¿Entre el populismo y el autoritarismo, yace inerte la Democracia Revolucionaria del presidente y su gobierno actual? ¿O sólo se atisba una decepcionante, triste y necesaria democracia de “solución urgente de problemas”, sin atisbos revolucionarios, ni menos, una futura Constitución de transformaciones?
¿El 6% a cuentas de capitalización individuales, o a un fondo común solidario “muy ideológico”, como dicen sus detractores?
Las dos propuestas sí son ideológicas. Prefiero la del fondo común solidario. Tiene intensidad y un aroma a espíritu revolucionario. Pero ya nadie habla sobre revoluciones (im)posibles.
El filósofo Byung Chul-Han publicó el 5 de noviembre en el diario El País las seis causas “por lo que no es posible una revolución (tradicional)”, a través de sus permanentes intuiciones fundamentales.
1.- Nos explotaríamos voluntaria y permanentemente sintiéndonos más libres y autorrealizados. Amos y esclavos a la vez, víctimas de nosotros mismos. Los auto flagelantes no son revolucionarios.
2.- En el actual régimen neoliberal como “capitalismo del me gusta”, se estimula la expresión del deseo y preferencias (que estimulan el consumo) a través de la comunicación y la permanente “protocolización total de nuestras vidas y comportamientos”. Las revoluciones necesitan del silencio.
3.-En medio del odio digital, la “cólera ha sido reemplazada por la indignación y el descontento”, incapaces de “provocar cambios radicales”. Toda revolución necesita de una cólera que “niegue la sociedad falsa”. (Primero debe ser reconocida como falsa).
4.-El smartphone como confesionario, es un instrumento de vigilancia, devoción y sumisión. El like, es el “amén digital”. Sofoca las revoluciones (verdaderas).
5.- El capitalismo neoliberal explota la libertad. El comunismo reprime la libertad. Aturdidos por “la droga digital”, y “embriagados por la comunicación”, no podemos decir el “¡Basta ya!” revolucionario. La voz de la resistencia. Es reemplazada por el “truismo, protegedme de lo que quiero”.
6.-El régimen neoliberal es “un régimen de la angustia”. “Aísla a las personas, erosiona la comunidad convirtiéndolas en empresarios de sí mismo”. Competencia total, rendimiento, individualización, perdida de la solidaridad y narcisismo = angustia. Miedo al fracaso de nosotros mismos, de quedar al margen, a las decisiones equivocadas = ansiedad. “La sociedad del miedo (para aumentar la productividad) sofoca la revolución”. (La angustia permite visualizar la nada)
Concluye afirmando que “vivimos en la sociedad de la supervivencia”, con una vida atrofiada que sólo se resume en superar problemas, mirando “amedrentados un futuro (que parece) tétrico”. El único punto de fuga en esta agobiante realidad consiste en dejar de “sacrificar la vida en el altar de la angustia” y del “dolor que no cesa”, a través de la creación y renacimiento en “el espíritu de la esperanza”. Esperanza, como “palabra militante”, “horizonte de sentido” y “revolución” de futuro. Esperanza solidaría y comunitaria.
Recomiendo no dejar de hablar (por lo menos), del espíritu y la esperanza de hacer cambios revolucionarios pacíficos y democráticos.
Si acobardados, dejamos de hablar sobre los fundamentos, termina por desaparecer lo esencial.