Diane di Prima, Marge Piercy, Joyce Johnson. Sobrevivir la generación beat. Por Cristina Wormull Chiorrini

por La Nueva Mirada

El día que te besé, la última cucaracha

se murió. Las Naciones Unidas

abolieron todas las cárceles. El papa

admitió a Jean Genet como miembro

del Colegio de Cardenales. La

Fundación Ford, con gasto enorme,

reconstruyó la ciudad de Atenas.

El día que hicimos el amor, el dios pan

volvió a la Tierra, Eisenhower dejó

de jugar al golf. Los supermercados

vendieron marihuana. Y Apolo leyó

poemas en el parque Union Square.

El día que retozaste en mi cuerpo

las bombas se disolvieron. El día que te besé, Diane di Prima

Avanza marzo y se va el estío… Poco a poco los días se van haciendo más cortos y las noches más largas y ya no es posible enfrentar el atardecer y la noche sin cubrirse, al menos, los hombros.  Los días amanecen brumosos para después brindarnos un cálido sol, pero ya no llegamos a las temperaturas de días atrás.  El equinoccio ha modificado el curso del sol y ha dado paso al otoño de los poetas, quizás la estación más melancólica para la lírica.  Y las hojas poco a poco se tornan ocres, languidecen y empiezan a tapizar veredas y alcantarillas… pero la lluvia no se asoma. La ciudad se vuelve hostil con los atascos y la vorágine del regreso a clases y al trabajo presencial y desde la ventana se puede escuchar el atronador rugido de las hordas de motociclistas que laboran en esta nueva y gran trabajo que es el despacho a domicilio.  Delivery para los que aman hablar en inglés.

Como dije, el otoño es la más melancólica de las estaciones… incluso más que el invierno, porque cuando ya te introduces en él, en su oscuridad, tienes la esperanza de que se aproxima la primavera. 

La semana anterior mi crónica fue una aproximación al mundo de la cultura Beatnik, un asomarse a la vida de Kerouac y Cassady, mencionando apenas a Ginsberg, Borroughs y Bukowski.  En momento alguno me referí a las mujeres que conformaron ese grupo… ¿No las hubo?  Más bien, no sabemos sobre ellas, sobre su notable contribución a las letras porque si bien las mujeres han sido notoriamente ignoradas en muchos movimientos literarios de la historia, en la generación Beat, surgida en los albores de los ’50, fueron especialmente excluidas, otorgándoles el papel de románticas compañeras o víctimas (Borroughs, sin ir más lejos, asesinó a Vollmer, su mujer) de excesos. Esa nueva generación de escritores que nació en los pasillos de la Universidad de Columbia, Nueva York tiene entre sus exponentes más reconocidos a Allen Ginsberg, William S. Burroughs, Neal Cassady, Herbert Huncke, Jack Kerouac y Lucien Carr.  Eran jóvenes y rebeldes, grandes amantes del jazz (cuando el apartheid imperaba en el país del norte) y sin temor a experimentar con las drogas (que en aquellos años no eran ilegales) o la sexualidad.  Todos los que menciono son hombres… y excluyo a las mujeres.  Ellas fueron simplemente marginadas en una década en que se esperaba que ellas se casaran y tuvieran hijos y en la que incluso existía una manual de cómo ser la esposa perfecta y lograr un marido feliz.

Es cierto que algunas de estas mujeres, como Diane Di Prima, tuvieron algún reconocimiento y aceptación, pero como siempre, se reduce a uno o dos ejemplos de las muchas que hubo.  Diane di Prima, definida por Ginsberg como un genio, encarnó la esencia de la Generación Beat en su poesía. Como muchos de los miembros de esta generación se interesó por el misticismo oriental y estudió, entre otras religiones, el budismo que incluyó profusamente en su obra que también se caracteriza por su carácter rebelde y muchas veces obsceno, que la llevó a ser detenida por el FBI por la publicación de dos de sus poemas en The Floating Bear.

Su poesía es crítica con la sociedad y la política, cruda, genial e increíblemente “Beat”, y en su larga vida se cuenta una estadía en Millbrook con la comunidad psicodélica de Timothy Leary para el cual imprimió las dos primeras ediciones de Psychodelic Prayers (Oraciones psicodélicas) el año 1969.   A fines de los sesentas escribió una novela erótica en la que narró con lujo de detalles su propia experiencia en el movimiento Beat, titulada Memoirs of a Beatnik (Memorias de una beatnik). Di Prima se constituyó así en un puente entre el movimiento beat y los últimos hippies y también entre los artistas de la costa este y la oeste de Estados Unidos.

Durante sus últimos 30 años de vida, di Prima enseñó poesía en la Jack Kerouac School de Disembodied Poetics («poetas desencarnados»), del Instituto de Naropa en Boulder, Colorado, compartiendo el programa con sus compañeros beat Allen Ginsberg (cofundador del programa), William Burroughs, Gregory Corso y otros. Pese a ser una brillante integrante de la generación Beat, di Prima se casó dos veces y tuvo 5 hijos por lo que cumplió ampliamente no solo con las expectativas de las mujeres de los cincuenta, sino también con sus aspiraciones profesionales. En forma póstuma, el 2021, se publicó en castellano Memorias de una beatnik (Ediciones Matadero, México) y Quita tu cuello degollado de mi cuchillo (Torremozas, España).

“Hubo mujeres, estaban allí, yo las conocí, pero sus familias las encerraban en manicomios, se las sometía a un tratamiento de electrochoque. En los años 50 si eras hombre podrías ser un rebelde, pero si eras mujer tu familia te encerraba.” Gregory Corso

En este extraordinario grupo de mujeres encontramos también a Joyce Johnson, que combinaba el talento musical con el literario… desgraciadamente para ella, se involucró en la Generación Beat a través de una relación románticas con Kerouac que duró apenas dos años.  Mujer sumamente inteligente e independiente, reconoció que su relación con el autor de En el camino la inspiró a escribir y tuvo gran influencia en su escritura, pero no pudo evitar, pese a su talento, que la historia la dejara relegada al papel de “la novia de…”

Para mí es una frustración que constantemente se me asocie a él, porque llevo toda la vida escribiendo. Firmé mi primer contrato editorial para publicar mi primer libro, Come and join the dance, con 21 años, algo insólito en los años cincuenta. Soy escritora, y no creo que Personajes secundarios sea el mejor de mis ocho libros. El tiempo ha pasado, y creo que ha madurado mi manera de escribir, pero la gente está obsesionada con estas memorias y nadie sabe verme de otra forma, unida para siempre a Kerouac, la eterna novia de Kerouac.  

Para Joyce Johnson debe haber sido molesto que la estereotiparan como tal ya que su obra muestra una temática claramente feminista donde reivindica el lugar que deben ocupar las mujeres tanto en la Generación Beat como en la sociedad y en la literatura. Hay una tensión entre ser un “personaje secundario” en la narrativa de los hombres y sus intentos por crear su propia narrativa como integrante de la Generación Beat. Eso se refleja claramente en sus memorias que tituló Minor Characters (“Personajes secundarios”).

Entre sus obras más relevantes se pueden mencionar Come and Join the Dance (Ven y únete a la danza), In the night café y Bad Connections. Esta extraordinaria autora, editora y docente, sigue trabajando hasta hoy en la Universidad de Columbia.  Su última publicación data del año 2012, su biografía, The Voice Is All: The Lonely Victory of Jack Kerouac (‘La voz lo es todo: la victoria solitaria de Jack Kerouac’).

 Miren a la mujer moderna:

delgada como cuchilla de tijera.

Corre todas las mañanas en una cinta,

se mete a gruñir y tironear

en una máquina de pesas y poleas,

con una imagen en mente a la que nunca

se podrá aproximar, un cuerpo de vidrio

rosa que nunca se arruga,

nunca crece, nunca desaparece.

Se sienta a la mesa y cierra los ojos a la comida

con hambre, siempre con hambre:

una mujer hecha de dolor

Marge Piercy, De qué están hechas las chicas grandes (fragmento)

Marge Piercy, por otra parte, es quizás una de las poetas beat más dedicada al activismo, difundiendo a través del tiempo uno de los mensajes feministas más potentes. Leer a Marge es leer la realidad que se mantiene hasta nuestros días. Al conocer sus poemas es imposible no recibir el mensaje que se clava en el pecho empoderando a las mujeres, despertándolas y haciéndolas abrir los ojos. 

“Nací en Detroit, Michigan, lugar que abandoné al cumplir diecisiete años. He vivido principalmente en Chicago, Brooklyn, Manhattan, San Francisco y Boston… He sido activista política (lucha por los derechos civiles, grupos antiguerra, Estudiantes por una Sociedad Democrática) de 1965 a 1969. Después de 1969 he estado activa en la lucha de las mujeres.” Marge Piercy

Esta tremenda mujer no solo escribió poesía (diecinueve poemarios).  Es también autora de diecisiete novelas, obras de teatro, ensayos y una autobiografía tremendamente celebrada por la crítica. Ha recibido cuatro doctorados honoris causa y ha participado prácticamente de todas las batallas políticas progresistas de nuestro tiempo, tales como el movimiento contra la guerra de Vietnam y, como ya señalé, el movimiento feminista e incluso ha sido durante los últimos años una activa resistente a la guerra de Irak.

Quizás Marge es la excepción de este grupo porque ha sido elogiada como una de las pocas escritoras norteamericanas notables tanto en poesía como en narrativa y se ha convertido en una de las escritoras más vendidas en los Estados Unidos.  Pero todo esto no sucedió en los tiempos de la Generación Beat donde ella se inició.  Ha sido una larga lucha, todavía bastante desconocida fuera de Estados Unidos, pero eso podría cambiar ya que en el 2021 fue publicada la traducción al español de Mujer al borde del tiempo, uno de sus libros más emblemáticos donde plantea un feminismo no excluyente y un anarquismo ligero para un futuro posible.

He dejado fuera a un buen grupo de escritoras que tienen mucho que decir, entre ellas, Joan Vollmer, Carolyn Cassady, Denise Levertov, Joanne Kyger, Hettie Jones, Leonore Kandel, Anne Waldman, Janine Pommy Vega, Mary Norbert Körte, Ruth Weiss…sería largo abordarlas a todas.

Pero quiero terminar con la trágica historia de Elise Cowen, la chica de las gafas de pasta de la cual prácticamente no se conserva escrito ya que sus padres, no pudieron soportar sus experiencias homosexuales y con drogas y eliminaron la mayor parte de su trabajo. Elise tuvo que escribir a escondidas y robar libros para tener acceso a ellos.  Ingresó al movimiento beat y conoció a Allen Ginsberg de quien se enamoró sin lograr desconectarse nunca, aunque él la abandonó expresándole su homosexualidad.  Ella fue un momento en la vida de él, pero en la de ella, él fue la eternidad. Para compensar, empezó a salir con una mujer, pero nada podía consolarla y su vida era un tobogán emocional. Salía y entraba de los hospitales para refugiarse en la bebida y tenía apenas 28 años cuando decidió lanzarse por el balcón de la casa de sus padres para poner fin a su vida.

“A menudo he pensado que Elise nació demasiado pronto. En un tiempo más tolerante con el comportamiento inconformista de las mujeres podría haber sobrevivido. Elise no podía ocultar lo que era. Ella nunca podía ponerse una máscara, entró y salió del mundo tal como era”. Joyce Johnson

A pesar de que intentaron silenciarlas y someterlas, todas estas mujeres, salvo Elise (que me recuerda tanto a Alejandra Pizarnik), siguieron escribiendo, leyendo y decidiendo sobre su vida. Fueron testigos de un mundo que cambió, en gran medida, gracias a su aporte a la escritura y al activismo político.

También te puede interesar

1 comment

Mónica Gómez marzo 24, 2022 - 10:04 pm

Un completo escrito muy bien documentado sobre la vida de las escritoras de la generación beat
Y excelente recopilación biográfica que muestra las dificultades sociales de las mujeres de la generación 50

Reply

Deja un comentario