La cuenta presidencial, un mensaje sin contenidos

por La Nueva Mirada

El pecado mayor de la cuenta entregada por el Presidente Sebastián Piñera al país no es que decidiera saltarse la tímida autocrítica incluida en el texto escrito. Ni siquiera que no rindiera un minuto de silencio a las víctimas del Covid, mostrara mayor empatía con las familias afectadas por la pandemia social, que repitiera algunos anuncios ya conocidos o que tomara “prestadas” propuestas de alguno(a)s parlamentarios (as),

El problema de fondo es que no se hace cargo de la profunda crisis política, económica y social que hoy vive el país y que nos acompañara por largo tiempo. Ni señala un rumbo o propuestas que marquen una inflexión. Apenas insinúa algunos titulares, que muchos podrían compartir o no dependiendo de los detalles, la letra chica, su traducción en políticas públicas e iniciativas legislativas.

Para quienes esperaban que el Presidente precisara en que consiste la nueva etapa que se inauguraría con la designación de su nuevo gabinete, un nuevo trato que incluyera a la oposición y al propio movimiento social, o anuncios concretos para prevenir un nuevo estallido social e impulsar la reactivación económica, el mensaje fue una verdadera decepción.

Siendo muy relevante el objetivo de la reactivación de la economía y la recuperación  de los casi dos millones de empleos perdidos durante la crisis, el mayor problema que hoy enfrente el país es la profunda brecha de sentidos que separa no tan sólo al gobierno de la oposición sino también a las elites de la ciudadanía que masivamente ha expresado su descontento y malestar en contra de una institucionalidad que pese a sus múltiples reformas aún guarda resabios autoritarios e inspiración neoliberal. Un precario sistema de protección social y   un modelo de desarrollo injusto, excluyente, largamente agotado, que favorece la concentración de la riqueza y posibilita los abusos.

la profunda brecha de sentidos que separa no tan sólo al gobierno de la oposición sino también a las elites de la ciudadanía

El reciente cambio de gabinete parece ir en la dirección exactamente opuesta con las demandas de la ciudadanía por cambios y rectificaciones. Tal pareciera que el mandatario ha resuelto entregar la conducción del gobierno a los sectores más duros de su coalición, desestimando la alternativa de rectificaciones y búsqueda de acuerdos que ofrezcan una salida política a la crisis.

El reciente cambio de gabinete parece ir en la dirección exactamente opuesta con las demandas de la ciudadanía por cambios y rectificaciones.

En Argentina se hablaba de una “grieta” para referirse a las profundas diferencias que separaban al macrismo de la oposición. En nuestro país se puede sostener que existe una brecha entre quienes mantener y restaurar el orden anterior, defendiendo la actual constitución y el modelo de desarrollo frente a una amplia mayoría social y política que demandada cambios y rectificaciones,

No fue una buena señal la visita del ministro del Interior a la convulsionada Araucanía, en donde se limitó a reunirse con autoridades y servicios policiales para reforzar las medidas de orden y seguridad, alertando en contra de “minorías violentistas”, con supuestas capacidades operativas, que buscan subvertir el orden público, sin darse el tiempo para dialogar con dirigentes indígenas y escuchar sus demandas. Son varios los sectores, entre ellos las propias comunidades, que han considerado esta visita más como una provocación que como una contribución al diálogo y la pacificación.

Se viene el plebiscito y las elecciones

En tiempos normales estaríamos inmersos en una intensa campaña en torno a las opciones de apruebo o rechazo del proceso constituyente. Pero están lejos de ser normales. Pese a que tanto el gobierno como el SERVEL  han visado el protocolo que fija las medidas sanitarias  para establecer medidas de seguridad, aún subyace una incógnita acerca de un posible rebrote de la pandemia, como ha ocurrido en diversos países, que podrían obligar a una nueva postergación.

Y es más que evidente que la preocupación ciudadana no está fundamentalmente  centrada hoy en el proceso constituyente y menos en el intenso cronograma institucional y  electoral que se viene en los próximos 14 meses.

Pero si la suerte o la divina providencia nos acompaña, el próximo mes de octubre los ciudadanos deberemos concurrir a las urnas para decidir si queremos una nueva constitución redactada en democracia y resolver si lo hacemos a través de una convención íntegramente elegida al efecto o una mixta, con la mitad de parlamentarios y el resto elegidos.

A juzgar por las encuestas y la amplia movilización ciudadana previa a la pandemia, existen muy pocas dudas acerca del resultado del plebiscito, en donde la opción apruebo debería imponerse por un porcentaje superior al 70 %, al igual que la opción de elegir íntegramente a los convencionales o constituyentes.

La duda que realmente persiste es por la masividad del evento. La participación de la ciudadanía en los procesos electorales ha venido bajando tras la aprobación del voto voluntario. En la pasada elección municipal del año 2016 votaron alrededor de 4,750 .000 ciudadanos. Una participación que subió a poco más de siete millones en la segunda vuelta de la elección presidencial de 2017m cuando Sebastián Piñera.

Es más que evidente que no están dadas las mejores condiciones para asegurar una masiva participación y hay sectores que no están interesados en posibilitarla. Específicamente los partidarios de la opción de rechazo al proceso constituyente, que intentaron saltarse el plebiscito de entrada y entregar facultades al próximo congreso para introducir reformas a la actual constitución y que buscan minimizar una derrota más que segura, buscando restarle legitimidad al proceso.

Es más que evidente que no están dadas las mejores condiciones para asegurar una masiva participación y hay sectores que no están interesados en posibilitarla.

Es tarea de  los sectores que apoyan el proceso, recordando la gesta del 1988, generar la mística necesaria para asegurar una participación masiva y un triunfo categórico a la aprobación de este proceso que puede cambiar la historia y el rumbo futuro del país.

Un texto constitucional que abra las puertas a los cambios y transformaciones que el país necesita.

No tan sólo se trata de dejar definitivamente en el pasado la pesada herencia del régimen militar sino de escribir en una hoja en blanco una nueva constitución, legítima en su origen y homogéneamente democrática en sus contenidos. Un texto constitucional que abra las puertas a los cambios y transformaciones que el país necesita.

La unidad social y política de los partidarios del proceso constituyente es la condición del éxito

Pueden existir diferencias, y de hecho existen respecto de lo que debe contener una nueva Constitución. Es más que evidente que no todos los partidarios de la opción apruebo piensan lo mismo en materia constitucional pero eso no se resuelve en el plebiscito convocado para el próximo mes de octubre. Tan sólo los chilenos están llamados a pronunciarse si desean una nueva constitución redactada en democracia y el mecanismo de su elaboración, y en aquello no pueden existir matices. Se está por la aprobación del proceso constituyente o por su rechazo (reformista, agregaría la derecha que está por el rechazo). Otro tema distinto es si se es partidario de una convención mixta o integralmente elegida.

Pero una constitución debe expresar consensos ampliamente mayoritarios de la ciudadanía y no tan sólo de un sector, tal como sucede con el actual texto constitucional.

Luego se debatirán sus contenidos a través del mecanismo acordado que establece mayorías de dos tercios para aprobarlos o dejarle al futuro parlamento la tarea de resolver los desacuerdos. Mucho se ha debatido estos quórums, sosteniendo que una convención constituyente debe ser soberana para resolver por simple mayoría. Pero una constitución debe expresar consensos ampliamente mayoritarios de la ciudadanía y no tan sólo de un sector, tal como sucede con el actual texto constitucional.

El proceso constituyente y la crisis que vive el país

El proceso constituyente tomará dos años antes de ser sometido a un plebiscito ratificatorio, Un plazo que excede el mandato del actual gobierno y que está jalonado por un intenso cronograma electoral que deberá renovar municipios, gobernadores y consejeros regionales, diputados y senadores y el propio Presidente de la República.

Sin lugar a dudas el acuerdo alcanzado por la mayoría de los partidos políticos de gobierno y oposición para dar inicio al proceso constituyente es un enorme avance para ofrecer una salida política a la crisis, pero no es suficiente ni resuelve los problemas más apremiantes que hoy enfrenta el país. No permite asumir la brecha de sentidos que hoy se genera entre el gobierno y la oposición, ni los efectos de la crisis social, así como el imperativo de la reactivación económica.

El gobierno debe asumir la principal responsabilidad para ofrecer una salida política a la crisis multidimensional que hoy vive el país, Asumir la profundidad de la crisis social, las demandas ,  ayuda y protección , que urgentemente requieren sectores muy mayoritarios frente a la emergencia y los graves problemas sociales que arrastra el país. Asumir el proceso de reactivación económica profundamente vinculado con la crisis social y la urgente necesidad de mayor cohesión y paz  social para enfrentarla,

Las señales entregadas con el nuevo gabinete y las contenidas en el mensaje presidencial son malas señales. Sectores de la derecha y el empresariado lo han interpretado como un signo de empoderamiento del gobierno y mayor cohesión de su coalición y el inicio de una nueva etapa. Nada en el mensaje del presidente permite avizorar los contenidos de esa nueva etapa, salvo por el esfuerzo de cohesionar s sus partidarios, que aún debe pasar la prueba de la blancura, teniendo a la vista las profundas diferencias en su interior.

Las señales entregadas con el nuevo gabinete y las contenidas en el mensaje presidencial son malas señales.

El país requiere que el gobierno de señales claras de una real disposición al diálogo, no tan sólo con la oposición sino con un amplio y diverso movimiento social que al igual que en el pasado mes de octubre, ha demostrado su disposición a movilizarse tras sus justas demandas.

Las responsabilidades de la oposición

El gobierno no ha tenido un trato justo con la oposición a la que permanentemente ha intentado dividir entre “dialogantes y obstruccionistas”, patriotas y antipatriotas, extremos y moderados, sin reconocer la permanente disposición al diálogo y la búsqueda de acuerdos de su inmensa mayoría. Lejos del obstruccionismo sistemático que podría ejercer una mayoría parlamentaria en manos de la oposición, ha optado por aprobar la mayoría de los proyectos presentados a su consideración, con propuestos que buscan perfeccionarlos, siempre presionados por la urgencia a la que insistentemente apela el Ejecutivo.

Pero el rol fundamental de la oposición no es colaborar con el gobierno sino trabajar por el interés superior del país. Ejercer su función fiscalizadora, representar lo más fielmente posible a sus electores y construir alternativas de futuro.

Pero el rol fundamental de la oposición no es colaborar con el gobierno sino trabajar por el interés superior del país. Ejercer su función fiscalizadora, representar lo más fielmente posible a sus electores y construir alternativas de futuro.

La profunda crisis política, económica y social que enfrenta el país interpela no tan sólo al gobierno sino también a la oposición. Es más que evidente que la crisis de confianza entre las elites y la ciudadanía alcanza también a la oposición, que no ha logrado capitalizar el descrédito del gobierno y su caída en las encuestas resultando imperativo reconstruir los lazos y el diálogo con los actores sociales, buscando encauzar sus demandas y ofrecer una salida política a la crisis,

Es más que evidente que la crisis de confianza entre las elites y la ciudadanía alcanza también a la oposición

Es más que evidente que, al igual de lo que sucede en la derecha, no existe una sola oposición sino varias, con profundas diferencias en su interior. La gran interrogante es si estas diferencias son más relevantes que aquello que comparten y si son capaces de unirse en la diversidad para ofrecer una alternativa de futuro.

Es más que evidente que, al igual de lo que sucede en la derecha, no existe una sola oposición sino varias, con profundas diferencias en su interior.

A poco más de un año de la próxima elección presidencial resulta extemporáneo enfrascarse en la disputa por liderazgos o lanzar al ruedo candidatos presidenciales que apenas marcan en encuestas de nulo poder predictivo, a más de un año de las elecciones presidenciales y un intenso cronograma electoral por delante. El paso a paso también aplica para la política.

A poco más de un año de la próxima elección presidencial resulta extemporáneo enfrascarse en la disputa por liderazgos

El primer gran desafío que hoy enfrenta la oposición es ganar el plebiscito de octubre que, al igual como en 1988 debe enfrentar unida.  Y luego asumir los próximos desafíos electorales con unidad y espíritu de colaboración, que no excluye la competencia, para asegurar mayoría en los municipios, los gobiernos regionales, el parlamento y la convención constituyente.

El primer gran desafío que hoy enfrenta la oposición es ganar el plebiscito de octubre que, al igual como en 1988 debe enfrentar unida. 

Sin lugar a dudas estos acuerdos no tan sólo pueden fundarse en  cálculos electorales sino tienen un fundamento en ideas, proyectos y convicciones. Y la oposición está desafiada a construir esa base común, a partir de la cual se puede competir por hegemonías y liderazgos.

Y la oposición está desafiada a construir esa base común, a partir de la cual se puede competir por hegemonías y liderazgos.

Sería una irresponsabilidad que el país no perdonaría que, fruto de sus diferencias y divisiones, el amplio campo del progresismo no fuera capaz de construir una alternativa de gobierno y le entregara a la derecha nuevamente el poder. En el convulsionado escenario que hoy vive el país todo puede suceder.

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