“La muerte es la continuación de la vida sin mí”
J. Paul Sartre.
Al revisar la historia, cada cierto tiempo, nos encontramos con personajes que han decidido terminar con sus vidas y, aunque nos cueste reconocerlo, debemos enfrentar y respetar esa decisión definitiva. Hay varios que la han intentado más de una vez, como Paul Gauguin. Sin embargo, cuando se logra no se puede volver atrás. En Chile dos presidentes de la república (José Manuel Balmaceda y Salvador Allende) se han quitado la vida y este acto los ha transformado en ejemplos de dignidad, aunque, durante años, parte de la izquierda chilena negó el suicidio de este último. Hace un tiempo, un programa de televisión eligió al mejor chileno de todos los tiempos: primero salió Allende y luego Arturo Prat (muchos son los que ven en el abordaje al Huáscar un acto suicida).
En los 80, uno de los poetas jóvenes más destacados, Rodrigo Lira, llena la tina el día que cumple 26 años y corta su cuerpo. Él, un artista apasionado con las performances, realiza su acción de arte final. Con el pasar de los años lo seguirán algunos cuarentones como Francisco, Edgardo, Germán …
En los años 2014 y 2015 el dramaturgo y director teatral Cristián Figueroa, escribe su proyecto “Trilogía de tiernos y feroces” y se transforma en ganador del concurso FONDART de Excelencia. En dicha obra cuenta parte de la vida de tres grandes suicidas de nuestro país: Luis Emilio Recabaren, Violeta Parra y Pablo de Rokha.
La historia de la literatura registra grandes suicidas. Desde la antigua Grecia, donde se muestra al héroe Ajax atravesándose con su propia espada, hasta los vídeos filmados por el estadounidense Jack Kevorkian (1928 -2011) Doctor Muerte, defensor del suicidio asistido, dan cuenta de ello. En esta historia no podemos olvidar la leyenda de dos jóvenes que, a pesar de la oposición de sus familiares, deciden casarse de forma ilegal y vivir juntos; sin embargo, la presión de esa rivalidad y una serie de fatalidades conducen a que la pareja elija el suicidio antes que vivir separados.
Más allá de la historia contada, un ejemplo, muchas veces mencionado es el del escritor japonés Yukio Mishima. Considerado uno de los grandes escritores de Japón del siglo XX y reconocido como uno de los más importantes estilistas de posguerra. Ideológicamente un nacionalista de derecha, Mishima se opone a la occidentalización de Japón. Funda el Tatenokai un tipo de milicia privada creada con el fin de restaurar el poder del emperador. El 25 de noviembre de 1970, junto a cuatro miembros de su milicia se infiltran en una base militar en el centro de Tokio, toman al comandante como rehén e intentan incitar a las Fuerzas de Autodefensa a revocar la Constitución de 1947. Tras el fracaso de su iniciativa, se suicida mediante el seppuku o harakiri.
El suicidio, como todo acto humano, tiene diversos orígenes. Puede ser la traición política, como en los casos de Balmaceda y Allende, la imposibilidad del amor como los jóvenes retratados por Shakespeare o el amor no correspondido como en el caso de Violeta. La forma también puede ser distinta, no olvidemos que Alfonsina Storni lo hace caminando hacia el mar y Mishima. por medio del desentrañamiento. Un código ético de los samuráis que se realizaba de forma voluntaria para morir con honor
El suicidio es uno de los tabú de nuestra sociedad, aunque muchos lo validan diciendo que es un acto de libertad, puesto que el ser humano tiene derecho a definir su muerte.
Álvaro Jiménez, académico de la Facultad de Psicología de la UDP, asegura que “los índices de soledad, sobre todo en países de altos ingresos han aumentado, hasta el punto en que Japón creó un Ministerio de la Soledad. Y esto se relaciona no solo con problemas de salud mental, sino que con el aumento de problemas de salud física. Cuando hablamos de soledad, hablamos de un malestar subjetivo que tiene que ver con las percepciones y que resulta de una brecha que existe entre las conexiones sociales deseadas y las percibidas”
Grandes escritores y pensadores han hablado del suicidio.
Nietzsche plantea que el suicidio no constituye un acto de negación de la vida sino un acto de libertad humana. Como se lee en su libro Así habló Zaratustra «Yo os alabo mi muerte, la muerte libre, que viene a mí porque yo quiero». En Más allá del bien y del mal escribió:«El pensamiento del suicidio es un poderoso medio de consuelo: con él se logra soportar más de una mala noche». Albert Camus, utilizó el suicidio para reflexionar sobre el sentido de la vida desde una posición existencial en su ensayo filosófico El mito de Sísifo, a menudo representado con la famosa frase «No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: es el suicidio”.
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Saludo la llegada de esta nueva publicación. Y felicito a Francisco Zañartu por su brillante columna sobre el suicidio, su huella en la política, el arte y la literatura, y el enigma que se esconde tras él. Excelente.