Chile y el cambio de época en América Latina. Por Luis Maira

por La Nueva Mirada

Desde que las grandes revoluciones liberales de finales del siglo XVIII que llevaron a la consolidación de los Estados Unidos y al colapso de la Monarquía Absoluta de los Borbones tras la Revolución Francesa afianzaron un nuevo ordenamiento del Sistema Internacional, los cambios de este han sido recurrentes y han tenido lugar cada cuatro o cinco décadas.

Al concluir la Segunda Guerra Mundial se estableció la Guerra Fría y desde la conclusión de esta, con el fin de la Unión Soviética en 1991, pasamos a un tiempo con rasgos transicionales, cuyos componentes inciertos reflejó bien la denominación de “Posguerra Fría” (PGF) que los expertos le asignaron.

Esta ha resultado, finalmente, una época fallida. Su arranque, que devolvió a EEUU las mayores cuotas de poder en la historia, solo comparable a los años iniciales de la segunda posguerra, hacían pensar en una enorme recomposición de su hegemonía internacional y en un fortalecimiento de su sistema político, remodelado por F.D. Roosevelt para hacer prevalecer la que se conoció como una “presidencia imperial”. Cabía esperar, entonces, un conjunto de nuevas instituciones y una Política Exterior que repusiera el mando de Washington a escala global. No fue así y lo que vimos tras los ataques del 11-S a la Torres Gemelas y a un sector del Pentágono en 2001, afianzó la imagen de una crisis que luego se reforzó con la Gran Recesión de 2008, que acabó por consolidar la idea de que los años de la Posguerra Fría habían sido un tiempo perdido para la recuperación imperial norteamericana.

En este contexto, América Latina exhibió una vez más su tendencia a cambios pendulares en sus regímenes políticos y en el curso de su economía. Una primera década de la PGF, la de los años 90, mostró una hegemonía del modelo neoliberal, reflejada en gobiernos como los de Salinas de Gortari en México, Menem en Argentina, Fujimori en Perú y Collor de Melo en Brasil, adherentes sin críticas del Consenso de Washington. Este modelo fracasó primero con los “errores de diciembre” de 1994 en México, inmediatamente después de la Salida de Carlos Salinas y, de un modo estremecedor, culminó con la crisis argentina con sus símbolos del “corralito”, el bloqueo de las cuentas bancarias y la aspiración de muchas de las 23 provincias de volver a emitir su propia moneda.

La segunda década que vino a continuación, en un momento de auge del precio de los commodities, fue de recuperación del crecimiento y de la instalación de diversos gobiernos progresistas, cuyo liderazgo tuvo el Presidente de Brasil Luis Inacio Lula da Silva. Tuvimos una reducción de los niveles de pobreza, crecimiento productivo y un cierto auge de las instancias de cooperación e integración. Esto, sin embargo, duró poco por nuevos ajustes en la economía global y un ciclo de conflictos políticos domésticos.

Entonces, los gobiernos progresistas fueron saliendo del poder uno tras otro, los experimentos integracionistas se interrumpieron y los regímenes conservadores recuperaron gradualmente el poder. Hacia 2018, eran doce los gobiernos de derecha, algunos bastante extremos: Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Perú, Paraguay, Colombia, Uruguay, Panamá, Guatemala, Honduras y Haití, que fueron la base del Grupo de Lima en 2017, dejando aislados al trio bolivariano de Venezuela, Cuba y Nicaragua y a cuatro desconectados gobiernos de centro (Costa Rica, El Salvador, Ecuador y República Dominicana. Eso parecía dar una abierta preeminencia conservadora a una mayoría sustancial de los gobiernos e imprimir el tono de la época, hasta que, a contar de 2018 la tendencia cambió bruscamente con la elección de cinco gobiernos situados del centro hacia la izquierda en México, Bolivia, Argentina, Perú, Honduras, y Chile y uno de derecha en Ecuador. En este cambio de tendencias, con regímenes de izquierda muy diferenciados entre sí, el amplio y novedoso diseño político del Presidente de Chile, Gabriel Boric ha tenido un impacto distinto y diversificado, que le puede dar un sorpresivo liderazgo en la nueva corriente hegemónica latinoamericana.

Gustavo Preto, la promesa de cambio más importante en la Región

El año 2022 presenta en materia electoral dos hitos sustanciales, las elecciones de Colombia y Brasil. El gigante latinoamericano casi no presenta incertidumbres y los estudios de opinión son unánimes en mostrar una considerable ventaja en favor del expresidente Lula en los comicios de octubre y noviembre próximos. En Colombia, en cambio, todos los estudios de opinión y, en especial, los más serios que se han hecho en Gran Bretaña y Estados Unidos muestran una ventaja entre 13 y 17 puntos en favor del candidato del Pacto Histórico, Gustavo Petro, para los comicios del 29 de mayo próximo. Esto, de consolidarse, sería la transformación política más importante en la región en mucho tiempo, pues en Colombia nunca ha habido un gobierno de izquierda, solo alternancia entre conservadores y liberales, con bloques que han asumido distintos nombres y que, desde comienzos de este siglo, son influidos además por una fuerza de derecha radical, el Centro Democrático que encabeza Álvaro Uribe. El problema es que en la historia contemporánea de ese país ha habido dos veces candidatos progresistas con una virtual seguridad de victoria que han sido asesinados: Jorge Eliecer Gaitán, en abril de 1948 y Luis Carlos Galán en agosto de 1989, poco antes que aseguraran su triunfo.

Lo concreto, es que la tercera década de la Posguerra Fría en América Latina que se inició con un rumbo que parecía conducir a una clara hegemonía conservadora, se ha cerrado – prolongándose en la década actual – con una situación de triunfo de candidatos progresistas de diversos signos que nos están aproximando a uno de los tiempos más cercanos a un ciclo de cambios y transformaciones en la región.

En ese contexto – conviene no olvidarlo – Gabriel Boric es quien presenta una propuesta programática, un bloque de respaldo social y una difusión internacional de su imagen que pueden conferirle una posición privilegiada en el nuevo periodo de cambio hegemónico en la región que hay que esforzarse para que esta vez no concluya con el balance de frustración y desencanto de los ciclos previos.

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2 comments

Domingo Chavez abril 7, 2022 - 1:59 pm

Simpre acertado en los analisis de politica internacional. Habra que ver si Latinamerica seguira en este curso de elegir gobierno que tengan como horizonte la integracion total y de terminar con la dependencia de los Estados Unidos.

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Carlos Eduardo Mena abril 9, 2022 - 12:34 am

Exelente artículo un análisis certero que espero
Se pueda consolidar con la conducción de Boric

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