“El Dinosaurio” de Monterroso. La genialidad de uno de los cuentos más cortos de Hispanoamérica. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

Con solo siete palabras el escritor guatemalteco pudo crear una narración que mantiene una potente vigencia hasta el día de hoy. En el mensaje de su breve relato se puede dilucidar la imagen de aquellos dinosaurios que siguen viviendo y aprovechándose del poder, el dinero y la política. Aunque la gente duerma diez, veinte o treinta años, al despertar los antediluvianos estarán ahí atentos, depredando y rugiendo como siempre lo han hecho.

Hace un par de décadas atrás un amigo se me acercó y me dijo “¿Conoces el cuento más corto del mundo en español?” “La verdad es que no”, le contesté y me mostró “El Dinosaurio” del guatemalteco Augusto Monterroso (1921-2003). El relato dice así: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.  Con muy pocas palabras el autor creaba en 1959 una obra completa, con principio, desarrollo, final y una relevante trascendencia. A mí me gustaba seguir el concurso de microrrelatos del Metro “Santiago en 100 palabras” y algunas de sus obras ganadoras, pero el cuento del dinosaurio lo encontré realmente distinto e inigualable.  

Pasaron muchos años para que el singular record de Monterroso fuera superado. En 2005 el mexicano Luis Felipe Lomelí consiguió ganarle en brevedad al guatemalteco con “El emigrante” y su texto “¿Olvida usted algo? -¡Ojalá!”, después apareció el español Juan Pedro Aparicio en 2006 con el microrrelato Luis XIV que dice simplemente “Yo”. Ejemplos hay varios y llegan hasta la desintegración completa de la estructura de un cuento, sin embargo “El Dinosaurio” de Monterroso sembró el camino y hasta el día de hoy motiva a las audiencias con su contenido extremadamente breve, contundente y revolucionario.

Augusto Monterroso

¿Cuál es la trascendencia de “El Dinosaurio”? Es la respuesta al signo de todos los tiempos, la imagen del animal milenario, de la bestia que no se marcha a pesar del paso de los años, que se queda ahí cuando el protagonista despierta y se hace cargo de lo que duele y perdura. El sueño, muchas veces, hace invisible los problemas, pero al despertar cobra vida. El dinosaurio está siempre ahí al acecho, expectante.  Monterroso se radicó en México en 1956 después de pasar por Chile. “El Dinosaurio” apareció en su libro “Obras completas y otros cuentos” (1959). En la historia de la política mexicana, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se mantuvo en el poder durante más de siete décadas. Por su antigüedad se lo comparaba con un dinosaurio. Por esta razón el conglomerado y sus miembros aparecen constantemente representados en artículos, entrevistas, análisis y caricaturas como estos animales. El microcuento de Monterroso se usa constantemente para caracterizarlos.

El escritor en varias ocasiones dijo que su pequeño relato tenía “interpretaciones tan infinitas como el universo mismo”. Lo cierto es que Monterroso, nacido en Honduras, criado y nacionalizado en Guatemala en medio de la dictadura de Jorge Ubico y la Segunda Guerra Mundial, sintió que esa formación en medio de la opresión y el conflicto lo había hecho responder frente al mundo de la manera que lo hacía. Monterroso estuvo preso tras las revueltas contra el dictador Ubico y posteriormente se asiló en la embajada de México, país donde después de varias vueltas se exilió hasta el día de su muerte. Su galardonada prosa se caracteriza por ser concisa, breve, aparentemente sencilla, repleta de referencias cultas, con un gran manejo del humor negro y la parodia. Quizás por eso en solo siete palabras el autor guatemalteco pudo crear con “El Dinosaurio” un sentimiento mundial que mantiene una potente vigencia. A pesar de que muchas personas no se den cuenta, los dinosaurios también se reencarnan en humanos, atentos y omniscientes, especialistas en política, cargos de autoridad y poder. Aunque la gente duerma diez, veinte o treinta años, al despertar los antediluvianos seguirán ahí, depredando y rugiendo como es su estilo, como siempre lo han hecho.  

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