“Anuarí”, el joven poeta suicida por el amor de Teresa Wilms Montt

por Karen Punaro Majluf

Tenía 21 años y pertenecía a una de las familias más importantes de Argentina, estudiaba derecho y era un experto conocedor de arte; pero el rechazo de la escritora chilena lo llevó al extremo de cortarse las venas para que ella lo viera morir desangrado. 

Tras escapar a Buenos Aires -1916- de “la mano” del poeta Vicente Huidobro, quien la liberó del cautiverio en el convento de la Preciosa Sangre -al cual fue confinada por serle infiel a su marido (Gustavo Balmaceda)-; Teresa Wilms Montt se radicó en Buenos Aires haciendo de los cafés y centros de reunión social un espacio propio en donde se codeó con los más importantes artistas y miembros de las familias más poderosas de la capital argentina.  

Hay quienes afirman que entre Wilms Montt y Huidobro hubo un romance, pero que siendo él casado y con la obligación de volver a Chile -pues lo esperaban su mujer, Manuela Portales, y sus dos hijos- ella al poco tiempo quedó sola en la ciudad porteña entablando amistad con el joven poeta y estudiante de derecho Horacio Ramos Mejías.

Una chacra, quiebre en la Iglesia y auge económico

Los Ramos Mejía llegaron desde Sevilla e hicieron fortuna en Perú. En 1808 compraron más de seis mil hectáreas, en lo que era la zona de La Matanza. Ya ubicados en estas tierras, el patriarca Francisco H. Ramos Mejía se enfrenta al Padre Castañeda a causa de su particular forma de interpretar los Evangelios.

Este quiebre con la Iglesia llevó a Ramos Mejía a ser confinado en el casco de la chacra “Los Tapiales”, lo que afectó su salud y lo condujo a la muerte, dejando a su viuda, María Antonia Segurola, a cargo de las tierras y la familia. Entre 1838-1839 la casona se convirtió en el centro de conspiración de los hacendados del sur en contra de Juan Manuel de Rosas. 

Bisnieto de María Antonia, Horacio Ramos Mejía nació en 1897, en tiempos en que comenzó el auge por la impresión del papel moneda y que el rápido crecimiento de la tecnología -ya en su adultez (reciente)- le permitió conocer los talleres de impresiones tipográficas y litográficas. 

El joven de alcurnia estudiaba derecho y se iniciaba en las letras; visitaba los cafés de moda como el Tortoni y el Pombo, donde se codeaba con las promesas de la literatura. De sus escritos se encuentra el Prólogo que le hizo a Miguel Cané en su libro Juvenilia,


Es contraproducente hablar de los recuerdos. Ellos, como el cariño, como el amor, no se analizan, sino que se sienten. El que esto escribe, ha gustado con delicia las páginas suavemente melancólicas de ‘Juvenilia’, escritas en una sencillez de estilo que, no es una de sus menores cualidades. Muchos debemos a ese alto espíritu una hora íntima, proporcionada por ese libro delicioso. De pocos escritores, y más si ellos son argentinos, podríase decir tal cosa.

En este escenario de vivir de noche, dormir de día, escribir en las tardes (como alguna vez dijo la misma Teresa Wilms), el inexperto Horacio se enamora de la escritora chilena, quien lo embrujó con sus hundidos ojos azules siempre enigmáticos y tristes. Si bien ella era apenas cuatro años mayor, un abismo de vida los separaba.  

 “Soy muy vieja para ti”, le decía ella para disuadirlo de la idea de formalizar sus amores fugaces, pero él respondía con fiereza que “si no puedo vivir contigo, prefiero morir”. Por ello, el 26 de agosto del año 1917, estando en casa de él -en calle Ayacucho-, y cansado de las negativas de Wilms Montt, se cortó las venas para que ella lo viera morir desangrándose de amor en sus femeninos y delgados brazos. 

El tiempo se detuvo para Teresa Wilms Montt. La muerte que tanto había deseado para sí, se la arrebataba Ramos Mejías, quien –como todo miembro de la alta sociedad argentina- fue enterrado en el Cementerio de la Recoleta, tumba que con obsesión la escritora visitó durante meses hasta que decidió dejar atrás el puerto para partir como voluntaria de la Cruz Roja Internacional, por el bando Aliado, en medio de la I Guerra Mundial. 


No son días los que siguen a la muerte del amante. Son, para Teresa, manchones de invierno en el Cementerio de la Recoleta.  Son pasar las horas entre lápidas y la escritura. ‘De la vida a la tumba. De la tumba a la vida. Ese es mi destino’.

(Diarios íntimos, Teresa Wilms Montt).

Su inspiración, reconocerlo como “hijo”

Wilms Montt no alcanzó a llegar a Estados Unidos como colaboradora de la Cruz Roja, pues fue acusada de ser una espía alemana. Corre 1918 y se radica en Madrid, ciudad en la que publica En la quietud del mármol y Anuarí, este último dedicado a Ramos Mejías y que cuenta con un prólogo de su amigo Ramón Valle Inclán. Este poemario, con treinta y cinco textos escritos en prosa, tiene un hilo conductor: el dolor por la muerte de Anuarí  y el anhelo de que aquello jamás haya sucedido. 


En la oscuridad de mi pensamiento veo surgir tu imagen envuelta en el misterio de la muerte, con la pavorosa aureola de un más allá desconocido. Te llamo, toda el alma reconcentrada en ti; te llamo y me parece que se rasgan las sombras a tu paso alado, como el de ave herida en pleno vuelo.», (VII poema).

Encontramos también una grieta en el alma de Teresa Wilms que traspasa a sus versos, el dolor se hace patente en el poema XXXV.


Mi cabeza es un abismo de dolor donde mis pensamientos ruedan, sin detenerse, como ágiles piedras. Trato de meditar y mis cogitaciones se ahogan y ruedan como cuentas oscuras en el despeñadero de la nada. Solo existe una verdad tan grande como el sol: la muerte.

La doctora en literatura, Ana María Baeza, explica que la presencia de Ramos Mejías marcó el análisis literario que se hace de Wilms Montt. Ella explica que la autora  “hace un giro interpretativo (con) un desplazamiento del lugar del objeto del deseo: (…) crea un muerto feminizado que viene a ser la musa, inversión de los roles estereotipados que proyecta una serie de posibles lecturas desde la perspectiva de género, pero que en un vuelco inesperado encuentra también otro cauce interpretativo: Reclamar la maternidad de Anuarí es reclamar la autoría sobre el texto. En el reconocimiento de que Anuarí es producto de su propia creación, Wilms substancia su propia autoría”.

Finalmente conocemos a Horacio Ramos Mejías a través de terceros; de su familia; de sus antepasados; de los ojos de Teresa; de lo poco que dejó escrito; y de la “romántica” y castigadora forma que se quitó la vida. Wilms Montt a través de metáforas sobre su propia muerte y los caminos paralelos que sus destinos tomarán finalmente cuando el día de su suicidio llegue:


Para Anuarí: que duerme en este féretro del sueño eterno. 

Para él … Anuarí mío que nadie puede disputármelo; porque mi amor, mi amor y mi dolor, me dan derecho a poseerlo entero. Cuerpo dormido y alma radiante. 

Si, Anuarí, este libro es para ti. ¿No me lo pediste tú una tarde, tus manos en las mías, en tus ojos mis ojos, tu boca en mi boca, en íntima comunión? Y yo, toda alma, te dije: 

Si, besándote hondo en medio del corazón. ¿Te acuerdas, Anuarí?

Oh! ya no   puedo escribir tu nombre sin que un velo de lágrimas oculté mis ojos, y un apretado nudo estrangule mi garganta. 

¿Por qué te fuiste, amor? ¿Par qué? Me lo pregunto mil, dos mil veces al día. Y no acierto a hallar respuesta alguna que alivie el feroz dolor de mi alma. 

Si; ¿por qué te fuiste, Anuarí, y no me llevaste contigo?

(Lo que no se ha dicho, Teresa Wilms Montt) 

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