La reciente visita a Chile del Canciller mexicano Marcelo Ebrard con el exclusivo propósito de entrevistarse con el Presidente electo Gabriel Boric simbolizó con claridad el propósito del gobierno de ese país de potenciar los triunfos electorales de las fuerzas de izquierda de la región para reactivar las instancias de diálogo político y de integración regionales.
Se trata de una estrategia política cuidadosamente elaborada por el gobierno del presidente Manuel López Obrador, que esperaba una coyuntura regional propicia para abandonar su aparente y declarado desinterés por la política exterior y reasumir el liderazgo que México ha tenido tradicionalmente en la región.
La pronta y eficaz protección diplomática de México fue decisiva para salvar la vida del depuesto Presidente Evo Morales en Bolivia, tras el golpe que lo derrocó, trayendo al recuerdo de los chilenos la ejemplar actitud mexicana ante el golpe militar de 1973 y su protección a la familia del Presidente Allende y de miles de chilenos perseguidos por la dictadura de Pinochet.
Restablecida la democracia en Bolivia, el gobierno de México estableció estrechos lazos de amistad y cooperación con el presidente Luis Arce, actitud que ha repetido en los casos de Alberto Fernández, en Argentina, y de Pedro Castillo, en Perú. También de Xiomara Castro, en Honduras, que asumirá como Presidenta a fines de este mes.
Durante el curso de este año 2022 se espera que, si las encuestas electorales están en lo cierto, en dos países de gran importancia y peso en la integración latinoamericana, sea desplazada la derecha y asuman gobernantes de reconocida trayectoria de izquierda: Lula en Brasil y Gustavo Petro en Colombia. En el primer caso, sería el regreso triunfal de un gran líder latinoamericano que debió enfrentar y superar una feroz ofensiva judicial de la derecha gobernante, la que no logró dañar su sitial de representante admirado y querido del pueblo brasileño. En el caso colombiano, sería la primera vez que un líder de izquierda llega al poder tras un proceso electoral en ese gran país cuya historia ha estado signada por la violencia.
Ya se trate de una nueva generación que asume la tarea de enfrentar y superar los problemas antiguos y de nuevo corte que enfrentan sus pueblos, como el caso chileno, de nuevos representantes de sectores sociales hasta ahora marginadas del desarrollo nacional, como el caso del Perú, de pueblos originarios, de movimientos feministas y de minorías de diferentes orientaciones sexuales que pugnan por un reconocimiento de sus derechos o de luchadores por un medio ambiente libre de contaminación, los pueblos latinoamericanos están dando demostraciones claras de que esta vez sus luchas en contra de las desigualdades de todo tipo deberán ser continuas y coordinadas a nivel regional.
Con sus obvias especificidades nacionales e históricas, los problemas a enfrentar tienen rasgos similares, al igual que las soluciones que deben ser formuladas, por lo que la creación de una instancia de formulación de políticas públicas para dar respuesta a dichos problemas se impone como una necesidad colectiva.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha cumplido ya tres años de gestión de un periodo presidencial de seis y cuenta con un alto nivel de apoyo ciudadano. Este año se realizarán elecciones estatales en seis estados de la República, que son muy importantes en este régimen federal. Las encuestas pronostican triunfos mayoritarios de Morena, el partido gobernante, gracias principalmente al buen funcionamiento de sus políticas sociales. De manera que puede afirmarse que su estrategia de revitalización de las instancias latinoamericanas de diálogo político (CELAC) y de integración (Mercosur, Alianza del Pacifico y otras) tiene bases sólidas.
México es además un interlocutor privilegiado de la región latinoamericana con los Estados Unidos, a quien lo unen lazos estrechos como los cuarenta millones de mexicanos que viven en los Estados Unidos, las economías nacionales complementarias, el Tratado de libre Comercio entre USA, México y Canadá (el T-MEC recientemente renegociado) y problemas conjuntos como la migración centroamericana. Ninguno de estos vínculos ha impedido que México haya encabezado históricamente la defensa de Cuba ante el bloqueo norteamericano o su actual colaboración para encontrar una salida democrática de la crisis venezolana. Ni la iniciativa emprendida por México en la reunión de la CELAC de septiembre de 2021 por reformar o poner fin a la OEA por ser un organismo inútil y desfasado para las necesidades actuales de la integración latinoamericana, visión destinada a profundizarse con los resultados electorales previstos para este año en la región. Ni la demanda presentada recientemente por el gobierno de México ante los tribunales de los Estados Unidos en contra de las empresas fabricantes de armas de ese país por favorecer abiertamente y sin controles su venta masiva a los carteles mexicanos de la droga.
Estrechar los vínculos con México y diversificar el trabajo en pro de la integración latinoamericana serán, pues, dos orientaciones acertadas del gobierno presidido por Gabriel Boric que asumirá en marzo. Y como se ha adelantado, priorizar la Alianza del Pacífico y su diversificación tiene mucho sentido y ofrece perspectivas nuevas gracias a los cambios de la orientación que se espera en las elecciones de este 2022. En temas de interés común como el de la creación de un orden sanitario latinoamericano, que incluya la política de producción y abastecimiento de vacunas o la desafiante explotación del litio y de otras riquezas minerales, América Latina debe afinar los procesos de integración. Este 2022 debe ser un año clave para ello.
2 comments
Interesante, inteligente y atinado el artículo de Julio Sáu Aguayo, su pluma sea profética y Latinoamérica retome ese camino hacia la unión y colaboración de nuestros pueblos.
Buen artículo de Julio Sáu Aguayo, quien conoce muy bien la vida de México, en especial su política. Esperamos que con 74% de aprobación popular Andrés Manuel López Obrador pueda, en sus 3 años restantes de gobierno, gravitar en la integración latinoamericana con base en el nacionalismo progresista.