La elección ya es cuento resuelto y ahora se mastican con diversos sabores sus consecuencias. Gabriel Boric asumirá como el presidente más joven y más votado de nuestra historia. Un resultado notable, que suma muchos padres y madres, como suele ocurrir con las grandes victorias.
Ciertamente la doctora Izquia Siches lleva la gran delantera con su más que verificables créditos. Apruebo Dignidad condujo la batuta electoral a la que se agregaron los partidos de la centroizquierda – que en la primera ronda apoyaron a la derrotada senadora Provoste – con aportes programáticos, a los que se sumó Marco Enríquez. Se reconocieron los gestos políticos y bastante más que formales de Michelle Bachelet y Ricardo Lagos. Hicieron lo suyo un más que significativo grupo de artistas e intelectuales, favoreciendo la notable franja electoral que con ingenio, creatividad y optimismo dejó al desnudo la apuesta por el miedo y terror de la campaña de JAK.
El más que notable incremento de la votación en la segunda vuelta, con integración mayoritaria de mujeres y jóvenes dio el golpe de gracia para un triunfo avasallador que marcó el temprano KO a la candidatura de la derecha, alentando la masiva y multitudinaria manifestación popular a lo largo y ancho del país.
Ciertamente el mérito principal corresponde al propio candidato, que tempranamente comprendió que debía sumar amplios apoyos explícitos y dar un giro a su campaña, rompiendo barreras partidarias y ganando la simpatía y confianza de cientos de miles de independientes hasta entonces distantes de las limitadas vocerías partidistas. La resistencia juvenil a una regresión autoritaria se sumó a la muy manifiesta mayoría de mujeres resueltas a defender sus derechos, duramente conquistados para avanzar en materia de igualdad de género. Y amplios sectores populares, que en las diferentes regiones apostaron a Boric como la alternativa de un cambio seguro.

Así Gabriel Boric no tan sólo logró revertir el resultado de la primera vuelta, incrementando la participación de los jóvenes, mujeres y sectores populares, sino también poner fin al especulativo “efecto Parisi” que, a última hora llamó a sus partidarios a votar por el candidato de la ultraderecha.
Desde el exterior se sumaron celebraciones alborozadas la derrota de un ultraderechista que representaba una verdadera amenaza para la democracia y la paz social. Muy probablemente el triunfo de Boric puede ser seguido por el retorno de Inacio Lula da Silva en Brasil y de Gustavo Petro en Colombia, tal como señalan las encuestas.
Aquello representaría un cambio notable en el escenario político de la región, con el fin de Jair Bolsonaro y la retirada de administraciones neoliberales, que han sido nefastos para sus poblaciones. Con la posibilidad cierta de incrementar la cooperación e integración regional, luchar en contra de las profundas desigualdades, fortalecer el multilateralismo, el cuidado del medio ambiente y los derechos humanos.
Ahora toca gobernar

Hay sobradas razones para celebrar, pero ahora habrá que gobernar. Se terminan los festejos y quedan los inmensos desafíos de dirigir y gestionar cambios esenciales y complejos después de la desastrosa administración de Sebastián Piñera. La gran interrogante es cómo transformar esa mayoría amplia, plural y diversa, en mayoría política para sustentar el proceso de cambios comprometidos.
En Gabriel Boric, fortalecido líder para una coalición necesariamente ampliada – como lo ha sostenido su muy cercano compañero de ruta Giorgio Jackson- recae la facultad privativa de convocar a quienes conformarán su gobierno, partiendo por un decisivo gabinete.
Boric ha anunciado que conformará su primer gabinete con aspiración de una amplia base política , integrando a las y los mejores, con criterios esenciales de paridad de género, diversidad y descentralización. Así se lo confirmó a los jefes de partidos que apoyaron su postulación de segunda vuelta (incluida la DC), la misma noche del triunfo.
Pese a la dominante buena disposición, alentada por tan arrollador triunfo electoral, no es del todo evidente que todos los partidos que lo apoyaron, sin condiciones, en segunda vuelta, estén disponibles para integrar un futuro gobierno. Como tampoco lo es que todos los partidos que integran Apruebo Dignidad compartan la necesidad de ampliar la base de sustentación política del nuevo gobierno.
La Democracia Cristiana, al momento de aprobar el apoyo incondicional a Gabriel Boric en segunda vuelta, ratificó que no integraría un eventual gobierno y que militaría en la oposición. Y no son pocas las voces al interior de Apruebo Dignidad que previenen en contra de acuerdos demasiado amplios, que busquen reeditar una cuestionada política de los acuerdos.
El Partido Socialista ha ratificado que no será un partido de oposición al nuevo gobierno, sin pedir nada a cambio de su apoyo. Y todo indica que una postura similar será asumida por el conjunto de partidos que integran la llamada vertiente socialista y democrática, que ya acordaron coordinar sus bancadas parlamentarias de cara al futuro gobierno.
La decisión está en manos del presidente electo y requerirá finalmente contar con el respaldo de su propia coalición para garantizar el sustento parlamentario a su gestión.
La derecha, en busca de su destino

Más allá de valorar la respetable votación de su aspirante presidencial, la derecha ha sufrido una contundente derrota electoral y hoy comienza un lacerante proceso de críticas y autocríticas, en donde los dardos apuntan al propio JAK y su partido republicano (ya, con dos diputados al margen de su militancia) también a Sebastián Sichel por su fallida campaña y posterior ausentismo y, cómo no, a Sebastián Piñera y su gobierno, sindicado como uno de los principales responsables de la rotunda derrota del domingo pasado
Es mas que evidente que JAK no tiene ninguna posibilidad de convertirse en el jefe de la oposición, aunque siga aspirando a un rol protagónico en el futuro. La política es cruel pero los votos los sumó el candidato presidencial después de una debacle e los aspirantes en competencia, incluido ciertamente Joaquín Lavín.
Pese a las palabras de buena crianza, afirmando que serán una oposición constructiva, abierta al diálogo y la búsqueda de acuerdos, es realista asumir que el nuevo gobierno deberá enfrentar una derecha dura, que intentará refugiarse en su representación parlamentaria para cuestionar las reformas esenciales para la gestión de Gabriel Boric. Con todo, no es descartable la animación de un sector más abierta, proclive al diálogo y la búsqueda de acuerdos, aunque minoritario.
Las prioridades del nuevo gobierno
Tan relevante como definir las bases de sustentación del nuevo gobierno, es definir sus prioridades. Una tarea nada fácil en materias tan urgentes y relevantes como la reforma del sistema de pensiones, la situación sanitaria, el tema de la Araucanía, la reforma tributaria o los temas vinculados a la reactivación económica, luego de las pesimistas proyecciones de crecimiento para el año próximo y siguiente, entregadas por el Banco Central.
Es más que evidente que no se puede abordar todo y al mismo tiempo, tal como lo ha reconocido el propio mandatario electo. Es indispensable priorizar y asumir que los cambios serán graduales, más allá del voluntarismo de algunos sectores. Y que el diálogo y la búsqueda de acuerdos resultan indispensable en un sistema democrático.
Hoy en día, una de las prioridades del gobierno electo, es entregar señales claras, no tan sólo al mercado sino al conjunto del país, acerca del proceso de cambios que se propone impulsar, así como su orientación en materias económicas, política exterior y seguridad.
Los próximos días y semanas antes del 11 de marzo serán muy intensos para el presidente y su equipo. Y evidentemente mucho más, una vez asumido el poder. Se afirma que se hace campaña en poesía y se gobierna en prosa. Y se aproxima el momento de tomar decisiones, que bien pueden marcar el futuro del próximo gobierno. Para bien y para mal. Los desafíos son muy grandes, también las urgencias. Y las condiciones no son las mejores. Con un gobierno sin mayoría parlamentaria. Una situación sanitaria no resuelta. Una crisis social y modestas perspectivas de crecimiento económico en los próximos años.
La buena noticia es que la esperanza venció al miedo y el país, de manera abrumadoramente mayoritaria, optó por Gabriel Boric con el desafío mayor de marcar un nuevo ciclo político y sobradas razones para albergar la esperanza de un futuro mejor.
Tanti auguri, como dirían los italianos.