A cien años de su nacimiento. La feroz lucidez política y estética de Pasolini. Por Raquel Olea

por La Nueva Mirada

Este año, en que se conmemora el centenario del nacimiento de Pier Paolo Pasolini (1922 – 1975) su obra lo proclama como uno de los intelectuales y artistas más notables del siglo XX.  Asesinado la noche del primero de noviembre de 1975 por “malas manos” poderosas y escondidas bajo otras mercenarias, su crimen permanece impune hasta el día de hoy.  

Entre 1972 y 1975 Pasolini se había concentrado en un intenso trabajo de producción intelectual y artística: Los cuentos de Canterbury, el documental Las murallas de Sana, las películas Las mil y una noches, Salo o los 120 días de Sodoma, son algunas de las obras de esos últimos años. Además, continuó la recopilación de apuntes, notas y otros escritos a los que llamó “mi proyecto de novela”, que no alcanzó a entregar al editor. En 1981 se publicarían, tal como él los dejó, bajo el título de Petróleo.  Narración extensa, escrita en múltiples géneros, estilos y registros diversos. Más conocido y admirado como cineasta, en esta oportunidad, me refiero a su escritura.

La conjunción de pensamiento político, de Escritos corsarios (1975), y la propuesta estética, elaborada en películas y textos literarios, particularmente en la novela Petróleo lo han convertido en la figura epigonal del “intelectual comprometido “sartreano. Los cruces temáticos, las proyecciones políticas, las tradiciones culturales en que se sustenta su estética, la orientación de su obra hacia un sentido de trascendencia, evidencian su sensibilidad, en un momento crucial de la cultura italiana.  Al enunciar en sus textos periodísticos el malestar de su tiempo, anuncia lo que él lucidamente nombró como un “cambio antropológico” en la cultura de occidente. Por otra parte, las representaciones realistas, elaboradas estéticamente en sus películas, historizan y relacionan imaginarios políticos, sociales y culturales en los que lee indicios y potencialidades de una esperanza.

Su obra articula con lucidez los signos de una latencia que ya en los años sesenta y setenta, anunciaba “una revolución de derechas “, marcada por los poderes del consumo y las comunicaciones, un cambio cultural, que produciría   en el futuro – es decir en la actualidad- un nuevo ser humano, otro que “el hombre nuevo“ de la revolución del proletariado. Feroz en su lucidez, indomesticable en sus políticas y arriesgado en su estética, fue un sujeto peligroso y en peligro. Amado en toda Europa como cineasta único en sus propuestas y, a la vez, odiado en Roma por su crítica implacable a los poderosos y a la moral vigente, su actitud intelectual fue la de un sujeto que tuvo el saber del peligro y la catástrofe, de la amenaza que debe ser anunciada y dada a conocer, “todos estamos en peligro” declara en una de sus últimas entrevistas.

Mas allá de la crítica a su tiempo, su mérito fue medir y anticipar la magnitud de un cambio mundial cuando este estaba en ciernes, se refería al fenómeno de la globalización procedente de modos de vida norteamericanos que en su modo de afectar la economía lo extendería a la totalidad de la vida: costumbres, culturas locales, lenguas dialectales, modos de convivencia, vestimentas; relaciones personales, amorosas, sexuales. A la destrucción de lo local, a la homogeneidad sin fronteras le llamó “genocidio cultural “. Situado en el estatus de un cineasta reconocido y admirado, de un poeta, un artista pensante, habló y escribió como un intelectual público, sintiendo su oficio como un deber ético.  En el artículo, La novela de las Matanzas en Escritos corsarios, reitera enfáticamente que su saber procede del saber de su profesión, como intelectual, ésta le exige conocer e imaginar…”Lo sé, porque   soy un intelectual, un escritor, esto forma parte de mi oficio y del instinto de mi oficio”, dice. Sus textos periodísticos construidos literariamente adquieren formas de poemas, diatribas, sátiras, odas y otros géneros clásicos que confirman la posición intransable de no callar, provocando con su decir, lo que otros callan. La confianza en su escritura política la centra no solo en la calidad de la información que transmite sino en la factura literaria de su lenguaje que nombra estéticamente la realidad; sus textos abiertos a figuraciones, imágenes, metáforas, reiteraciones, insistencias, metonimias  le dan a la escritura un excedente poético en la escenificación de una crítica política que se densifica en su  estética : “ Me explicare mejor volviendo a mi modo acostumbrado de hablar, o sea el del literato”, declara en  una entrevista a su biógrafo Nico Naldini .

Como sujeto moderno había confiado en las utopías del siglo XX: militante del partido comunista creyó en el marxismo, como   también en las tradiciones humanistas representadas por el cristianismo progresista de la iglesia católica. Sin embargo, la constatación de formas de aburguesamiento   interclasistas, que la nueva cultura global ofrecía, fueron derrumbando paulatinamente sus expectativas conduciéndolo al escepticismo y a un malestar radical. En “El articulo de las luciérnagas” incluido en “Escritos corsarios” enuncia su desesperanza política en un estilo poético y literario; escribe como a comienzos de los años sesenta había ocurrido en Italia una transformación de la vida natural, por efecto de la industrialización. La desaparición de las luciérnagas a causa de la polución del agua, en una localidad determinada provoca en él la imagen de una pugna cultural entre los modos de habitar la oscuridad. La metáfora de la luz construye en el poder invasivo de los grandes focos la aniquilación de las pequeñas intermitencias de otras luces; la imagen de las luciérnagas que caen aniquiladas por la luz del poder lumínico representa la tragedia del pueblo invadido por el foco de un poder único que   hace desaparecer las diferencias de los cuerpos, las lenguas, las regiones.

 Refiriéndose al título de su novela Petróleo, dice, “Mis ojos cayeron por azar sobre la palabra Petróleo, en un articulillo creo que de L/ Unitá y solo por haber pensado en la palabra petróleo como título de un libro sentí luego el impulso de pensar la trama de dicho libro”. El petróleo, líquido oleaginoso que se extrae de lechos geológicos (RAE) nos lleva a pensar en la materia depositada en lo profundo, en yacimientos; metafóricamente el signo podría abrir una ruta hacia el valor del sedimento, de aquello que espera (políticamente) su tiempo, para ser extraído de la fuerza del pasado, cuando el presente comparece vaciado de sentido. El nombre de la novela es sin duda un guiño a las significaciones inscritas en su trabajo artístico. El autor no alcanzó a entregar el manuscrito; en el cruce de lenguajes estéticos, visuales, políticos, deconstruye representaciones imaginarias, formas de pensar la crítica y la cultura de los distintos tiempos y latitudes que antecedieron a la sociedad italiana. Pasolini piensa, teoriza, elabora texto y construye narrativas extraídas de sus notas, las que dan cuerpo a un texto interpelante, en la tensión propia de la novela, hablándole al lector, “juntos hemos discutido, tal como se puede hacer a solas, escribiendo”, instándolo a ser su cómplice, su “aliado” en la construcción de núcleos de sentido. En ocasiones lo particulariza, le pide ayuda, “Llegados a este punto lector mío te pediría que te dejes transportar, sin oponer resistencia. Por lo pronto empieza por no sonreír” (…) el hecho es que no deseo sonreír ni bromear acerca de mi materia”, advierte antes de iniciar el relato de una performance sexual colectiva.

Lo sexual y la sexualidad interrogada como lugar de rebeldía y de resistencia a la mercantilización de los cuerpos, cobra  un protagonismo determinante en los sentidos políticos de texto, el lenguaje del erotismo es  un espacio político  de libertad y resistencia: como en su  película Salo, se sumerge en la orgía  buscando la eficacia  para oponerse  al total aburguesamiento y consumo de los cuerpos; Pasolini es – o posa- de libertino , adora el escándalo, exige tanto el derecho como la libertad de  expresarse y zafar de la moral sexual dominante;  a finales de los sesenta el último baluarte de la realidad  parecían ser los inocentes cuerpos  con la arcaica, hosca  y vital violencia de sus órganos  sexuales”, declara. Es la convicción de la necesidad de libertad exasperada y también desesperada lo que provoca su pulsión de escribir actos y gestos sexuales, fugaces, violentos, particularmente entre hombres, donde la acumulación orgiástica escribe la mayor de las transgresiones, en respuesta a la acumulación del capital. Pasolini conoce el poder de la pulsión sexual, sabe de su potencia liberadora, en una sociedad en que la Iglesia católica ha domesticado los cuerpos y construido alianzas con los poderes más ominosos de la sociedad italiana. Habiendo sido un niño educado católicamente, en su pueblo natal sabe de la sumisión y el temor al castigo, el descubrimiento de su homosexualidad lo volvió culpable, con una experiencia de exclusión y diferencia que le dificultó aceptarse a sí mismo “estaba acostumbrado a odiarme hasta un punto en que odiarse y compadecerse de sí mismo no significaba diferencia de tiempo”, dice en el relato biográfico “Actos impuros”. Su respuesta estética es la politización y la producción de una sexualidad libertaria: gozosa y sufriente. Durante los años setenta ya decepcionado de lo que fueran las luchas democratizadoras  y  de liberación , declara, “ los cuerpos han sido violados , manipulados  y ofendidos por el poder consumista,  la violencia sobre los cuerpos se ha convertido en el dato macroscópico de la nueva época humana , declara que su vida sexual  privada ha sido  degradada por el  trauma de la tolerancia  y lo que en  las fantasías sexuales  era dolor y alegría  se ha convertido en suicida desilusión  en informe desidia”.

Petróleo fascina por la inteligencia de su estructura, por su despliegue de materiales y realidades.  La ferocidad política de Escritos corsarios, su denuncia escéptica y desesperada   alcanza en la estética de Petróleo, tonalidades, múltiples, más dispersas, más lúdicas y ambiguas, también de mayor optimismo. Si en Escritos corsarios no pudo articular una respuesta política al carácter de genocidio cultural que atribuyó a la sociedad de consumo, es en las dimensiones simbólicas de su trabajo literario: en sus películas, en sus novelas, particularmente en la monumentalidad abierta y fluida de Petróleo, que, en la mirada hacia los sedimentos de la cultura, puede encontrar una salida. Una esperanza. En Petróleo la violencia de Escritos corsarios es atenuada por la imaginación poética, la escritura ofrece una fe perdida, como diferencia crítica con lo actual, en medio de lo que él mismo anunció como vacío cultural, como cambio antropológico operado por el Nuevo Poder del consumo.

También te puede interesar

Deja un comentario