Red en decadencia, decrecimiento sostenido y animadversión progresiva. Cobijo para xenofobia, racismo, misoginia, desprecio e intolerancia. Instrumento informativo de inmediatez globalizada para periodistas y políticos, al tiempo que paraíso para las fake news, cuentas falsas o anónimas y cámaras de eco de audiencias castradas. Bienvenidos a Twitter.
¡Ahhhhh, mapuche!
Con una candidez digna de los idiotas, Rafael Emilio Hirmas Samur, empresario sesentón y ex subgerente de comercio exterior del Banco Bice –de la familia Matte Larraín- solía usar su cuenta personal de Twitter para denostar y burlarse de cuanto político de centro o izquierda fuera oportuno. Desde Michelle Bachelet, pasando por Yasna Provoste, a quien tildó de “Chokita” por su aspecto, comparándola con la clásica galleta individual de Nestlé, bañada en chocolate, a la que se le acaba de cambiar de nombre (la antigua “Negrita”); hasta llegar a la constituyente y machi Francisca Linconao.
Tal fue su falta de criterio que –viajando en avión a Temuco- su último posteo abierto en esta red antes de restringir el acceso a su perfil decía lo siguiente: “guácala… me toca viajar al lado de esta cosa…, me cambio de inmediato…, debe ser muy hedionda”. Como era esperable, desató un vendaval de críticas y funas por su contenido injurioso, racista y despectivo. Al mismo tiempo que comenzó a circular un cartel con su foto y el texto “Se busca por hediondo”.
La situación desatada por Hirmas –un individuo que se autodescribe como un empresario dedicado a los negocios- refleja una cara de Chile que existe, que es real, que se cree con el poder de reírse de quién y de lo que se le plazca. O que a su juicio y el de los suyos merezca una carcajada brotando de descalificativos violentos. En este caso, de los mapuches vistos no como personas, sino como una cosa desagradable e inmunda. Misma impresión que traslada a otras etnias, gentes inferiores o grupos de aspectos que no son como el suyo, que no estarían en su misma condición.
El caso denota una parte innegable del país con histórico déficit de alteridad, integración social y construcción de comunidad civilizatoria. Ergo, linda simplemente con la discriminación racial a secas, connotando la defensa de un sistema social, económico y político de ciudadanos de distinta calidad y derechos. Quizá uno de los principales desafíos de la Convención Constituyente en la redacción de una futura institucionalidad que rompa con estas tradicionales hegemonías de clase y autoritarismos implícitos que restan estatura ética a la democracia chilena.
Bajando, bajando
Así como semanas atrás mencionaba en una de mis columnas al teórico holandés Geert Lovink, respecto de las redes sociales como ideología y el nihilismo de plataformas como un nuevo modo de relación con el mundo, asistimos a un entramado de memes, selfies, virales, noticias falsas y mensajerías inútiles que copan el tiempo cotidiano. Y una de las redes preferidas para ser usadas como expresión de odio manifiesto es Twitter, la empresa fundada por Jack Dorsey el 2006.
Con un total de 353 millones de cuentas a nivel mundial, los usuarios activos alcanzan a 192 millones versus los mil 500 millones que se registran en Facebook. Estados Unidos lleva la delantera con sobre 100 millones de perfiles y en Chile a inicios del 2021 alcanzaban a 2 millones 250 mil cuentas. No obstante, se trata de una aplicación que va a la baja internacionalmente, exhibiendo en nuestro territorio un cierre de 2,2% de sus perfiles en el último cuatrimestre del 2020, equivalente a 50 mil personas, mientras que el resto de las redes sociales sumaba un nuevo millón de usuarios.
Las acciones se están cotizando en algo más de 65 dólares y se calcula que el valor de la empresa ronda los 15 mil millones de dólares, donde esta temporada se desplegó una intensa campaña de marketing, suscripción para cuentas vip o súper usuarios y diseño de aplicaciones complementarias para revertir el fuerte descenso de su valor bolsa en el 2020. No obstante, son Facebook e Instagram las redes que concentran mayoritariamente el 50% de incremento de la inversión publicitaria en la primera mitad del 2021 en redes sociales a nivel mundial.
Comparado con los 2 mil 740 millones de usuarios de Facebook, o los 2 mil 291 millones de suscriptores de YouTube, los 2 mil de Whatsapp, los 1 mil 300 millones de Messenger o los 1 mil 221 millones de Instagram, la compañía de microbloggin representa una red social muy menor en utilidad comercial y uso. No obstante, su potencial sigue siendo la inmediatez en la circulación de noticias, verdaderas o falsas.
Insultos como opinión y feedback
En términos de la calidad de sus cuentas, un reciente estudio de la compañía reveló que el segundo semestre 2020 hubo un aumento de un 77% respecto de los seis primeros meses en el total de sanciones a cuentas por incitar al odio, llegando a 1 millón 1 millón 126 mil 990 infraccionados (que variaron desde borrar tuits hasta cerrar una cuenta).
Poco menos de la mitad de los tuiteros chilenos tienen entre 20 y 34 años, mientras que el 68,6% son hombres y solo un 31,4% son mujeres. Un perfil más desigual que el que exhibe esta red a nivel mundial.
Dependiendo de los rankings que se empleen, Chile se ubica entre los 20 a los 50 países que usan más intensamente esta aplicación y destaca en el contexto latinoamericano por usuarios identificados como incitadores al odio. Así lo establece un estudio de la ONG bonaerense Comunicar para la Igualdad realizado en Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, en donde tres perfiles nacionales son calificados en esta condición: el cantante Alberto Plaza, la constituyente Teresa Marinovic y la cuenta de la organización Padres Objetores, destinada a luchar contra lo que ellos denominan ideología de género. La investigadora chilena, Paola Ramírez, comentó en el web de Interferencia que los resultados de este estudio colocan a Chile como el país con mayor nivel de agresiones de este tipo en América Latina.
Parte de las temáticas locales más comentadas de los últimos dos años en esta red refieren a las medidas económicas y de combate al coronavirus desplegadas por el gobierno, las campañas de ofertas en CyberMonday o BlackFriday, así como los retiros de AFP y los partidos de la selección chilena. Vale la pena observar también la nula correlación entre la votación sobre 80% del apruebo en el plebiscito de octubre 2020 y el 60,9% de tuits a favor de la opción rechazo circulados en ese mismo mes. Esto permite constatar que la construcción intencionada de campañas políticas conversacionales no asegura éxito en los objetivos que se persiguen.
Consultores internacionales concuerdan en que la decadencia de Twitter se refleja en las incitaciones al odio y en la migración de los nuevos usuarios de redes sociales y los adultos jóvenes a Instagram. Pero especialmente remiten a la virulencia de los discursos incubados en cuentas anónimas, sumado a las promesas incumplidas de renovación en esta red, así como el afán de algunos usuarios por ser tuitstar sin méritos, la invasión de adolescentes sin opinión individual pero adepto al bullying grupal, la facilidad para atacar y denostar todo lo que se diga independientemente del peso argumental que se entregue, el fracaso del modelo publicitario para rentabilizar la red y la deriva a ser un instrumento más para gatillar el consumo.
¿Valdrá la pena la inmediatez al costo del disgusto cotidiano?