El más bestial de sus asesinos apresado después de medio siglo. Muerte y Resurrección de Víctor Jara

por Fernando Villagrán

Joan Turner, la precursora maestra de danza y artista, tras una intensa vida de 96 años partió al reencuentro con su amado Víctor Jara esperando que su incesante búsqueda de justicia terminara de cristalizar. Algo que podría ocurrir con el reciente traslado a Chile- inicialmente solo por incumplir las normas migratorias en Estados Unidos –  del más bestial de sus asesinos, Pedro Barrientos, entonces teniente del Ejército de Chile (activo en Tejas Verdes), tras eludir durante largas décadas sus responsabilidades criminales en la masacre del genial creador artístico y cantautor nacional, ultimado con 56 fracturas óseas y 44 balas en su cuerpo, como también de Littré Quiroga (entonces de 33 años y director del Servicio Nacional de Prisiones) que presentaba 47 fracturas y 23 balazos.

Los cadáveres de Jara y Quiroga fueron lanzados, juntos, a un terreno baldío cercano a la línea férrea, en las inmediaciones del Cementerio capitalino, el 16 de septiembre de 1973. 

Después de infructuosas y eludidas indagaciones judiciales, por décadas bajo el amparo de magistrados más que serviles al legado dictatorial, la esmerada y acuciosa gestión del abogado Nelson Caucoto rindió frutos. La aplicación profesional de los jueces Juan Carlos Urrutia y Miguel Vásquez concluyó con cargos en contra de los ex uniformados involucrados en aquellos horrendos crímenes de lesa humanidad y condenas resueltas por la Corte de Apelaciones de Santiago en 2021, y respaldadas finalmente por la Corte Suprema.

Así, los fallos de última instancia de la justicia chilena condenaron a los exmilitares Raúl Jofré González, Edwin Dimter Bianchi, Nelson Haase Mazzei, Ernesto Bethke Wulf, Juan Jara Quintana y Hernán Chacón Soto (ex brigadier que se suicidó en su domicilio antes de ser arrestado) a penas de 15años y un día de presidio en calidad de autores de los homicidios y adicionalmente de 10 años y un día como autores de secuestros calificados. El exoficial Rolando Melo Silva fue sentenciado a 5 años y un día, y a otros 3 años y un día de cárcel, como encubridor de los homicidios y los secuestros, respectivamente.

En la sentencia se describe la brutalidad de los tormentos aplicados a las víctimas antes de su ejecución final, “apartados del grueso de los prisioneros y asignándoseles custodia especial, sufriendo en todo su cautiverio, constantes y violentos episodios de agresión física y verbal (…)  Ambas víctimas fueron objeto de patadas, golpes de puño y golpes de culata con armas”.

La sentencia contra los siete exmilitares fue una resolución unánime de la Sala Penal de la Corte Suprema, integrada por los ministros Haroldo Brito, Jorge Dahm, Eliana Quezada y las abogadas integrantes Carolina Coppo y Leonor Etcheberry.

La cuenta pendiente

El torturador y asesino de Víctor Jara ahora comparece ante la justicia nacional, luego de haber sido extraditado desde Estados Unidos por resolución de los tribunales migratorios norteamericanos, en razón de haber entregado datos falsos al momento de intentar obtener ciudadanía de ese país y continuar eludiendo su acción criminal en Chile. Ya lo había conseguido durante décadas, desde que ingresó al país del norte en julio de 1990 con una visa de visitante y que siete años después contrajera matrimonio con una ciudadana estadounidense.

Las elusiones de Barrientos venían tropezando con la verdad desde que durante 2016 el jurado de un tribunal en Orlando lo había responsabilizado de “tortura y asesinato” de Víctor Jara, como resultado de una demanda impuesta por su ahora difunta esposa Joan, junto a sus hijas Manuela y Amanda. Entonces aquel jurado le exigió al criminal solamente el pago de una compensación monetaria por daños y perjuicios para la familia Jara.

Más allá de las argucias legales que hicieron aterrizar esposado en territorio chileno al otrora feroz torturador, parece haber llegado el fin de su larga fuga sustentada en la mentira infinita.

La embajadora de Estados Unidos en nuestro país quiso poner rúbrica al destino del expulsado de aquel territorio que lo protegió por más de tres décadas:” Hoy, Pedro Barrientos fue expulsado de los UShacia CL, donde es buscado por cargos de tortura y ejecución de ciudadanos chilenos, incluido Víctor Jara en 1973. Esto ocurre luego de una investigación de una década, que condujo a la revocación de la ciudadanía US de Barrientos a principios de este año. Este caso es un recordatorio del compromiso del gobierno US de perseguir a los violadores de DDHH que buscan refugio de la justicia en los US”.

Es entonces resorte de la justicia chilena resolver la gran cuenta pendiente del octavo de los responsables en los asesinatos de Víctor Jara y Littré Quiroga. Acá, donde pasado medio siglo, y pese a tanto, la justicia llega a gotas. Dolorosas inevitablemente para los que continúan o mueren esperando.

Muerte y Resurrección 

Como señala el maestro y reconocido poeta Pedro Lastra en “Variaciones sobre temas de Patricio Manns” (“Cantología”/Catalonia, cuarta edición 2021) el poema de Manns “Muerte y resurrección de Víctor Jara”, de 1973, conjuga la dimensión trágica con la intensidad de la denuncia, inscribiéndose en la “reducida serie de las elegías memorables de nuestra poesía”.

Desde que se agrupó el canto

En el fondo de la boca

Desde que el pecho coloca

Sus clamores como un manto

  El tirano siente espanto

  El pobre siente alegría

  Cuando la voz desafía

  A aquel que la desafiara:

  Por cantar fue Víctor Jara

  Fusilado a sangre fría

 Los que rompieron su pecho

  Salpicando allí amapolas

No saben que el canto es ola

 Que vuela sobre los techos

 Podrán acallarlo un trecho

  Podrán mancharle la cara

  Pero el brazo que dispara

No puede contra el que canta:

   Por sellarle la garganta

   Mataron a Víctor Jara

 Sin cuerpo nace el juglar

 Nace con voz solamente

  La satrapía inclemente

Cuando lo escucha cantar

Busca un cuerpo cortar

 La raíz que el canto asile

 Su boca volcanes miles

Sus manos montañas raras

  Al matar a Víctor Jara

 Llenaron de Jara a Chile

Un canario ensangrentado

Un gorrión de huesos rotos

  Un zorzal sin alboroto

Fue su cuerpo acribillado

De sus dedos machacados

  De su boca destruida

 Se escapó la voz herida

Y se echó a volar al mundo

Y ahora canta tan profundo

   Víctor Jara ya sin vida

En algún lugar de Santiago, septiembre, 1973

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