América Latina y el nuevo desorden mundial (Parte II). Por Julio Sau Aguayo

por La Nueva Mirada

El libro que tras la guerra de Irak escribiera Tzvetan Todorov titulado “El nuevo desorden mundial” y que nos sirve para comparar dicha guerra con algunos de los efectos probables de la invasión rusa a Ucrania tiene como subtítulo “Reflexiones de un europeo”. Resulta importante ponerlo de relieve ahora que esta nueva guerra iniciada por el otro de los contendientes de la Guerra Fría en pleno siglo XXI tiene como teatro la “Mitteleuropa” o Europa Central.

La primera característica común en ambas guerras es lo que pudiéramos denominar justificación doctrinaria. En ambos casos se trata de “guerras preventivas”. Respecto de la guerra de Irak, dicha doctrina , nos dice Todorov,  quedó codificada en el documento titulado “The National Security Strategic” del 20 de septiembre de 2002, donde se afirma que aunque se desconozca el momento y el lugar de futuros ataques enemigos potenciales de Estados Unidos – sean estos terroristas individuales o países que  se muestren  favorables a la acción de enemigos de los Estados Unidos a juicio de su gobierno-  éste tiene el  pleno derecho de combatirlos sin necesidad de declaraciones formales de guerra ni de aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, según quedó demostrado en el ataque norteamericano a Irak tras fracasar su intento por obtener dicha aprobación con el pretexto de que aquel país poseía armas de destrucción masiva.

En el caso de la invasión de Rusia a Ucrania, que el gobierno de Putin llama “Operación militar especial”, se esgrime como motivo central de la misma la existencia de laboratorios de armas biológicas que Ucrania estaba dispuesta a utilizar contra Rusia en un eventual enfrentamiento para el que se preparaba tras su hipotético ingreso a la Unión Europea y a la OTAN. Es decir, sin citar la doctrina norteamericana de la guerra preventiva, el gobierno de Putin la consagró en Ucrania.

Las diferencias formales entre la invasión norteamericana a Irak y la actual rusa a Ucrania desaparecen cuando se constata con facilidad que ambas acciones bélicas son violatorias del Derecho Internacional y de la Carta de las Naciones Unidas. La desproporción de fuerzas militares existente entre los países invasores y los invadidos en ambos casos ha determinado tragedias humanitarias similares, aunque por su larga duración la guerra de Irak, con más de trescientos mil bajas según la estimación de Todorov más la semi destrucción del país, aparece hasta ahora, a un mes de iniciada la guerra de Ucrania, con un mayor costo de vidas humanas y mayores pérdidas materiales.

La participación del Tribunal Penal Internacional (TPI), creado en 1998 precisamente para juzgar invasiones bélicas, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, entre otros, pudiera marcar alguna diferencia importante entre ambos conflictos. En el caso de la invasión a Irak el Tribunal no tuvo participación alguna, pues Estados Unidos no es parte del Estatuto de Roma y no reconoce en ningún caso la jurisdicción del TPI. Y, obviamente, el gobierno instalado en Irak tras la invasión ni siquiera intentó recurrir ni a dicho tribunal ni a ninguna otra instancia internacional.

Distinto es el caso del conflicto en curso en Ucrania, ya que, si bien, ni Rusia ni Ucrania son partes del TPI, el gobierno ucraniano utilizó en 2013 una modalidad contemplada en el Estatuto de Roma que otorga una competencia restringida al TPI mediante una declaración ad hoc de cualquier Estado interesado que lo solicite, aún sin ser parte del TPI. Al realizar dicha declaración de 2013 sin fecha de término, Ucrania ha posibilitado la acción del Tribunal Penal Internacional para iniciar investigaciones en su territorio sobre crímenes de guerra y eventualmente delitos de genocidio que pudieran cometerse en el conflicto actual, investigaciones que el TPI ya ha iniciado.

Al parecer, el conocimiento de ese hecho es lo que ha motivado al Presidente Biden a declarar a la prensa internacional, con incomprensible precipitación considerando su investidura, que Vladimir Putin es un “criminal de guerra”. Y como, por carecer de competencia debido a las razones ya señaladas el TPI no pudo juzgar la invasión norteamericana a Irak, ningún Jefe de Estado calificó en su momento al Presidente George Bush como “criminal de guerra”.

La cobertura mediática de las dos invasiones comparadas, para los propósitos de estos artículos, tienen semejanzas y diferencias que merecen ser analizadas. Como muchos de los aspectos novedosos del conflicto actual, será sin duda objeto de estudio en varios campos del conocimiento una vez finalizada esta singular “guerra preventiva”. Por ahora, nos interesa destacar una semejanza y una diferencia evidentes a simple vista. La semejanza dice relación con la notable abundancia y profusión informativa en ambos casos, con ventaja técnica visible para el conflicto actual derivada principalmente de los avances de las tecnologías de la información en los últimos veinte años. La diferencia radica claramente en el punto de vista predominante en cada caso: en tanto en la invasión a Irak hubo un predominio absoluto del punto de vista del agresor  (las cámaras de televisión de la CNN, por ejemplo, iban emplazadas en los tanques mientras éstos bombardeaban Bagdad), en el caso de la invasión a Ucrania ha predominado totalmente el punto de vista y la situación del país agredido, con la dramática secuela de  bombardeos de escuelas, hospitales, civiles muertos y millones de ucranianos que huyen de su país ante el avance de los tanques rusos. Las páginas que describan los efectos de estos hechos en la política internacional se están recién empezando a escribir.

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1 comment

Jose Diaz marzo 25, 2022 - 1:54 pm

Buen punto subrayado por Julio Sau, la dimensión «preventiva» de la «operación militar especial» del régimen de W. Putin. Política y diplomaticamente ese es el aspecto más cuestionable de la invasión rusa a Ucrania. Cuando EE.UU. también, preventivamente, invadio y ocupó Irak (2003) era la única superpotencia. Hoy Rusia es una potencia regional en lo politico y económico, y mundial en lo militar-estratégico, esa diferencia debiera costarle más caro a Rusia y al regimen de Putin. Por su parte, la Europa desarrollada tiene el desafío de preocuparse de su seguridad por si misma ¿Aprenderá la lección? ¿Entendera que el victorioso capitalismo global no es sinonimo, necesariamente, de «paz perpetua»?

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