Esperando al caudillo

por Jorge A. Bañales

El Congreso de Estados Unidos certificó esta semana la victoria electoral de Donald Trump quien acompaña su retorno a la Casa Blanca con la cacofonía típica de insultos, amenazas y provocaciones.

Cuatro años

La vicepresidente de EE.UU. y ex candidata presidencial demócrata Kamala Harris presidió el lunes la sesión plenaria del Senado y la Cámara de Representantes para la certificación de los resultados de las elecciones de noviembre pasado.

Con orden y decoro el cuerpo legislativo devolvió a la nación las imágenes de lo que significa un proceso constitucional, cuatro años después que una muchedumbre incitada por Trump tomó por asalto el Capitolio para impedir esa ceremonia constitucional.

Desde que Trump instigó la asonada, más de mil personas han sido encausadas por la violencia y cientos de ellas han sido condenadas por delitos varios. La causa judicial contra Trump se ha desvanecido desde que el Tribunal Supremo de Justicia –con mayoría conservadora designada por Trump- afirmó que los presidentes tienen inmunidad por actos durante su mandato, y desde que la ciudadanía le dio al caudillo la victoria electoral que le negó en 2020.

Para algunos analistas e historiadores el intento de golpe de estado del 6 de enero de 2021 marcó un hito en el resquebrajamiento del sistema constitucional que en este país lleva más de dos siglos de vigencia. El hecho de que el responsable principal haya eludido juicio y castigo, y la persistencia de la mentira acerca de la elección de 2020 señalan, en esta opinión, un daño irreparable.

Para los historiadores y analistas de otro bando los cuatro años transcurridos, la realización de una elección presidencial ordenada y pacífica en 2024 y la sucesión presidencial en marcha demuestran la vigencia y el vigor de las instituciones de la República.

Y para los trumpistas que han copado el Partido Republicano, el cuarto aniversario del asalto al Congreso trae una reivindicación que pule el aura de invencible de Trump, valida la impaciencia con la política tradicional y justifica la arremetida trastornadora que de Trump esperan.

En su estilo

El saludo navideño de Trump incluyó joyas de su retórica fanfarrona y su habilidad para levantar polémicas.

Feliz Navidad para todos, incluidos los maravillosos soldados de china que operan, de manera amorosa pero ilegal, el Canal de Panamá (donde perdimos 38.000 personas en su construcción hace 110 años) asegurando siempre que Estados Unidos pone billones (de dólares) en dinero de ‘reparación’ sin que tengamos absolutamente una palabra acerca de cualquier cosa”, escribió Trump.

La mayoría de los trabajadores muertos en la construcción del Canal de Panamá provenía del Caribe y países centroamericanos.

En su mensaje, Trump identificó al (entonces) primer ministro de Canadá como “gobernador” y dijo que en el país vecino “los impuestos que pagan sus ciudadanos son demasiado altos, pero si Canadá pasara a ser el estado 51 de la Unión, sus impuestos bajarían en más del 60 %, sus empresas crecerían inmediatamente al doble, y estarían protegidos militarmente como ningún otro país en el mundo”.

Igualmente, al pueblo de Groenlandia, que es necesario para los propósitos de la seguridad nacional de Estados Unidos y que quieren que Estados Unidos esté allí; y allí estaremos”, añadió Trump.

El presidente electo ha dicho que impondrá tarifas sobre las importaciones desde China y de países que son socios comerciales y aliados estratégicos de Estados Unidos. Ha dicho que podría enviar fuerzas militares a México para combatir a las bandas de narcotraficantes y contrabandistas de migrantes, y ha propuesto que se cambio el nombre del Golfo de México a “Gulf of America” (por aquello de que para los estadounidenses “America” es su país).

Después que un individuo arremetió con su camioneta contra la multitud fiestera en la calle Bourbon de New Orleans, con un saldo de 14 muertos y decenas de heridos, Trump aprovechó para una de sus demonizaciones de los inmigrantes. Y no se corrigió después que las autoridades identificaron al atacante como ciudadano estadounidense y veterano de guerra.

Del dicho al hecho

Las fanfarronadas, jactancias, exageraciones y mentiras de Trump son tácticas negociadoras que, al parecer le dieron resultados al empresario que hizo fortuna vendiendo imagen. La idea es que los adversarios –y en el mundo trumpiano sólo hay adversarios y sirvientes, nunca aliados – no saben si habla en serio y está dispuesto a actuar de acuerdo a lo dicho.

Puedo proclamar con orgullo que la Edad de Oro de America nos ha llegado”, afirmó en Phoenix, Arizona, a fines de diciembre. “Hay un espíritu que tenemos ahora y que no teníamos hasta hace muy poco tiempo”.

El periodista puertorriqueño Julio Ricardo Varela, en una columna para la cadena MSNBC, escribió que “la evocación de una ‘Edad de oro’ siempre entusiasmará a sus seguidores que se emocionan con la convocatoria para ‘Hacer America Grande Otra Vez’.”

Pero, para buena parte de América Latina, la era a la cual se remonta esa consigna estuvo definida por el imperialismo y la explotación estadounidenses”, añadió. 

La coyuntura global en el comienzo de 2025 le da a Trump una oportunidad para reafirmar la primacía estadounidense: la tajada de China en la economía mundial ha ido disminuyendo desde 2021 en un período en el cual la porción estadounidense ha seguido creciendo, y la economía de Rusia, en la evaluación más generosa, anda a los tumbos mientras Vladimir Putin sigue empantanado en Ucrania. Irán, que completa el trío de los adversarios más serios para Washington, ha perdido terreno con el derrocamiento de Basha al-Assad –un revés compartido con Moscú- y las palizas que Israel ha dado a Hizbolá y Hamás.

Pero no hay en la ciudadanía estadounidense apetito alguno por más guerras.

Los ciudadanos que votaron a favor de Trump no lo hicieron por un interés o siquiera un poco de atención a los asuntos internacionales. Junto con quienes no votaron por Trump y por quienes se quedaron en su casa el día de la elección, los estadounidenses están preocupados por su situación económica, el costo del cuidado de la salud, la creación de empleos, la vivienda y la educación.

Al aproximarse la fecha tras la cual será responsable –y será responsabilizado- por casi todo lo que ocurra en Estados Unidos, Trump ha empezado a atenuar algunas de sus promesas para decepción de sus seguidores.

La promesa de bajar los precios desde el primer día de su presidencia pasó a ser el reconocimiento por parte de Trump de que los precios son, vaya sorpresa, un asunto “complicado”.

La promesa de tarifas “universales” de hasta un 10% a un 20% sobre todas las importaciones ha pasado a ser la consideración de tarifas sólo sobre ciertos sectores considerados cruciales para la seguridad nacional o la economía del país.

La promesa de ordenar, el primer día, la redada más masiva grande gigantesca y sin precedentes en la historia para la deportación de millones de inmigrantes indocumentados, ha pasado a ser la advertencia de deportación para extranjeros que haya cometido crímenes.

La promesa de poner a los estadounidenses por encima y por delante de todos, ha pasado a ser una aceptación de los beneficios de las visas que las empresas de alta tecnología necesitan para contratar geniecitos extranjeros. 

A sus 78 años, Trump vuelve a la Casa Blanca con la ilusión de retorno a un pasado en el cual “todo era mejor”, la necesidad pragmática de domesticar a sus seguidores más entusiastas, y las realidades de un sistema político, que en cuatro años ha probado su resiliencia, y en el cual el poder de la presidencia es limitado.

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