Columna de Luis Breull. El Público de los debates

por La Nueva Mirada

Desde las confrontaciones televisivas en las primarias de julio, pasando por los recientes debates de Chilevisión / CNN Chile y de Canal 13 / Mega / TVN, estas armas de persuasión política se han vueltos claves para el “sube y baja” de las candidaturas presidenciales en las últimas semanas.  Junto con marcar la agenda de los medios -en escenarios de alta incertidumbre y polarización-, son un vehículo efectivo para alcanzar al electorado objetivo. Por eso conocer en detalle las audiencias de estos espacios se hace urgente para comprender el interés país que despiertan las campañas.

El filo de la navaja

La elección presidencial de Estados Unidos 1960 entre el demócrata John Kennedy y el republicano Richard Nixon sirvió de marco para el debut mundial de los debates televisivos. Fueron cuatro confrontaciones que entonces llegaron a más de cien millones de personas. Un formato que –de acuerdo a estudios de la época- no hizo cambiar de opinión a los votantes, pero sirvió para motivar a los que estaban indecisos y que mostró en uno de ellos a un Nixon más demacrado y mal afeitado, que habría incidido también en el sufragio.

En Chile venimos asistiendo a programas televisivos que presentan candidatos desde la elección de Salvador Allende. Decisión 70 se llamaba el espacio que Televisión Nacional de Chile desplegó como ciclo con 21 capítulos destinados a presentar por separado a cada uno de los postulantes a la Presidencia de la República de entonces. Si bien no fue un debate propiamente tal, el proyecto de Allende y la Unidad Popular se confrontó con el de sus rivales, Jorge Alessandri (Partido Nacional) y Radomiro Tomic (Partido Demócrata Cristiano). En él hubo dos episodios correspondientes a Alessandri que no se hicieron y en otros pudo verse en algunos instantes al candidato de derecha con tiritones incontrolables en sus manos. Un dato interpretado por sus rivales como posible enfermedad degenerativa. También se especuló que podría haber sido un gesto que lo perjudicó en los resultados finales.

Desde inicios de la transición política se incorporaron en Chile los debates televisivos bajo el formato estadounidense de confrontación ordenada. Es decir, con límites rigurosos de uso del tiempo de palabra e interpelación con un pool de periodistas seleccionados, mientras los aspirantes a la primera magistratura de ubican en podios separados. Un ritual mediático que en las tres últimas décadas nunca tuvo el carácter estratégico de hoy para alterar rápidamente los apoyos y expectativas de la opinión pública en las encuestas de opinión y paneles de seguimiento.

Por eso, lo que otrora fueron solo ceremoniales mediáticos sin consecuencias hoy derivaron en un ring en donde las maniobras y habilidades comunicativas de cada candidato se vuelven en una eficiente arma de reforzamiento de sus electores y de cambio en las expectativas de voto.

Audiencias ciudadanas alertas y reactivas

Recordando los debates de las primarias 2021, en el caso de la confrontación de Vamos por Chile (oficialismo), el programa fue visto por 280 mil hogares promedio (11,0 puntos de rating). En términos de televisores encendidos, uno de cada cinco hogares que efectivamente estaban viendo televisión en su horario siguió este evento. Mientras que en el caso de la disputa Partido Comunista – Frente Amplio (Apruebo Dignidad), en promedio lo vieron 361 mil hogares (14,2 puntos de rating). Es decir, uno de cada cuatro hogares que estaban viendo televisión se interesó en ver esta confrontación (81 mil hogares más que el programa oficialista). Una cifra cercana a las 600 mil a 700 mil personas cada día.

Para el foro organizado por Chilevisión – CNN Chile el 22 de septiembre pasado, la audiencia alcanzó niveles similares a las primarias con 359 mil hogares promedio (14,1 puntos de rating hogar). Mientras que el reciente foro de TVN / Mega / Canal 13 tuvo un rendimiento superior, llegando a 691 mil hogares promedio por minuto (27,3 puntos sumados por las tres estaciones). Esto denota una alta expectación generada por la coyuntura electoral, creciendo un 93,8% la cantidad de público desde el debate de septiembre al de esta semana, en donde un 47,5% de todo el encendido de la televisión abierta estaba sintonizando el programa.

Si bien en este último programa hubo tres canales emitiendo el contenido, lo que inmediatamente multiplica la posibilidad de alcanzar más público, es interesante que siempre existe la alternativa de hacer zapping si uno no quiere ver el debate.

Como sucede siempre respecto del interés por la política, el segmento ABC1 o estrato alto fue el que más se interesó en verlo en términos relativos. Un 54,7% de todo el target que estaba viendo TV prefirió seguir el debate de este lunes. Le siguieron el segmento medio C2 (45,7%), el C3 (44,1%) y el D o estrato bajo o trabajador típico en menor grado (31,4%). Esto reafirma el clasismo implícito de la campaña, focalizado en grupos medios y altos, en consonancia con el interés por sufragar con voto voluntario, donde las comunas más pobres tienen mayor grado de abstención.

En términos de género, hubo una equiparidad entre los públicos femeninos y masculinos en términos de crecimiento respecto del primer debate presidencial de septiembre y este último (40% aproximado para cada uno). No obstante, hubo más mujeres que hombres viéndolo en términos netos, con un rating promedio de 10,8 puntos y 9,3 puntos respectivamente.

Al analizar las cifras por tramos de edad, los más interesados en ver el debate reciente fueron los públicos de entre 50 y 64 años, un tramo de votantes activos. Un 49,2% de los telespectadores que estaban viendo TV en este tramo prefirieron esta confrontación y el crecimiento neto de visionado respecto del debate de septiembre alcanzó a 123,1%.

El ranking prosigue con la tercera edad, donde el último debate se llevó un 44% del encendido de este tramo. El incremento neto de público aquí llegó a un 78,4%.

Luego se produjo una enorme sorpresa: en telespectadores reales el grupo de 18 a 24 años acaparó un 46,9% de ellos. Sin embargo, en rating neto promedió 6,4 puntos, es decir, un 72,3% más que en la confrontación de septiembre. Muy de cerca siguieron los segmentos de 35 a 49 años y los de 25 a 34 años.

Al observar el perfil total del público, o sea, cómo se compone proporcionalmente la audiencia del debate televisivo de esta semana, por grupos socioeconómicos hubo un 35% aproximado de audiencia ABC1-C2 y un 65% de C3-D. En tanto, por género hubo 45% de hombres y 55% de mujeres. Y finalmente por edades, uno de cada tres telespectadores tenía entre 50 y 64 años, uno de cada cuatro era de la tercera edad, uno de cada cinco estaba entre los 35 a 49 años; y uno de cada diez pertenecía al grupo de 25 a 34 años. El peso de los de 18 a 24 años es marginal, porque representaban solo el 7% del público total que vio esta confrontación.

Más allá de las cifras y las variables de medición, se confirma que televisivamente el interés de las audiencias por estos contenidos se asienta en los adultos y adultos mayores. Un segmento que antes de la pandemia era el votante tradicional. Pero, los resultados de las primarias y el comportamiento de la audiencia más joven en el visionado de estos programas (reacia a ver TV), permite reafirmar el interés que existe en ellos por las performances de los candidatos en disputa.

Este hecho está alterando también la solidez de los apoyos en las encuestas y augura una fase final de campaña con futuros debates cada vez más polarizados, rudos y sucios. Donde se “electoralizarán” o usarán como insumos de campaña muchos recursos periodísticos de otros ámbitos de la realidad, como acciones de delincuencia, inmigración, narcotráfico, movilizaciones sociales, pandemia, deportes y religiosidad.

Todo cabe en escenarios de alta incertidumbre y de creciente miedo en los sectores de élite económica y política, si se repasa la historia de Chile y su adn ideológico.

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