De cuando Neruda se enamoró de una novela marginal y la hizo grande

por Karen Punaro Majluf

Alfredo Gómez Morel fue un niño abandonado y abusado; y un adulto delincuente y fantasioso. Estando en la cárcel escribió El río, obra autobiográfica sobre su infancia que, si bien no atrajo a la crítica, encantó al Premio Nobel de Literatura. 

Si no fuera porque Pablo Neruda se encantó con el relato autobiográfico que   Alfredo Gómez Morel hace sobre su infancia en El Río, la novela habría quedado arrumbada en alguna librería sin conocer la gloria y la fama mundial. El Premio Nobel, impactado ante la falta de apoyo de la crítica que tuvo la obra en su lanzamiento (1962), se contactó con la editorial francesa Gallimard para republicarla -apareciendo en 1974-, y de paso escribió el prólogo. 

En enero de 1973, Neruda escribe en su casa de Isla Negra el prefacio, tiempo en que declara “fui testigo sin conocer al autor del origen de estas páginas nacidas en una celda. Me llegaron por intermedio de un amigo común. Publicado sin afán de sensacionalismo, hace ya algunos años, este libro ha sido un deber esencial para el autor: acarrear bien lejos, hasta el mar, el mal encontrado en su camino y liberarlo, liberarse a través de una lucha cara a cara consigo mismo. El Río produce un gran escalofrío y el hombre salido de esa prisión es un ser inseparable de su cauce«.

Si bien la novela no posee una prosa que deslumbre, fue su contenido el que enamoró a Neruda. Su temática desgarradora se vuelve adictiva, crea conciencia, en casos identifica al lector y en otros genera compasión. Aunque es una obra contemporánea, se puede decir que su narrativa es naturalista y que “resalta detrás de una escritura diáfana, con la poesía iluminada por los rayos fantasmales de una luna somnolienta”, señaló el poeta.

El Río no es exactamente un libro, no es tampoco un río. Es una excrecencia natural, un borbotón de pus y de dolores, la historia abominable, escrita en la materia humana, en la piel de uno de mis pueblos latinoamericanos.

(Original de Pablo Neruda para el prólogo en español).

Desde un conventillo en San Felipe

Mi propia vida ha sido truculenta, fantástica, y no hay nada que pueda sorprenderme”. Así se autodefinió Gómez Morel cuando se le entrevistó sobre el contenido de su libro autobiográfico, en el cual se define como «huérfano, hijo de prostituta, pelusa de Río Mapocho, violado por pandilleros, delincuente juvenil, lanza, varias veces reo, polizonte, y mercenario en Colombia, Haití, México y Argentina, país donde fui guardaespaldas del general Perón«.

Tal como “Jean Baptiste Grenouille”, protagonista de la novela El perfume, del escritor Patrick Süskind, Gómez Morel nació en la miseria y se hizo a si mismo en las calles inmundas y violentas. Hijo de la prostituta Ana Morel, no conoció amor de madre pues ella lo abandonó a los tres meses de nacido en un conventillo ubicado en San Felipe. Desde ese lugar lo recogió Catalina Oliva –coocida como la “viuda de Osorio”-, quien tras cuidarlo un tiempo lo entregó al orfanato de monjas carmelitas de la misma ciudad. 

Siendo muy pequeño, Gómez huye del cuidado de las religiosas y vuelve a casa con la viuda; sin embargo, su madre biológica aparece cuando acababa de cumplir 11 años y se lo lleva consigo a Santiago. Durante este período su padre trata de hacerse cargo de él y lo interna en La gratitud Nacional, época en la que conoce a “los pelusas del río Mapocho y, según su propio testimonio, se va acostumbrando a delinquir y es echado del colegio donde está viviendo”, cuenta Jorgelina Martín en la introducción de El Río, publicación de Editorial Sudamericana. 

Tras pasar por el Internado Nacional Barros Arana y el Instituto Zambrano –de ambos es expulsado-, continúa delinquiendo lo que lo lleva a ser recluido en La Casa de Menores. Como el mismo declararía posteriormente en 1971 en Revista Paula, fue “educado” por uno de los «príncipes del hampa»; «El Ñato Tamayo«. 


Normas básicas de todo «buen delincuente»:

«Mira Toño, si quieres que los «faiter» (ladrones) te consideren uno de los suyos, debes cumplir «al rompe» (sin titubeos) con los siguientes principios :

1. Nunca delates.

2. Jamás «des filo»(quedarse con la mayor parte de un

botín ganado con uno o más compañeros de robo).

3. Nunca preguntes lo que no te digan, pues si no te

dicen algo es porque no quieren que lo sepas.

4. No te metas nunca con la mujer de otro choro.

5. Si «te caes en una biaba» en el Juzgado debes

«limpiar» a tu compañero y tienes que «cargarte» tú.

6. Jamás falles a un «apuntamiento» (cita que se dan

dos o más delincuentes).

7. Cuando caiga en cana un compañero tuyo, tienes que

«mandarle el paquete» (ayudarlo semanalmente con

alimentos) mientras él esté en cana.

8. Nunca debes enseñarle lo que sabes a un «gil

avivado»(novato).

9. Cuando otro choro te haga algo, tienes la obligación de «avivarnos» si lo que te han «sapeado» o de «cobrar tu plata tú», si es que te «verduguearon» o «te dieron harina» (debía alertar al grupo delictual en caso de una delación o estaba obligado a hacer su propia justicia si un «socio» lo apuñaleaba o se quedaba con parte del botín).

10. No te olvides jamás que un verdadero delincuente, nunca usa la violencia sino la cabeza; por eso tienes que detestar a muerte a los «sarteneros» (asaltantes) y a

los «cuelga de ajos» (cogoteros).

Gómez Morel hace una carrera delictiva por América Latina y estando en la cárcel cumple su sueño de convertirse en escritor dando “vida” a la primera de su trilogía autobiográfica, El Río.

Juan José Podestá, en su Artículo “A propósito de El río, de Alfredo Gómez Morel” -web Letras en línea-, afirma que Gómez Morel “tenía muchas expectativas de convertirse en un escritor exitoso, con todo lo que, según él podría darle la gloria literaria: ‘dinero, mujeres, comodidad, notoriedad’. Pero terminó escribiendo sin esperar otra retribución que el placer de escribir (…) el verdadero valor de una obra radica en su sinceridad y su autenticidad humanas. Entonces renunció a escribir ‘un libro mentiroso, destinado, quizás, a agradar, a triunfar y venderse”. 

Y si bien Neruda lo apoyó y la novela traspasó las fronteras de América, Gómez Morel no alcanzó los beneficios de la fama y, en 1984, murió en la indigencia en una pensión ubicada en la comuna de La Pintana. Estaba tan solo, que su cuerpo estuvo nueve días en la morgue sin que nadie lo reclamara. 

Literatura de los bajos fondos

El Río, al igual que Mundo HeridoCachetón PelotaLa Mierda y Chicago Chico de Armando Méndez Carrasca; Esto no es el ParaísoTirar a Matar y El Apuntamiento, de Luis Rivano; forman parte de la literatura de “los bajos fondos”, la cual no cuenta con el apoyo de grandes editoriales, es valorada por los lectores a quienes los ejemplares les llegan de mano en mano, y no reciben buenos comentarios de parte de la crítica especializada. 

Todas las novelas citadas alcanzaron el éxito en cuanto logran que el lector se identifique con las historias y reconocen en los hechos narrados parte de sus propias vidas. Se trata de textos que – con su simpleza y relato crudo- impactan en las personas. Gómez Morel señaló sobre su autobiografía «tengo cuarenta y seis años de edad. Me levanto de mi mesa de trabajo. Estoy cansado y desgarrado por dentro: cada vez que escribo vuelvo a sentir lo vivido como una navaja rasgándome las carnes. Muestro mis recuerdos hasta quedar sangrando por dentro”.


No puedo decirle que amo lo que en conciencia sé que odio en extensión y profundidad. Sólo creo en algunos seres humanos: no creo en la Humanidad. Sé que estoy frente a sistemas injustos y mal hechos, llenos de zancadillas y principios falaces. Me desplazo dentro de una convención falsa de la que cada cual trata de sacar el mejor partido. La misión del Escritor—del verdadero— consiste en indicar, con coraje y claridad, cuándo el Hombre se equivoca, y cuándo acierta, cuándo la convención debe ser reemplazada por la autenticidad.

Sólo así se hace algo por la felicidad común.

Podestá comenta que “el hecho de haber escrito la novela mientras estuvo recluido en la cárcel de Valparaíso, con la ayuda de un joven siquiatra llamado Claudio Naranjo, y que en 1974 fuera publicado en Francia por la prestigiosa editorial Gallimard (…), hizo del escritor una figura atípica en el mundo literario de los años sesenta”. Posición que, si bien lo llevó a ser reconocido por El Río, no logró el mismo alcance con las siguientes dos partes de su trilogía autobiográfica, La ciudad y El mundo.

Alberto Fuguet, en la introducción de El Río (publicación de Editorial Sudamericana) rescata el valor de Gómez Morel al haber sido editado por la misma casa que Marcel Proust y Honoré de Balzac, añadiendo “un crítico francés dijo: ‘Tal como Jean Genet, Gómez Morel descubre desde la cuna la hipocresía, la frustración y el odio’”.


Cuando la mamá salía con su amigo íbamos a tomar «once» al salón Olimpia. Junto con el té se exhibían películas mudas. Mamá y su amigo se acariciaban tiernamente mientras yo veía la película. Luego, él pagaba la cuenta, ella le hacía prometer que al otro día se encontrarían, caminaban hasta la salida juntos y ahí se despedían con un beso. Cierto día, por coincidencia, los tres nos encontramos con Papá Mono. El abogado no lo conocía. Mamá, al verlo, soltó el brazo de su amigo y yo me quedé esperando lo que vendría. Lo supuse desde el primer momento:

—¿Qué haces acá con este rufián?—preguntó indignado Papá Mono.

—Exijo una explicación —gritó el abogado más indignado aún.

La hubo: se desató una gresca entre los dos hombres. Resultó bastante entretenida. Se dieron trompadas, puntapiés. Y hasta yo toqué algunas patadillas: «Debías haber avisado que venía él. Tomá, huacho. Ni para eso sirves». Mamá reía al ver que unos caballeros y damas estaban observándola mientras me pegaba: «Este niñito: supieran ustedes lo desobediente que es».

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1 comment

Pancho Zañartu agosto 10, 2024 - 5:39 pm

Gran artículo. Soy tu seguidor, leo siempre lo que escribes, me parece fascinante tu forma de abordar temas olvidados en la literatura oficial. Felicitaciones.

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