“Las movilizaciones han jugado un rol fundamental en esta crisis”, comenta Pedro Tenorio, analista y columnista peruano refiriéndose al proceso turbulento y violento de transformación político que vive Perú tras la destitución del presidente Merino recién designado, en medio de cientos de heridos y varios muertos. El nivel de la corrupción estatal gubernamental es altísimo, y muchos de los legisladores que se dedican a nombrar y destituir presidentes, están en proceso o acusados de corrupción. En los medios peruanos se hace referencia al “himno del estallido social”: el chileno “baile de los que sobran”. Los políticos ya no inspiran ninguna confianza desde hace mucho tiempo atrás.
Algunos en nuestro país, hablan con temor o de forma maledicente de una “peruanización” que podría terminar en una “venezuelanización”, después del proceso constituyente.
No perciben que las democracias y los sistemas políticos han comenzado a mutar profundamente, especialmente en Latinoamérica, como afirman los analistas políticos.
Han incorporado la presencia de la violencia como parte de ellas, sin que se desfonden. Ver Europa, Asia (sin Corea del Norte, ni China) y E.E.U.U. Podrían llamarse las “democracias violentas fronterizas”.
“Cuando vimos el desarrollo de la marcada turbulencia del segundo semestre del 2019 que serpenteó desde Haití a Honduras, pasando por Ecuador, Colombia, y luego bajó a Chile, vimos en Bolivia una crisis por las elecciones en Perú (…)”. A la autora Carolina Álvarez, se le quedan en el tintero las movilizaciones en Argentina debidas a los severos problemas económicos “pandémicos”, con un 40% de pobreza y un trasfondo histórico de corrupción. Luego menciona que Perú comparte con Latinoamérica tres problemas comunes: “Una clase política encerrada en su burbuja, que no entiende lo que está pasando, como el primer ministro que dijo “no entiendo porque están enojados”; una policía no entrenada para este tipo de manifestaciones y qué en algunos casos terminan llevando a violaciones de los derechos humanos”, y la” presencia en la calle de los jóvenes en movimientos inorgánicos que protestan por el cansancio con la clase política”.
Carolina no considera la poderosa e intensa desigualdad, qué sumada a una pobreza creciente, han llevado a una deshumanización violenta en nuestros países.
¿Les parecen conocidas estas realidades?
En su artículo, Daniel Matamala, menciona que Chile, según la World Inequality Data-base, liderada por Piketty y su equipo de investigación, “calcula que la tajada del 1% más rico ha crecido del 26 % en 2000, al 27, 8 % en 2017. Estamos empatados con México como los “campeones de la desigualdad en el hemisferio occidental. A nivel mundial, somos “terceros, sólo detrás de la República Centro Africana y Mozambique, donde el 1% más rico, se lleva el 39% del ingreso”. Al considerar la porción más rica del 10%, “también somos los más desiguales de Latinoamérica, con un 60.2%, superados por 5 países africanos”.
Llegamos a esto después de largas décadas de una ceguera ético moral frente a la injusticia social y a las condiciones indignas de vida de los otros más débiles y vulnerables, cobijada en las estructuras de poder socio económicos y políticos.
Como en una “adiaforesis”, se nos “cierran los poros qué permiten que la moral transpire”. Las actitudes y las acciones sobre otras personas se realizan sin discernimiento ético moral. Devienen en algunos momentos sólo objetos que pueden ser usados para fines personales.
¿Qué tal? No hay personas, democracia ni sistema político que toleren por largo tiempo estas realidades sin ser sometidas a crecientes perturbaciones y anomalías que terminarán en las necesarias y naturales transformaciones radicales adaptativas. Estas serán acompañadas y generadas por diversas formas de movilizaciones y revueltas con diferentes grados de violencia colateral, secundarias a los procesos de cambios iniciados por los ciudadanos, especialmente por los y las más jóvenes.
¿Qué tal? No hay personas, democracia ni sistema político que toleren por largo tiempo estas realidades sin ser sometidas a crecientes perturbaciones y anomalías que terminarán en las necesarias y naturales transformaciones radicales adaptativas.
Las movilizaciones pacíficas son necesarias para generar cambios.
El mundo político ya no está capacitado para iniciarlos.
Son una forma de ejercicio del poder del pueblo ciudadano, y forman parte de la búsqueda de un espíritu ético común de nuestros tiempos.
Este espíritu ético común, con una visión compartida de humanismo fundamental con sentido personalizador, es la única solución real posible frente a la violencia explícita generalizada sistémica estructural, o focalizada como en la región de la Araucanía. Es la única forma de mitigar polarizaciones extremas y populismos descontrolados y finalmente sin sentido.
El flujo vectorial de cambios sistémico estructural está lanzado en Chile, más allá del punto de no retorno, y penetra y traspasa al cuerpo social, cultural, político y económico.
Los sistemas, estructuras del estado y del gobierno se modifican ante nuestros ojos de forma imparable e irreversible.
Quien no lo entiende de esta manera, prefiere vivir sordo y ciego frente al cambio y al clamor ciudadano. Ciegos y sordos frente al grito de los 80% de los excluidos, frente al canto “de los que sobran” desde hace muchas décadas.
Quien no lo entiende de esta manera, prefiere vivir sordo y ciego frente al cambio y al clamor ciudadano. Ciegos y sordos frente al grito de los 80% de los excluidos, frente al canto “de los que sobran” desde hace muchas décadas.
El sistema político actual es hoy profundamente post pragmático. Sin fundamentos y con ideologías débiles y líquidas. A veces, leves e inexistentes. En otros casos, sólo con ideologías económicas dirigidas a preservar y aumentar la riqueza y el poder.
Frente a esta realidad, la elite económica política, se defiende echando a andar enclaves de su maquinaria de poder económica comunicacional. El “paso a paso” pandémico, es un buen ejemplo. Destinado a activar de forma urgente la maquinaria económica laboral, mira como pasan lenta y silenciosamente los enfermos y muertos tolerables como costos colaterales “mínimos” y “controlables” de una endemia alta reconocida, con posible rebrote en marzo o antes.
Frente a esta realidad, la elite económica política, se defiende echando a andar enclaves de su maquinaria de poder económica comunicacional. El “paso a paso” pandémico, es un buen ejemplo.
“Welcome to the Machine”, de Pink Floyd.
(Escuchar mientras se lee).