Asumiendo que todas, absolutamente todas las encuestas aseguran que ganará el Rechazo, sumándose el inefable Tomás Mosciatti y el gurú de las elecciones Pepe Auth, garantizando que solo un cataclismo daría la victoria a los que adhieren al proyecto de la convención Constituyente, asumo una cierta fama de “contreras” y me la juego por el Apruebo como vencedor en la próxima contienda plebiscitaria.
En realidad, yo veo las cosas de otro modo.
Votaciones binarias como ésta – a pesar de que Lagos desplegó lo mejor de sus sofismas para explicar (no pudo) que aquí no se juega al Apruebo o Rechazo – están fuertemente condicionadas por las capacidades movilizadoras de unos y otros. Todo liderazgo finalmente consiste en eso: en la capacidad de movilizar ideas, estados de ánimo, actividades, declaraciones y cualquier tipo de pronunciamientos.
La derecha ha movilizado un estado de ánimo ambivalente: el miedo; que siempre será una mala conversación con el futuro: “Chile dejará de ser un país unido”; “La justicia dejará de ser un poder independiente”; “Los indígenas tendrán preeminencia sobre los ciudadanos no indígenas”; “Se acabará el derecho de propiedad”; “Me expropiarán los fondos previsionales”, “se terminará con la salud privada”, “Cuba”, “Venezuela”, etc.
Lo que los promotores del miedo parecen desconocer es que una vez introducido en las conversaciones ese sentimiento continúa circulando, infestando y ramificándose. Así las comunidades descubren otros miedos: “si no se aprueba que pasará?, ¿tenemos entonces que quedarnos con la constitución del 80 para siempre?, ¿qué pasa con los derrotados?, ¿seguiremos con la constitución como una cuestión pendiente?, ¿qué pasa con los derechos sociales mínimos de que habla Beausejour”, “¿habrá otro estallido?”, “¡oh no!”; “¿por qué no avanzar, terminar con esta cuestión pendiente? Y claro, esos otros miedos, impulsan la energía para el lado contrario.
Por eso, los que movilizaron el miedo al texto constitucional para impedir su reversión necesitaban al menos dos cosas: en primer lugar, prepararse para un debate en la exégesis del texto, demostrando sus verdaderas amenazas, y, además mostrar un acuerdo para modificar esa constitución si ganaba el Rechazo. No fueron capaces ni de lo uno ni de lo otro. No quisieron debatir sobre el texto (incluso los amarillos se opusieron a su difusión y conocimiento) porque esto implicaba competir con el otro texto, es decir la constitución actual. Y menos aún proponer una alternativa porque ello dividiría verticalmente a la derecha, toda vez que tendrían que ponerse de acuerdo qué texto reformar, si el de la propuesta o el actualmente vigente.
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Esta elección es una carrera de infarto, larga, pero, como una maratón, se juega en los últimos kilómetros. La derecha ya movilizó lo que podía, es decir, a todos los que la gente no identificara como suyos: Amarillos, concertacionistas, doctores de la ley, periodistas, influencers, otros, y… sería. Los del Apruebo, en cambio, despliegan la fuerza callejera, llenan plazas, con banderas y colores. Su fuerza se encuentra entre la gente común y corriente. A diferencia de su adversario no necesitan esconder a sus reales dirigentes, desplegando la diversidad de su estado mayor, aunque para algunos pareciera conveniente una menor figuración.
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Así en estas últimas semanas, frente a los desgastados Warnken, Rincón, y Auth, surgió una renovada y propositiva Carolina Tohá, disputando algunos espacios en los medios. En cualquier caso, no es allí donde se está definiendo la carrera. Ello ocurre en las calles, con la gente de a pie.
Y a propósito de gente común y corriente, es innegable que este plebiscito se resolverá con incidencia de nuevas variables. La principal, evidentemente, es la gente que vota. Como ha dicho la experimentada profesional Marta Lagos, podría incidir una revolución de la participación (metáfora no muy diferente a la de Pepe Auth), si al fenómeno del voto obligatorio se agrega una inercia por participar en el proceso, resultando la concurrencia de un universo electoral de tal magnitud que las empresas de demoscopia podrían errar fácilmente en sus pronósticos (dadas las limitaciones de sus muestras).
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Si así ocurre, la pregunta es ¿Qué votarán estos nuevos electores? Y la respuesta está en las otras variables. Como la edad y el nivel socioeconómico. Si estos factores son los amplían el universo electoral, el Apruebo se verá favorecido asumiendo que los sectores populares tienden a favorecer los cambios y son escasamente considerados por las encuestas. Algo similar ocurre con los más jóvenes.
Una votación es un acto más emocional que racional. Algo similar ocurre con la economía. En ninguno de los dos casos prevalece absolutamente la razón. Pero ello no debe llevarnos a confundir la movilización del marketing con la movilización política. El primero es fundamental para dar a conocer alguien o algo. Un producto o servicio. Lógicamente si se trata de elegir parlamentarios Don Francisco tiene más posibilidades que otros porque tiene la ventaja de ser mucho más conocido. Pero aquí se trata de un plebiscito y hay que decidir sobre dos aspectos fundamentales: Cuál de las dos opciones se asocia mejor con los deseos del inconsciente colectivo, sea porque es más sexi; y/o porque tiene más prestigio, más identidad. Estos temas que son mucho más sutiles que los anteriores deben verse desde las conversaciones no articuladas. Y desde luego no es la típica de izquierda-derecha como apuestan desde el Rechazo con su esmero en presentar divisiones en el espectro concertacionista. Sin embargo, la conversación no articulada va por otro lado: con futuro y pasado, lo nuevo y lo viejo. ¿Y que puede ser menos sexi que la de la conversación de pasado? y ¿qué puede asociarnos más al pasado que la constitución del 80?
Por otro lado, y respecto del prestigio, de la identidad, allí sí es necesaria la presencia de personajes que encarnen emociones compartidas por la sociedad chilena. Y lamentablemente para el bando del Rechazo carece de personajes simpáticos, afectivos, reconocidos y legitimados por el pueblo. No ha mostrado personeros que desarrollen confianza, adhesión espontánea. La misma idea de sacar a bailar la cueca a concertacionistas provoca la desconfianza obvia de la antipatía de los quintacolumnistas: para unos son los traidores, para los otros son oportunistas peligrosos. Si hubiera que llegar a un acuerdo no sería con aquellos.
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Y al otro lado, el Apruebo tiene dos monstruos de la simpatía, el afecto, y la popularidad: Michelle Bachelet y Gabriel Boric. A ninguno de los dos se les ha visto en el escenario del momento sublime de la batalla. Pero están. A su manera distinta, incidiendo aquella singular ausencia, presencia cercana y mediata.
Las encuestas difícilmente son capaces de captar el movimiento, la dinámica, la forma en que las interpretaciones se van convirtiendo en hegemónicas en el curso de una confrontación de visiones. No obstante, es posible percibir que cada vez con mayor presencia y vigor se van imponiendo dos ideas centrales: el Apruebo es el futuro por cuanto entre dos constituciones, la del 80 se encuentra superada por la historia; con el Rechazo no conseguiremos nada y aunque el texto propuesto por los constituyentes tenga errores sigue siendo un mejor punto de partida para avanzar y progresar políticamente, que es la forma como se proyectan los pueblos.
Los del Rechazo, movilizaron, por último, la idea del amor. Otro error eidético sin duda. El amor convoca a acompañar, acoger, compadecer, comprender, empatizar. No a rechazar. Y la propaganda crispada, descalificadora, a ratos agresiva, no sirve para movilizar el “Rechazo por amor”. Más bien provoca la necesidad de actuar con mesura, detenerse a pensar en el mejor futuro para todos.
Y esto nos pone en la conversación crucial: ¿En qué escenario estaremos más tranquilos el 5 de septiembre? ¿En qué situación veremos el futuro más cercano?
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La conversación que nos provoca miedo a todos es encontrarnos en una elección que parece ponernos entre el abismo y la esperanza, entre la salida o la entrada del túnel. Y es allí, en esa tesitura, precisamente, donde se activan los interruptores de la conciencia nuclear que, en las concepciones de Antonio Damasio, hace que un enfermo de Alzheimer sin reconocer a la persona que está en una fotografía, pacifica al enfermo, porque, aunque no sabe que es su esposa, encuentra allí el refugio, la ternura, el baúl de las emociones atesoradas para no perderse en la oscuridad del tiempo.
Ganará el Apruebo porque, finalmente, necesitamos creer. Creer que en esta “fértil provincia y señalada en la región antártica famosa” somos capaces de fecundar el futuro, con todos nuestros genes, y en toda nuestra gente.
1 comment
Completamente de acuerdo. Me encantó la analogía del enfermo de alzheimer… APRUEBO con la mente y el corazón abiertos al cambio…