“El canario” y el cautiverio de Katherine Mansfield

por Tomás Vio Alliende

El relato escrito en 1922, al final de la corta vida de la escritora neozelandesa, marca un estilo centrado en la sutileza de descripciones, en el mundo de una mujer sola que tiene a su cargo a tres pensionistas y que entrega todo su amor a un ave que la acompaña, dándole los mejores momentos de su vida.

Nacida en Nueva Zelanda en 1888 como Kathleen Beauchamp, la escritora   posteriormente tomaría el nombre de Katherine Mansfield. Siempre fue la oveja negra, la distinta, la que no se podía comportar como una buena mujer victoriana que provenía de una familia acomodada que la mandó a estudiar muy joven a Londres donde inició su carrera participando en un diario escolar.

De ahí su magia, su capacidad de observar más allá, de ver los gestos cotidianos que revelan humanidad y un oído sobresaliente para poder retratar diálogos triviales, pero poderosamente cargados de significado y belleza. Su constante capacidad de recoger frases breves y melancólicas hace que sus obras se conviertan en narraciones únicas.

El relato “El canario” escrito en 1922, al final de su corta vida, marca ese estilo centrado en la sutileza de descripciones, en el mundo de una mujer sola que tiene a su cargo a tres pensionistas y que entrega todo su amor a un canario que la acompaña, dándole los mejores momentos de su vida.

“¿Has tenido pájaros alguna vez?… Si no has tenido nunca, quizá todo esto te parezca exagerado. La gente cree que los pájaros no tienen corazón, que son fríos, distintos de los perros y los gatos. Mi lavandera solía decirme cuando venía los lunes: “¿Por qué no tiene un foxterrier bonito? No consuela ni acompaña un canario”. No es verdad, estoy segura”.

El personaje principal escribe en segunda persona, le narra a otro u otra lo que le sucede y de esta forma comparte su amor por el animal. La delicadeza con la que lo que cuida, la forma con que lo baña, alimenta y escucha cantar. Es tanta la devoción y el consuelo que el ave le provoca que, incluso en pesadillas, sueña que algo le pasa y lo busca hasta que se da cuenta que está bien y sigue ahí con ella.

Enferma de tuberculosis a los 34 años, Mansfield redactó este bello cuento aludiendo al cautiverio propio y al de la protagonista. El encierro que une el amor a la vida, el síndrome de las alas cortas. La escritora recurre a sus propios miedos e inseguridades de una mujer que vivió siempre al borde, a la espera de algo.

 

Criticada amada a la vez, tuvo dos parejas importantes en su vida: el editor John Middleton Murry y la escritora Ida Baker. Vivió la vida hasta el fondo. Al igual que el canto de un ave, trinó destacando como una de las mejores escritoras de Nueva Zelanda.

“Quizás en este mundo no importa mucho lo que uno quiere, pero hay que querer algo”, sentenció la escritora en uno de sus textos, demostrando que las búsquedas siempre son esenciales, profundas. En su obra abundan las mujeres que luchan contra los prejuicios de una sociedad burguesa. Con ironía, la autora deja ver que el mundo siempre le estaba dando a las mujeres un rol pasivo cuando no debería ser así.

Autora de más de 70 cuentos, algunos de sus relatos incluyen temáticas como el aborto que le tocó sufrir en carne propia («La mujer del almacén»), la soledad de la adultez («La señorita Brill») y las diferencias de clase («La casa de muñecas»).

Más allá de que Mansfield pudiera haber pertenecido al grupo de escritores compuesto por James Joyce, D. H. Lawrence o Virginia Woolf, su obra se acerca al estilo minucioso del ruso Antón Chéjov, por los detalles con los que se acerca y explora el comportamiento humano.

Poco antes de morir, la autorale comentaba a su prima Elizabeth lo siguiente: «La verdad es que algunas personas viven enjauladas y otras son libres. Lo mejor que podemos hacer es aceptar cada uno su propia jaula y no decir nada más sobre ella. Yo puedo hacerlo. Y lo haré. Y creo que es sencillamente imperdonable aburrir a los amigos con un «no puedo más«.Y así lo hizo aludiendo también a “El canario”. El 9 de enero de 1923 falleció en Fontainebleau, Francia, producto de una hemorragia.

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