La verdad es que me caías mal. Un cruce entre máquina de movimiento perpetuo y demonio de Tasmania no podía sino perturbar mi pobre capacidad de manejarme con excesos de energía vital. Es que vengo de una tradición izquierdista más bien ideosa y pausada. Y me fastidiaba el lenguaje salpicado de términos moralistones como transparencia, transversalidad, diferencias “legítimas”, colectivo… (Hay más).
Ahora, señor presidente electo, le quiero agradecer el nuevo ánimo que tengo. (Percibo que no es solo mío). Las semanas finales de la campaña, y sobre todo su discurso políticamente conmovedor de la noche del triunfo, despertaron en mí la convicción de que usted le hará bien a un Chile que está bastante jodido. Especialmente por los millones de personas con banderas chilenas, el Wallmapu, y la diversidad sexual, iluminadas nuevamente por la posibilidad de hacer un país para todas.
A esta edad mi apoyo quiere decir poco, pero cuente con mi buena voluntad. Y mi gratitud.