Algo Previo:
Utilizo esta columna para hacer una invitación.
Quizá no debería.
El editor de Mirada Semanal sabrá.
Invito a movilizarnos por instalar el siguiente foco político para este tiempo.
El orden democrático se pone en juego.
Cuidar el estado y su legitimidad, garantizando a la gente un horizonte de estabilidad y certidumbre para vivir la pandemia.
Cueste lo que cueste.
Por mi parte, me comprometo a golpear esta tecla cada vez que tenga ocasión.
Ahora sigo:
Informarse, calcular, predecir y controlar
Es lo que hace el experto. (Por lo general, masculino).
Su afán de fondo es controlar; hoy, la expansión y el costo de la pandemia Covid 19. Posee modelos – epidemiológicos, macroeconómicos – con los que calcula predicciones. Para hacerlas, debe alimentarlos con información – datos.
Cuando se cree que se busca información, que con ella se calcula, que con esos cálculos se predice, y que con esas predicciones se controla, todo suena tan “objetivo”, tan racional e indiscutible… Pero la práctica va en la dirección opuesta: el afán de control, con sus estándares de lo que se considera una situación normal, define los modelos que se usarán para predecir, cuyas exigencias de datos predefinen la mirada de lo que ocurre y especifican la información.
Hay expertos y expertos. Están los que creen que su metodología es objetiva y racional – la única capaz de observar el fenómeno de la pandemia y sus conexiones económicas, tal cuales son. Y que la única alternativa es el prejuicio y la subjetividad. Son extremadamente peligrosos. No observan su predisposición a observar ciertos datos como relevantes, no otros, a encerrarse en moldeos calculativos, a colgarlo todo de su evaluación de lo que es normal y anormal en el mundo. No ven ni sienten sus prejuicios y predisposiciones. Y no sospechan que son ciegos e insensibles a ellos. (En el extremo, no cree tener prejuicio alguno sobre nada – pura objetividad y razón. Es terminante, habla golpeado).
No ven ni sienten sus prejuicios y predisposiciones. Y no sospechan que son ciegos e insensibles a ellos.
Y están los que saben que sus métodos son frágiles, tentativos, nunca definitivos, siempre bajo prueba. Achuntes de los que toman responsabilidad a partir de prejuicios y predisposiciones implícitos.
¿Qué ocurre cuando el control falla, como lo hace normalmente? El primer experto culpa a la falta de información – “yo no sabía”. O a alguien que no se comportó como dicen sus modelos que debió hacerlo, seguramente por irracionalidad o mala intención – “nunca imaginé que no se respetaría hasta tal punto la cuarentena”. O quizá alguien se equivocó con los cálculos. O bien los criterios de control y normalidad de la gente son equivocados. Nunca se acusa a sí mismo de falta de perspicacia. Esa mezcla de comprensión y sensibilidad, interpretación y afecto, que mantiene despierta la atención al carácter indefinido, contingente e inesperado de la situación. No. Este experto no asume responsabilidad, se escuda en su metodología y en errores de aplicación de ella. Vuelve a la carga con lo mismo, parchado.
Este experto no asume responsabilidad, se escuda en su metodología y en errores de aplicación de ella. Vuelve a la carga con lo mismo, parchado.
Es incapaz de presentir el paquete de presuposiciones, prejuicios y predisposiciones afectivas que lo poseen, desde las cuáles caracteriza y modela la situación como lo hace. No tiene conciencia de esa jaula, como sí la puede tener el otro experto, y no podrá salir de ella. Por lo mismo, no podrá tomar responsabilidad por ella – es decir, tomar responsabilidad real.
La pandemia es un evento con historia. Produce un tiempo interno, una deriva temporal propia, al hacer emerger en forma contingente nuevos y nuevos factores relevantes que la hacen evolucionar. Predecirla con el tiempo externo y abstracto del calendario es inútil y peligroso. Navegarla, sometiéndose a ser transformado por ella, sí. Predecirla para controlarla, no.
Navegarla, sometiéndose a ser transformado por ella, sí. Predecirla para controlarla, no.