El PDC y la incertidumbre

por La Nueva Mirada

No son buenos tiempos para el partido de la falange. Qué duda cabe. Aunque no tiene la exclusividad en los conglomerados de la fenecida Nueva Mayoría y comparte el desafío de redefiniciones sustantivas, el impacto de la última contienda presidencial y parlamentaria continúa penando con mayores interrogantes en la otrora primera fuerza política de la extensa transición post dictadura.

Aunque ella reconstruye su perfil político en la Cámara Alta, la contundente derrota de Carolina Goic en la última contienda presidencial, marcó un antes y un después en el ya complejo desafío de validar la vigencia protagónica del PDC. Las tensiones internas de larga data, en torno a las opciones de alianzas de gobierno asumidas por la falange, se extremaron con los últimos resultados, acrecentando las deserciones activas y pasivas, incluyendo a pasados liderazgos históricos, emblemáticos aunque gastados, como los de Gutenberg Martínez y Soledad Alvear. Ya había aportado lo suyo, el anterior distanciamiento de Mariana Aylwin.

Aunque ella reconstruye su perfil político en la Cámara Alta, la contundente derrota de Carolina Goic en la última contienda presidencial, marcó un antes y un después en el ya complejo desafío de validar la vigencia protagónica del PDC.

La elección de una nueva directiva, aunque aportó señales de vitalidad militante, reflejó sus limitaciones por el impacto de los resultados de la reciente contienda presidencial y parlamentaria, no exenta de tensiones heredadas del traumático proceso interno de los últimos años. Así el desafío para la directiva, liderada por Fuad Chahín y Carmen Frei, no se asocia necesariamente a la potencialidad de una renovada mística partidaria, agregando la limitación de no estar constituida por parlamentarios en ejercicio.

Es un dato del actual escenario político la confrontación, como contrapartes activas, del Ejecutivo y la mayoría parlamentaria opositora, donde la bancada del PDC en ambas cámaras ha tendido a un alineamiento pragmático con el conjunto de la diversa y variopinta oposición, en la primera experiencia tras el fin del sistema    binominal. En este contexto destaca el rol activo jugado, entre otros, por Yasna Provoste y Francisco Huenchumilla en debates relevantes, no adjudicados necesariamente a directrices de la nueva mesa partidaria de la DC.

Lo más mediático en el alineamiento crítico del PDC ante el gobierno de Piñera ha estado marcado por el cuestionamiento perseverante – con respaldo del conjunto de la oposición- a la presencia del subsecretario de Redes Asistenciales, Luis Castillo, acusado por Carmen Frei del ocultamiento de evidencias en el magnicidio de Eduardo Frei Montalva. Esa singular tensión ha dejado en evidencia la cruda distancia con Eduardo Frei Ruiz Tagle, cuyos silencios y buena relación con Sebastián Piñera han legitimado la resistencia e indiferencia oficial a las demandas lideradas por la vicepresidenta del PDC.

Con todo el reconocimiento ético que convoca la transparente y perseverante conducta de Carmen Frei, más allá de sus filas partidarias, dicha confrontación – con intentos de atenuación mediática por parte del mandatario – no es asociable a una definición más estratégica en el alineamiento futuro del PDC.

Con todo el reconocimiento ético que convoca la transparente y perseverante conducta de Carmen Frei, más allá de sus filas partidarias, dicha confrontación – con intentos de atenuación mediática por parte del mandatario – no es asociable a una definición más estratégica en el alineamiento futuro del PDC.

Ciertamente el Ejecutivo ha aportado lo suyo, con reiterados pasos en falso en el intento de imponer una agenda tardía en materias relevantes – como ocurre ahora con el inicio del debate de la cuestionada propuesta para el sistema previsional  – de su programa de gobierno, desafiando y provocando un acuerdo opositor que saca del primer plano las severas dificultades para la configuración de una amplia alianza, con bases programáticas mínimas, para enfrentar unitariamente al oficialismo en las próximas contiendas municipales.

El desafío parece más complejo para el PDC, en la medida que persiste una justificada resistencia a retomar acuerdos programáticos con el PC (también con el Frente Amplio). Un debate, aún precario y en pañales donde, ciertamente, no es solamente la falange quien suma dificultades para un eventual entendimiento.

El desafío parece más complejo para el PDC, en la medida que persiste una justificada resistencia a retomar acuerdos programáticos con el PC (también con el Frente Amplio). Un debate, aún precario y en pañales donde, ciertamente, no es solamente la falange quien suma dificultades para un eventual entendimiento.

En un escenario internacional complejo para los sectores progresistas, particularmente en el Continente, cobra sentido jerarquizar las prioridades y definiciones programáticas, sin ambigüedades en materias esenciales, como la valoración de los derechos humanos, el pluralismo y el combate a las desigualdades, que continúan marcando severamente el desarrollo de nuestro país, pese al crecimiento macroeconómico que exhibe con sesgos y silencios convenientes la autoridad oficial.

Un desafiante escenario para el PDC, que no termina de lavar las heridas de sus confrontaciones internas, mientras desde sectores de la derecha – algo no tan novedoso- se alimentan apetitos electorales, algunos caricaturescos, pero que han hecho daño a la falange (antes el PRI, ahora el pretendido social cristianismo del senador Chahuán de RN) y otros con mayor fundamento, como las tentaciones desde Evopoli.

Mientras la derecha- no exenta de contradicciones y tensiones por el liderazgo futuro- entrega señales de no perderse a la hora de enfrentar  “la amenaza izquierdista”. Una derecha que, con mínimas excepciones, brinda por el triunfo de Bolsonaro en Brasil.

Todo anticipa que vienen tiempos más que desafiantes para el progresismo, más plural, diverso y con inocultables distancias históricas, ideológicas, también generacionales, ineludibles de consignar a la hora de asumir las contiendas que se aproximan. Mientras la derecha- no exenta de contradicciones y tensiones por el liderazgo futuro- entrega señales de no perderse a la hora de enfrentar  “la amenaza izquierdista”. Una derecha que, con mínimas excepciones, brinda por el triunfo de Bolsonaro en Brasil.

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