Claudia Sheinbaum fue elegida con una abrumadora mayoría presidenta de México. Es la primera mujer que ocupará ese cargo a partir del 1 de octubre del presente año, en un país de machos, donde las pistolas, las balas y la violencia han marcado la historia política con un sinnúmero de asesinatos y donde en las últimas décadas, la corrupción, las drogas y las armas contribuyeron a cambiar el escenario político por el progresivo abandono de los principios que inspiraron a los grandes líderes nacionalistas y revolucionarios de inicios del siglo XX. Pascual Orozco, Francisco Villa o Emiliano Zapata, entre otros grandes, todos ellos fueron inspirados en el gran Benito Juárez, indígena zapoteca, presidente en cinco ocasiones (1858-1872), fundador del Estado laico y quien derrotó a los franceses invasores. No vaciló en fusilar a Maximiliano de Habsburgo, quien pretendía fundar una dinastía.
Acérrimo defensor de la ley y la justicia, entres sus frases quedó una bastante olvidada: “Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Todos estos patriotas fueron marcados por las injusticias sociales en un país que perdió frente a los Estados Unidos, en la guerra expansionista de 1846-1848, casi dos millones y medio de kilómetros cuadrados que hoy conforman los estados de California, Nevada, Utah, gran parte de Colorado, Nuevo México y Arizona. También Texas, que se declaró independiente de México en 1836, hasta incorporarse a Estados Unidos, 10 años después.
Desde la Revolución Mexicana (1910-1917) que puso fin a la larga dictadura del general Porfirio Díaz, se dio inicio al proceso de transformaciones sociales que serían continuadas por el presidente Francisco Madero, hasta su asesinato, en 1913. Posteriormente, el sentimiento revolucionario quedaría refrendado en la Constitución del 5 de febrero de 1917 y que llevaría a la presidencia a Venustiano Carranza, quien también sería ultimado en 1920. La Carta Magna mexicana, que se mantiene hasta hoy, garantizó un gobierno republicano, federal y laico, poniendo énfasis en la protección de la clase trabajadora. No es posible entender la evolución política de México sin el Partido Revolucionario Institucional (PRI) cuyos orígenes se remontan a 1929 con el nombre de Partido Nacional Revolucionario, para pasar en 1938 a llamarse Partido de la Revolución Mexicana hasta 1946, cuando adoptó su nombre actual. Cambió de denominación, pero eran las mismas prácticas caudillistas que se fue asentando para convertirse en partido único, con luces y sombras, como la trágica matanza por parte del ejército, de cientos de estudiantes en Tlatelolco -Plaza de las Tres Culturas- en 1968, o el asesinato del candidato presidencial, senador y presidente del PRI, Luis Donaldo Colosio, en 1994. En la vida real, el PRI gobernó ininterrumpidamente hasta el año 2000, es decir, prácticamente 90 años dividido en 15 sexenios.
De la mano del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) se dieron legitimidad jurídica las primeras reformas de la Revolución que generaron cambios sustanciales para la sociedad mexicana, tales como la propiedad de la tierra, el mejoramiento de las condiciones de salud para la población, la ley de educación primaria obligatoria y gratuita o la nacionalización de la floreciente industria del petróleo, que explotaban más de una docena de empresas extranjeras. Cárdenas tuvo la valentía de abrir las puertas a alrededor de 20 mil refugiados de la Guerra Civil Española, rompiendo relaciones diplomáticas con la España franquista que no fueron reanudadas hasta el año 1977. Lo mismo hizo el presidente Luis Echeverría en 1973, al cortar con la dictadura de Pinochet, recibir a la familia del presidente Salvador Allende y a los miles de exiliados que encontraron en México un nuevo hogar. No se restablecieron las relaciones con Chile, hasta la vuelta a la democracia en 1990. La primera mitad del siglo XX contribuyó a marcar profundamente la identidad cultural del pueblo mexicano e identificarse con los principios de la revolución. Los sexenios del PRI, que parecían interminables, acabaron el año 2000 poniendo fin el monopolio de un partido con el triunfo del presidente Vicente Fox, representante del Partido de Acción Nacional (PAN), nacido en 1939 e inspirado en los principios del humanismo cristiano, que terminó transformándose en un partido de derecha.
El México del siglo XXI consolidó el proceso de decadencia del PRI que se había producido ya con la primera escisión, en 1989, donde caudillos como Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y el actual mandatario Andrés Manuel López Obrador, junto a otros pequeños partidos de izquierda, crearon el Partido de la Revolución Democrática (PRD), como polo opositor para enfrentar a las fuerzas del neoliberalismo de la derecha mexicana. Se sumaría a este nuevo partido la futura presidenta, Claudia Sheinbaum, junto a muchos otros jóvenes comprometidos con las ideas de izquierda. Sin embargo, las rivalidades personales, caudillismo y fraccionalismo terminarían con la creación de un nuevo referente en 2012, encabezado por López Obrador, MORENA o Movimiento de Regeneración Nacional, que rápidamente lo proclamaría candidato presidencial para la elección 2018. A MORENA se unieron también parte importante de la nueva generación de políticos incluyendo a Sheinbaum.
A la luz de los recientes resultados, se anuncia un nuevo ciclo político encabezado por una mujer con una sólida formación científica, que desde sus años en la universidad ha participado en política, sin haber nunca militado en el PRI. Ha ejercido de maneras eficiente y transparente los altos cargos públicos que ha tenido como Secretaria de Medio Ambiente o Jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Algunos temen que Sheinbaum gobernará bajo la sombra de López Obrador, pero ello es difícil que ocurra o más bien una falta de respeto hacia una mujer que ha demostrado fuerza, carácter y gestión. “No llego sola, llegamos todas”, señaló ante miles de personas la noche de su triunfo. Las mujeres se han empoderado de verdad en el México de hoy gracias a una larga batalla por sus derechos logrando la paridad con enmiendas constitucionales a partir de 2019.
México es una sociedad compleja, con alrededor de 30% de su población que vive bajo la línea de pobreza, un país multicultural, con un 20% de población indígena donde se hablan más de 300 lenguas de sus pueblos originarios. Compartir más de tres mil kilómetros de frontera norte con Estados Unidos y cerca de 40 millones de mexicanos viviendo en ese país, representa un desafío mayor para cualquier presidente. Mientras que, por el sur, la frontera alcanza a prácticamente mil kilómetros con Guatemala y Belice, puerta de entrada de emigrantes en su camino hacia Estados Unidos. Alejarse de las tentaciones populistas y la economía serán el gran desafío para Sheinbaum. Debe disminuir el déficit fiscal, atraer inversiones para generar empleos estables para disminuir el informal, que inunda las calles de las ciudades. La alianza antinatural del PRI, PAN y PRD, para enfrentar a Sheinbaum y MORENA, representada en la candidatura de Xóchitl Gálvez sufrió una derrota histórica al obtener solo 27,9% de los votos contra el 59,35%, es decir una diferencia de casi 32 puntos, mientras que el tercer candidato en liza, Jorge Álvarez Máynez, del Movimiento Ciudadano, alcanzó un respetable 10,41%. Estas cifras son con el casi 97% de los votos escrutados.
El desafío mayor de la nueva presidenta será leer correctamente lo que desea el pueblo mexicano respecto a la idea del actual mandatario de modificar la Constitución a través del llamado Plan C, para reformar el poder judicial y eliminar la corrupción -ha señalado- a través de la elección popular de los jueces. La gran mayoría parlamentaria obtenida en la elección dejará a MORENA y a sus aliados al borde de la mayoría absoluta lo que abre las puertas al cambio constitucional. Los grandes derrotados, el PRI, pierde todo su peso político mientras que el PRD probablemente desaparecerá, si no logra el 3% de los votos. La derecha del PAN continuará como segunda fuerza política y el Movimiento Ciudadano, esa formación con jóvenes innovadores, que se declaran social demócratas, pero dirigida por viejos políticos del PRI, tienen un largo camino para consolidarse como fuerza política. Dependerá de la manera en que sus parlamentarios enfrenten este nuevo escenario político.
Claudia Sheinbaum requerirá prudencia y templanza para alejarse de las tentaciones autoritarias y de los peligros del populismo que encandilan el poder. Debe gobernar para una sociedad que hace décadas espera cambios reales y permanentes que permitan sacar de la pobreza a millones de mexicanos que viven en esa condición.