Por Naín Nómez.
Poeta. Académico.
Este extenso poemario de Rafael Ruiz Moscatelli es delirante y paroxístico en principio y lo sigue siendo después de haberlo leído completamente. Su composición consta de tres secciones: “El carrusel de los sicarios”; “Sisa, Kuichi y Aurora lava viva del Licancabur” y “El rito”, parte con la cual culmina esta trilogía barroca y rokhiana, tan desmesurada y carnavalesca como los poemas del poeta de Licantén. Estos títulos ayudan al caminante de la escritura a vagar por las palabras laberínticas de este doble o triple viaje.
El carácter altazoriano del viaje (Huidobro dixit), es lineal y curvo, histórico y mítico, temporal, memorioso y tal vez también tiene reminiscencias del illo tempore, aquel de las épocas sin tiempo de los dioses y las diosas. Pero en sus oscilaciones del corso y ricorso de la historia relatada, como diría Juan Bautista Vico, también aparecen con todo su realismo y crudeza los sicarios con su mundo delincuencial más cercano a los territorios narrativos de un Bolaño o de un Manuel Rojas.
En la contratapa del poemario-relato de Rafael Ruiz Moscatelli, se hace un collage con algunos versos del mismo, que sirven de pórtico explicativo o síntesis. Tomo 4 fragmentos de la contratapa para explicitar lo señalado y ratificar el hilo conductor del texto:
- “Aurora trajinó lo inanimado lo terroso polvoriento y lo salado sintió ruidos en las noches y pasos sigilosos vislumbró criaturas expertas en tinieblas y lloró ante el resplandor de la Luna en las nieves eternas del Licancabur. Aurora Parire venía huyendo del Sur Austral…..”
- “Yo soy Aurora Parire yo arranqué de un mal de amor él sabía herir si me matas te mato gritaba hundido en la rabia amar y odiar no era lo mío….”
- ”Llevamos días buscando al Jacinto casi no dormimos nadie dice nada ni la hermana de los muertos, pero sí es un niño le dijo la madre al fiscal cuando la fueron a interrogar por la muerte de los cuatro Velosos…”
- ”Yo Zambrano no puedo temer vivo de la muerte cierto no llego a viejo no dejan no quiero ser patrón como el Jacinto en el carrusel de los sicarios no hay vuelta atrás es una existencia sin compasión buscando una hora o un día de felicidad…”.
En el primer párrafo mencionado, se describe a Aurora en su viaje desde el Sur alumbrada sagradamente por la cumbre del volcán Licancabur (montaña del pueblo). El poético relato en tercera persona, desarrolla el viaje iniciático de la protagonista que es una fugitiva que viene huyendo del “mal de amor”.Este punto de hablada cambiará más adelante cuando la protagonista asume su propia voz, que de humana se hace trascendente y cósmica evocando el poder de la naturaleza y la metamorfosis que ha sufrido la antigua Rosa Díaz al transformarse en Aurora-Mujer de las planicies, en una peregrina “amante matriarcal”, simbolizada como matriz ordenadora del mundo: “Yo Aurora Parire”. De este modo, la voz en primera persona monologante se hace activa y el peregrinaje se hace liberador.
Paralelamente al viaje de liberación de Rosa se desarrolla la historia de Jacinto y Abelardo Zambrano, sicarios que cuentan su propio periplo de eventos delincuenciales, persecuciones, traiciones y asesinatos. En el poema, Zambrano junto con el Oso, persigue a Jacinto, el cual mató a los cuatro Velosos y es sicario que obedece órdenes pero que se desbandó y ahora es perseguido por otros sicarios mandados por su antiguo jefe. Así lo cuenta el tercer fragmento la voz de Zambrano en tercera persona: “Llevamos días buscando al Jacinto casi no dormimos…”. El cuarto fragmento redunda en la perspectiva de Zambrano, que enfatiza su diferencia con el perseguido, al indicar: “No quiero ser patrón, como el Jacinto en el carrusel de los sicarios”. El movimiento que va permanentemente del relato en tercera persona más impersonal a la primera persona, determina el carácter más o menos poético o más o menos prosaico del libro.
A partir de la segunda sección, nos encontramos con otros personajes como Kuichi y Sisa, además de Salva Vilca Satiri, el herrero de Iquique y del Volcán Licancabur el cual va a tener un papel importante en los rituales de las mujeres diosas. En esta sección, se entremezcla el relato poético histórico con los mitos regionales, la escritura se hace metafórica y se desfasa a veces hacia la corriente de la conciencia, intercalando palabras indígenas relativas a lugares, acontecimientos o costumbres, mientras la figura de Aurora adquiere connotaciones míticas.
La segunda sección culmina con la descripción minuciosa del viaje de Aurora, Kuichi y Sisa al santuario en donde hacen una especie de fiesta de la fertilidad con Jacinto, a quien pretenden curar de su maldad. Si bien el poema se hace narrativo a veces, nunca pierde su carácter poético. Hay un narrador omnisciente que también interviene para reflexionar acerca del pasado y el futuro a partir de un presente degradado por la situación histórica, que los ritos de la tradición indígena intentan exorcizar como una sanación contra la enajenación del aislamiento, la soledad y el consumo.
La última sección del libro se centra en el rito que hacen las mujeres-diosas para librar a Jacinto de su vida de maldad. El poema queda abierto con la reflexión de Zambrano, quien aunque continúa la persecución de Jacinto, debe regresar por el momento a su lugar de origen, quien señala, desde una primera persona casi impersonal:
“Y emprendieron el largo regreso al arenal de Lo Espejo.
Jacinto se les escapó por poco
el santuario de Doña Aurora era intocable
volverían a esperarlo en el sur
a pesar de los recuerdos Jacinto volvería
no importaba cuando
Jacinto tenía sentencia por varios siglos”.
De este modo, el poema deja abierto el destino de sus personajes, y desfonda cualquier interpretación que remita a una cierta pontificación moral o determinista. Dejamos hasta aquí estos escorzos que pretenden mostrar una posible lectura de este poemario extenso, complejo, fructífero y abrumador de Rafael Ruiz Moscatelli.