y volver a la superficie. Y al hacerlo, me encontré con dos imágenes. Una, la del cielo parisino cargado de nubes y presagios de lluvia, y la otra, la de un letrero con la leyenda: Quai des Orfèvres, el lugar tantas veces citado en las novelas de Simenon y en donde se ubica la oficina en la que el inspector Maigret vive sus aventuras detectivescas. Me pareció algo mágico.