Coetzee, Svevo y el valor de la perseverancia. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

En el libro de ensayos “Mecanismos internos” (2007), del escritor sudafricano-australiano se muestra la particular vida del escritor italiano que vivió a fines del siglo XIX y principios del XX con el particular don de creer siempre en su talento.

Llegó a mis manos “Mecanismos internos” el libro de ensayos realizados entre 2000 – 2005 por el Premio Nobel de nacionalidad sudafricana y australiana J. M Coetzee (1940). Guardando las distancias, su obra algo tiene de mi libro “Reseñas culturales”, pero en su estilo explora en las personalidades de Faulkner, Marai, Roth y Whitman, entre muchos otros autores. Esta vez me quiero detener en Italo Svevo, uno de los escritores analizados por Coetzee en “Mecanismos internos”. Svevo (1861 – 1928) nació bajo el nombre de Aaron Ettore Schmiz en Trieste, en una familia de origen judío. Estudió comercio en un internado de Alemania, posteriormente en una escuela italiana. Por problemas económicos de su padre tuvo que dejar de estudiar y trabajó en un banco de Viena, donde, en sus ratos libres, siempre leyó a los clásicos europeos, convirtiendo al francés Zola en uno de sus ídolos.

A los 35 años, Svevo se casó con una mujer que pertenecía a la poderosa familia Venezziani, dueña de una planta que pintaba el casco de embarcaciones. Allí Svevo se hizo cargo de la fórmula secreta de la pintura y de la administración del personal. Ya tenía en esa época dos novelas escritas: “Una vita” (1892) -financiada por su propia cuenta- y “Senelitá” (1898). Ambas fueron ignoradas inicialmente por la crítica y marcaron el fracaso del escritor de Trieste con la literatura. Todo cambiaría cuando Svevo conoce a un irlandés llamado James Joyce, quien le enseña inglés porque debe hacerse cargo de una sucursal de la empresa en la que trabaja y que se encuentra en Inglaterra. Svevo está desilusionado de la literatura, pero su amistad con Joyce será crucial más adelante, en la década de 1920.

James Joyce

Coetzee en su ensayo hace referencia a los errores ortográficos de Svevo al escribir en italiano y a los títulos de sus obras que más de un dolor de cabeza provocaron a sus traductores. Más allá de esos detalles sin demasiada trascendencia, la clave del autor se encuentra en su manejo de las estructuras narrativas y en la influencia freudiana de sus escritos. Es “La conciencia de Zeno” (1923), la obra cumbre que catapultó al autor italiano a la fama, de la mano del novelista y cuentista irlandés James Joyce. Cuando publicó la novela -también por sus propios medios-, le mandó una copia a Joyce, que en esos momentos se encontraba en París, quien se la mostró al poeta y traductor Valerie Larbaud y a otras figuras influentes en la literatura francesa. La obra gustó, se encargó una traducción, le hicieron una pequeña edición y el autor italiano fue recibido con un banquete en París. Esto hizo que se reeditaran sus libros en Italia y comenzaran a leerlos sus compatriotas con devoción. La derecha italiana destacó el origen semita del autor, señalando que la popularidad del autor se trataba de un complot judío.

Emocionado por su triunfo y popularidad, Svevo siguió escribiendo hasta que en 1928 falleció por complicaciones de un accidente con un automóvil.  El gran legado del escritor fueron todas sus obras, en especial “La conciencia de Zeno”, donde narra la vida de un hombre de negocios que engaña a su mujer y le miente a su psiquiatra. Utiliza el psicoanálisis para dejar el tabaco. Cada vez que intenta dejar de fumar lo hace con la convicción que va a ser su “último cigarrillo”, sintiendo que la vida en vez de terminar vuelve con un nuevo comienzo. Svevo andaba en las mismas. Fumador empedernido, después de las mortales heridas que sufrió al ser atropellado por un auto, le pedía a los que lo visitaban “un último cigarrillo”. Su petición nunca fue tomada en cuenta.

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