¿“Quién me presta una escalera para subir al madero y quitarle los clavos a Jesús el Nazareno?” ¿Para subir a una cruz tan alta como la Gran Torre Costanera? ¿Quién paga mil dólares para matar a Dios? En la tierra de sicarios. Jesús murió en Chile. El viernes de los mariscos y el congrio frito.
A Dios ya lo matamos todos. “Así habló el más feo de los hombres”. ¡Necios! No hay una escalera para subir al Gólgota. El cerro de los cadáveres. Sin ojos y sin piel. De huesos corroídos y el alma podrida. En la cima del cerro santo sin escaleras, cuelga el resucitado de huesos limpios y al alma pura. Murió sin calavera. Coronado de espinas. Muere y nace todos los días. Repetición y diferencia. El cero de las formas.
Más allá de las estrellas, el ser se convirtió en Dios, y el Dios en ser. Cristo sangra contra el viento. Con el corazón arrugado y una canción de Lady Gaga. La muerte como espectáculo. Su madre llora sin voz ni lágrimas. Abrazada a los pies del sacrificio y el amor. Más allá de la muerte.
Por fin el domingo santo. Resurgimiento metamórfico. Retorno y encuentro. Renovación y salvación. Desgarro amoroso. Un día para subir al Gólgota. Que no tiene escaleras. Ni una larga ni otra cortita. Un día para subir al cielo y abrazar al crucificado. Para cantar y orar juntos. ¡Resucita! Ahora sí eres tú el muerto y yo estoy vivo. Tú estás vivo y yo estoy muerto.
“Knock, knock, the Heaven’s door”. Una vez salvado, (luego existo).

¿La política será salvada o se salvará? Tendríamos que orar arrastrando la cruz. Leo que el presidente representa a la nueva izquierda en su futuro internacional. ¿La posmoderna? Cenizas al viento. No se salva. Que además Chile sale a la casa de aliados en E.E.U.U. para enfrentar la guerra comercial de Trump. Buscando “stakeholders”, abogados y lobistas estadounidenses. Ja. Sólo retórica vacía en tiempos de guerra. Se les olvida que lo que primero muere en las guerras es la ética y la verdad. También los tratados de un viejo orden global que agoniza. No salvamos. Somos pequeños efectos colaterales. Menesterosos y llorones. Hasta el poder nos menosprecia. Con una sonrisa irónica y el aliento podrido. Copulamos con la muerte pálida. La de dientes de oro y plata. Sin mirarle la cara. Porque no tiene rostro.
“La globalización como la conocemos está acabada”. ¿También la democracia que conocemos? Un nuevo y viejo mundo vomita con estertores. Herido de muerte por la violencia y la guerra. Con una lanza en el costado. A los pies de una cruz de acero y titanio. Donde orinan los peregrinos del consumo. Porque allí no hay baños. Sólo el árbol del suicida y su bolsa de dinero. En el “campo de sangre”. Donde muere el mundo y el hombre.
Renació la esperanza. “El paraíso (está) a la vuelta de la esquina”.