Evelyn Matthei: Tan cerca y tan lejos

por Juan. G. Solís de Ovando

No sé exactamente por qué, pero se me hace algo patética la mirada de Evelyn. Mirada patética de una historia algo triste. Es como si no fuera de algún lugar reconocido. Esa falta de pertenencia viene de lejos. Cuando formaba parte de la patrulla juvenil (bien ridícula la derecha chilensis), no era relevante. 

Su mirada huidiza rima con sus respuestas inseguras, pero congenia mal con sus pulsiones en pugna: de pronto, su carácter explota estigmatizando a sus oponentes con lenguaje inapropiado y en otras ocasiones nos sorprende con actitudes llenas de empatía y comprensión a sus adversarios más distantes.

De esas pulsiones en pugna se sostiene y comprende la biografía de la rubia lideresa derechista.

Una biografía que no está exenta, por cierto, de graves tropiezos y quiebres. De todos ellos Evelyn salió varias veces herida, pero no muerta, aunque quedaron marcas indelebles en sus tejidos interiores y, en parte también en su piel externa como si se tratase de esos persistentes tatuajes que se hicieron en medio de un momento apasionado de una relación romántica pero ya desvanecida.

Evelyn viene de una familia militar y ascendencia alemana. Ambas forman parte de la configuración celular que modeló su personalidad en sus primeros años de vida. Ambas ascendencias fueron nutrientes para forjar una personalidad que valora la disciplina y el resultado evidenciable. Desde entonces asoció a sus necesidades espirituales el gusto por la música clásica y el estudio de las matemáticas. En ese espacio íntimo, protegido y cercano, siempre halló un refugio para protegerse de las veleidades de la selva política.

Como si copiara el guion de una película antigua, Evelyn entró a la política como su progenitor, desde un espacio ajeno y distante. E igual que éste nunca supo ocupar un lugar secundario.

Recordemos que el general Matthei llegó a ser comandante en jefe de la Aviación cuando el dictador Pinochet defenestró a todo el alto mando de la institución cuyos generales solidarizaron con su comandante en jefe, Gustavo Leigh.

Matthei padre, aceptó el cargo al que jamás habría accedido de no mediar esas particulares circunstancias, ganándose para siempre la repulsa y el resentimiento de sus camaradas de armas.

Desde entonces y como si se tratase de una enfermedad contagiosa el síndrome de la traición empezó a rondar entre los fantasmas de la líder derechista. Y también desde entonces sus principales enemigos provinieron siempre desde su propia tribu.

El comportamiento turbio y brutalmente torcido de la Evelyn cuando aprovechando las ilegales escuchas de la contrainteligencia militar chilena expuso públicamente una conversación entre su rival Sebastián Piñera y su amigo Pedro Pablo Díaz, para iniciar una guerra sucia contra ella, affaire que acabó por mostrarla ante la opinión pública como una política inescrupulosa e inmoral.

Y así fue como salió mal de su partido el derechista Renovación Nacional, pero encontró refugio en la más derechista Unión Demócrata independiente (UDI). Desde entonces -y aunque protagonizó otro comportamiento moralmente reprobable con la denuncia irresponsable a un exparlamentario socialista-, Evelyn, ocupó varios cargos políticos que la mantuvieron siempre a la primera línea de la política activa.Diputada, senadora, alcaldesa, ministra del Trabajo, en ninguno de esos cargos destacó por la trascendencia de sus proyectos o la profundidad de su discurso, pero casi siempre proveyó de titulares noticiosos para que su nombre se mantuviera entre los mencionables en las encuestas. Por eso no es extraño que en estas salga casi siempre entre las posibilidades de los presidenciables de las alianzas derechistas.

Los vientos demoscópicos parecen correr ahora, en su favor. Al menos aparece muy bien posicionada durante los últimos ocho meses.

Como antaño, la lideresa de ascendencia alemana tiene a sus principales enemigos dentro de la casa. Y éstos, siguen la tendencia mundial de escorar por la ultra a los movimientos derechistas. Pero en esta particular coyuntura hay una extraña coincidencia en la ascendencia alemana de los candidatos derechistas: Johannes KaiserJosé Antonio Kast y por supuesto la modelo de este retrato. Todos alemanes y soberbios exponentes de la raza superior en un país que no consigue trasuntar su inferioridad económica. Todos son derechistas, opositores absolutos al gobierno y sus enemigos más o menos iguales: los inmigrantes, un rol destacado del Estado y, por supuesto, los izquierdistas de toda clase y condición. Ninguno de ellos está dispuesto a declinar su intención de llegar a la Moneda en pro de fines superiores, entre otros motivos porque ya no son sexi los fines superiores.

¿Cómo y dónde, Evelyn, pone la diferencia?

Es difícil decirlo. Nuestra modelo camina siempre desde la soledad. Y también, desde la precariedad eidética. No se le conocen libros, artículos de opinión, entrevistas icónicas, debates emblemáticos que sirvan de base para conocer su ideario político o algo parecido.

Salvo sus arranques explosivos, sus súbitos arrebatos como ministra y sus actuaciones estelares como alcaldesa, caídas en bicicleta, espontáneas apariciones como carabinera del tránsito y luego huidas callejeras en los tumultuosos días del estallido, no se conocen sus grandes definiciones programáticas o algo parecido a principios doctrinarios.

Matthei parece andar sola por la vida. De allí su fuerza y también sus debilidades. Porque nuestra política retratada aquí, resuelve su innata orfandad de grupo desde la contradicción de su discurso y el desorden de sus aliados.

Por supuesto, Evelyn no desconoce que las luchas fratricidas de la derecha chilena suelen terminar en carnicería. Y no solo eso, ya ha probado en alguna ocasión el filo de la navaja, el abandono, la orfandad. A veces, incluso ha experimentado relaciones esquizofrénicas, como con el expresidente Piñera que pasó a ser de autora de una conspiración política en su contra, a ministra del Trabajo en su gobierno. Antes había aprendido que las traiciones políticas no son eternas y también, que antes de meterse con los plutócratas chilenos hay que pensarlo dos veces, porque chilito y China para estos efectos, solo se parecen en sus tres primeras letras, o sea que aquello de que el que tiene poder no tiene riqueza y viceversa, aquí no corre.

La blondy candidata sabe, por eso, que la cosa se viene fea: tiene dos competidores a su derecha, alemanes como ella, y, al menos uno de ellos, bastante más joven.  Más joven y con más fuerza. Evelynpretende competir con éste, exponiendo propuestas filofascistas como la creación de cárceles en el desierto y la reposición de la pena de muerte y otras iniciativas extremistas en un vano intento de competir por su derecha y ubicarse en las tendencias mundiales tipo trumpista. Pero lo que logra, en verdad, es acentuar su estilo errático e incoherente por ir detrás de las modas del momento.

En este ámbito la candidata de Renovación Nacional y la UDI, parece no entender bien de que va el juego. Porque en un país tan especialmente presidencialista como Chile, los electores consideran siempre que el mejoramiento de la situación existente no se realice con cambios que puedan provocar efectos en el status conseguido por los ciudadanos. Por eso, Chile elige siempre un “salvador”, que encarne la mayor parte de las virtudes o, al menos, la menor cantidad de defectos.

Por eso, se pueden proponer cambios considerables, pero siempre dentro de un estilo ponderado y razonable.

En este último aspecto, la Evelyn no supera claramente a sus adversarios derechistas, entre otras cosas porque estos últimos se esmeran en cultivar formas de expresión tranquilas y empáticas, sobre todo, su competidor J.A. Kast.

Tampoco entiende la Matthei que por cada cien votos que rescata de la ultraderecha se le arrancan mil del centro.

Para bien o para mal, los tiempos no están en Chile para aventuras extremistas, sobre todo si estas no se muestran eficientes para hacerse cargo de las fuentes del malestar social actual: un país que se auto percibe inseguro, injusto e ineficiente y también corrupto, atrasado e incierto.

Los que añoran un Milei chileno están perdidos salvo en una cosa: los jóvenes solitarios, encerrados en sus computadoras y atrapados en las redes -que son bastantes, pero no suficientes para ganar una elección-, pueden apoyar las aventuras de turno, como en su día lo hicieron con Parisi que vendía un futuro de humo y challa a través de los celulares.

Por otra parte, alguien decía -refiriéndose a Eduardo Frei Montalva– que para ser elegido presidente en Chile la gente debía percibirlo con cara de presidente de la República. Este mismo comentarista agregaba que este atributo Frei Montalva lo tenía desde niño.

Se dirá que Boric tampoco daba la pinta. Y es cierto. Tuvo, de hecho, que construir una identidad presidencial ya en el cargo. Pero no olvidemos que Gabriel Boric fue elegido por el miedo que provocó el blondy derechista en las mujeres chilenas que temieron un retroceso que las pusiera en un tiempo anterior a la invención de la píldora anticonceptiva y el advenimiento del Concilio Vaticano Segundo.

De estos lodos contradictorios, estos polvos confusos: mientras los análisis demoscópicos insisten en asegurar que la elección de presidente, -más bien parece ser que presidenta-, es tirar y abrazarse, para la rubia abanderada de la derecha chilena; con igual fuerza los expertos en Tarot y otras artes adivinatorias insisten en afirmar que Evelyn ni siquiera llega a la papeleta. Nunca los adivinos y los adivinadores estuvieron tan alejados.

A veces, pareciera que el destino impide en su sinuoso e indeterminado camino concluir con rigurosa lógica su derrotero. A eso le llamaba Hegel, la astucia de la historia. Nuestra modelo, se muestra, empero, con posibilidades objetivas en una historia errática. Un retrato obscuro y algo lejano. Y con esa rara lejanía no puedo dejar de ver la silueta de Evelyn en el jardín de su casa, sola, y junto a una tasa de café, mirando una foto de la Moneda cuando el Tatán era su inquilino. Y solo atina a decirse, invocando una secreta conversación sobre su oscuro objeto de deseo: “tan cerca y tan lejos”

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