El reducto del gobierno y de nuestra plutocracia. Uno y lo mismo. Por Luis Marcó

por La Nueva Mirada

Estamos ante un gobierno cuya prioridad es mantener o aumentar el desarrollo de las grandes fortunas a todo evento, incluso en lo que podríamos calificar la peor crisis que enfrentamos en un siglo. El propio Presidente de la República es actor y parte interesada en este propósito. Pasamos de un intento de gobierno gremialista a un gobierno derechamente plutocrático.

A veces en política las palabras que califican las actitudes del adversario sirven para la prensa pero describen poco el fondo de las cosas. Ese parece ser el caso cuando desde las oposiciones se apunta a la “mezquindad” del gobierno a la hora de entregar recursos a las familias que necesitan paliar los rigores de las cuarentenas y la propia pandemia. No parece aventurado pensar que ni el “egoísmo” ni la “mezquindad” son el motor de un gobierno que sigue conteniendo el gasto social, que se niega a suscribir créditos internacionales y cuyo esfuerzo de “orden fiscal” no se condice con los perdonazos tributarios a amigos o cercanos. La última ratio del gobierno es más profunda y tiene harta más historia, por eso vale la pena asomarnos a los factores que pueden dilucidar por qué la Moneda pareciera plegada en sí misma, abocada a dar forma a un supuesto “legado” del actual mandatario y empecinada en no ceder respecto de la macroeconomía.

Si en el primer gobierno de Sebastián Piñera se sepultó el proyecto de una derecha liberal, tal como la defendía Rodrigo Hinzpeter, en este segundo gobierno el proyecto político del gremialismo le vino de prestado al Presidente. Era funcional en la medida que mantenía unido a su sector, generaba cierto orden y, por cierto, salvaguardaba los intereses empresariales. El desfonde de ese proyecto político con el 18/O dejó a Piñera reducido a velar por sus intereses y los de buena parte de la plutocracia criolla. Sin embargo, los que veían en esto el fin del modelo neoliberal deberían considerar que la defensa de ese bastión no claudica, más aún cuando cierta élite se acostumbró a influir en los destinos del país frente o tras bambalinas buscando imponer su visión del mundo.

Carlos Cáceres

¿Cuál es esa visión? Permítanme una anécdota personal que puede arrojar algunas luces. En el desarrollo de un posgrado del que fui alumno en la década de los noventa, la institución que impartía el programa entregó los módulos de Economía a la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI), misma entidad de la que ha sido socio Joaquín Lavín. La introducción a una de las cátedras de economía estuvo a cargo de Carlos Cáceres, quien había sido Ministro de Hacienda, último Ministro de Interior de Pinochet y rector de la UAI. En su presentación Cáceres hizo una introducción a los principios del neoliberalismo bajo un sesgo más doctrinario que técnico; ahí estaban las bondades del mercado, el chorreo como supuesto mecanismo de distribución, la eficiencia de los privados…para llegar a un momento culmine en que lanza la pregunta: ¿Cuál es el factor articulador más relevante para el mercado?. Tómense unos segundos a ver que responderían porque no es obvia la respuesta.

Pues bien, empleando las propias palabras del exrector, el factor “casi mágico” del mercado era nada más ni nada menos que el precio. En éste se resumiría no solo el valor de producción, costos y utilidades sino que establecería un acuerdo fundamental en la transacción, en el precio se daría cierta armonía. Por supuesto habría que decir que esas cualidades suponen algo que les encanta a los economistas: condiciones de un mercado perfecto. El precio como factótum, una idea fantástica o quizás fantasiosa, no sé.

Sabemos que el requisito de perfección del mercado chileno no es precisamente una fortaleza. Muchos negocios se enfocan a servicios esenciales, algunos con rentabilidades garantizadas como autopistas y otros; la mayoría de segmentos productivos se reparten entre tres o cuatro empresas de un mismo rubro y los servicios son altamente concentrados facilitando colusiones varias. En términos económicos la elasticidad de la demanda no aplica mucho ni la competencia tampoco. Por eso hablar de precios como un factor de equilibrio es casi ridículo en Chile, sino basta comparar los valores de medicamentos acá versus Europa o Estados Unidos, por citar un ejemplo.

Por estos días le daba vueltas a esta historia y pareciera tener otro aspecto interesante: en la mirada del modelo, focalizada en la cadena de transacción, las personas serían secundarias. El consumidor es más o menos pasivo porque se encuentra con el vendedor en el precio, eso bastaría. El tema resulta más sugestivo considerando que la base del capitalismo actual tiende a la automatización, dejando al “proletariado” como una idea accesoria u obsoleta; lo relevante ahora son los consumidores, ojalá cautivos con algún tipo de crédito o beneficio. Por eso en Chile hay un mercado para las bases de datos de clientes. Resumiendo: lo que importa son los términos de transacción y, en ese marco, las personas pasan a ser parte de la cadena de valor, algo transable y tasable. ¿Cuánto vale tu cartera de clientes? No tiene nada que ver con ética, es solo economía.

Gobierno insensible dicen algunos…pero ese coro no tiene sentido para la mirada comercial. Por cierto, una mirada que les asegura grandes resultados y grandes fortunas. Así que no esperen un giro, porque no es razonable cambiar las cosas cuando te resultan. En consecuencia, ¿qué es lo que le importa realmente al gobierno?: la repuesta corta es mantener o aumentar el desarrollo de las grandes fortunas a todo evento, incluso en lo que podríamos calificar la peor crisis que enfrentamos en un siglo. Pasamos de un intento de gobierno gremialista a un gobierno derechamente plutocrático. Un tránsito tampoco tan raro cuando varios ministros que dejaron este gobierno, como Felipe Larraín o Juan Andrés Fontaine, declaraban tener poco menos de 2 mil millones de pesos en sus haberes, según señaló parte de la prensa por sus declaraciones de patrimonio e intereses. De todas formas, para los estándares del club de Piñera, donde las cifras se manejan en millones de dólares, eso es poco y nada.

¿Por qué el gobierno no ha buscado créditos internacionales para enfrentar la crisis y dejar la focalización que excluye a mucha gente del apoyo estatal? Una vez más se trata del cruce  de intereses privados con lo público. La deuda privada en Chile en 2020 era diez veces más que la deuda pública, por lo que el gobierno incluso prefiere que se desangren los fondos de pensiones antes de afectar las tasas de interés externas. Ni hablar de los costos para las grandes fortunas si ven subir el riesgo país con su impacto en los reaseguros y posiblemente valorización de sus empresas. Al final mejor los retiros del 10% previsional que además podrían cortarse en el Tribunal Constitucional y, en el peor de los casos, será un problema para futuros gobiernos. A males privados, soluciones públicas.

Nick Hanauer

Hace unos años el empresario estadounidense, cofundador de Amazon, Nick Hanauer, advertía en una charla TED que la concentración de riqueza en Estados Unidos estaba incubando un malestar social que terminaría llevando las horcas a las puertas de plutócratas como él. Afirmaba que no ha habido un momento de la historia en que una concentración tan alta no termine en violencia y en la ruptura del pacto social. Hanauer aventuraba además que ese proceso de concentración, que asume como un defecto estructural del capitalismo, finalmente socava la democracia y termina en un sistema feudal de facto. Su discurso, de hace seis años, no anticipaba la toma del Capitolio, ni la ola de protestas en el mundo, ni la pandemia…pero estaba en sintonía.

Para los que les parece exagerado el diagnóstico de Hanauer, deberían leer al Premio Nobel de literatura y autor de Pigmalión, Bernard Shaw, que publicó en 1928 el libro The intelligent woman’s guide to socialism and capitalism. El texto, penosamente vigente, anticipa lo que sostiene el empresario estadounidense. Bernard Shaw habla de la famosa política del chorreo, aunque se refiere al “desbordamiento”, tan popular por un largo tiempo en la élite neoliberal chilena. También se refiere a la prosperidad para una élite capitalista que promueve y se acomoda a un sistema de corte feudal y habla de los abusos empresariales en términos más crudos que hoy día. Los mismos procesos y los mismos problemas. Mientras en Estados Unidos unos doscientos ricos piden mayores impuestos, recomendación a la que se sumó el Fondo Monetario Internacional, aquí los super ricos hacen mutis por el foro.Es que el sentido de sociedad es muy distinto, allá es menos endogámico. Aquí es el esquema cota mil a lo que se aferra el gobierno, el reducto de los winners, ganadores siempre. ¿Distribuir? ¡Por favor!… mire, no me grabe…¿no ve que el lago es mío y tengo visitas?

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