En las filas del oficialismo crece la inquietud por el resultado de la elección de integrantes de la Convención Constituyente, alcaldes, concejales y gobernadores regionales, que según las proyecciones de sus técnicos electorales serían menos auspiciosos que los triunfalistas pronósticos de autoridades de gobierno.
La postergación de los comicios, inicialmente resistida por los partidos de Chile Vamos, puede debilitar las candidaturas oficialistas, impidiendo un mayor despliegue publicitario, donde la derecha tiene obvias ventajas.
Pero la preocupación mayor tiene que ver con la crítica situación sanitaria del país, en circunstancias que las autoridades de gobierno no pueden eludir su responsabilidad por decisiones equivocadas, como el temprano relajamiento de medidas preventivas, mensajes contradictorios y un cierto exitismo, que varios medios internacionales se han preocupado de destacar. En este complejo escenario que tiende a relativizar los avances en el proceso de vacunación, que el gobierno apostaba a capitalizar como su gran logro, cunden los rumores y especulaciones acerca de una eventual salida del ministro de Salud
Se suma el desorden en las filas oficialistas por el tema del tercer retiro. El propio jefe de la bancada de diputados UDI, Juan Antonio Coloma, luego de un largo proceso de “reflexión” votó a favor de la iniciativa en la comisión de Hacienda de la Cámara y los dirigentes del partido reconocen que será muy difícil alinear a su bancada en el rechazo del proyecto, que el gobierno llevará al Tribunal Constitucional.
La renuncia de la ministra del Trabajo y su reemplazo por el diputado Melero, contribuye a proyectar la imagen de un gobierno en retirada. Sin diseño claro ni legado que rescatar, como no sea la imagen de una crisis múltiple que remueve al oficialismo.
La proyección de los resultados de la elección de constituyentes, que lleva la firma de Hernán Larraín (Evopolis), Guillermo Ramírez (UDI) y Rodrigo Ubilla(RN), bien puede formar parte de una operación electoral para detener el exitismo que reina en sus huestes y demandar el voto por los candidatos del pacto y no por los independientes cercanos, pero instala los riesgos por un resultado indeseado en la elección del 15 y 16 de mayo y sus efectos en la próxima contienda presidencial y parlamentaria.
En su análisis y conclusiones, los autores del documento, inicialmente “filtrado” a la prensa y luego dado a conocer de manera oficial, llamando a redoblar los esfuerzos en estas semanas que restan para la elección, se anotan tres causas que contribuirían a explicar los modestos resultados proyectados. La primera es el efecto generado por las candidaturas independientes, que van fuera de los pactos, algo que podría perjudicar mayoritariamente a la oposición que se divide en tres listas.
La segunda razón dice relación con el perfil de los candidatos, afirmando que, a diferencia del oficialismo, las listas opositoras tienen rostros con alto nivel de conocimiento, que aportan muchos votos. Un argumento más que discutible si se examinan las listas de los candidatos de derecha, que incorporan varios exministros, dirigentes políticos con trayectoria y funcionarios de gobierno. El verdadero problema es que varios de estos candidatos y candidatas se asocian con la opción por el rechazo del proceso constituyente, como la exministra Marcela Cubillos y otros connotados representantes de la derecha dura, y difícilmente pueden aspirar a captar votación de independientes y partidarios del apruebo.
Finalmente, el documento apunta al proceso de fragmentación política que vive el país, Un argumento curioso luego que la derecha decidiera presentar una lista única de candidatos a la convención, incluyendo a los republicanos liderados por Jose Antonio Kast, ante una oposición dividida.
Normalmente la derecha unida debiera alcanzar una representación en la Convención Constituyente algo superior al tercio de los 138 miembros, sin considerar lo que suceda con los 17 escaños reservados a los pueblos originarios. Eso la convierte en la primera minoría, frente una oposición diversa, pero con mayores posibilidades de construir consensos en su interior.
Con todo, la derecha sí tiene buenas razones para estar preocupada. Las elecciones del próximo 15 y 16 de mayo no auguran resultados muy promisorios para el sector, Ni a nivel constituyente y tampoco de gobernadores regionales (en donde existe el mecanismo de segunda vuelta, que favorece a la oposición) y concejales, que se eligen de manera proporcional. Probablemente le puede ir mejor en alcaldes, que se eligen por mayoría simple.
Las elecciones del próximo mes de mayo marcan el verdadero punto de partida de la carrera presidencial en donde, tanto la derecha como la oposición deberán resolver sus liderazgos para esa contienda.
Pareciera evidente que la derecha enfrentará la elección presidencial dividida entre el candidato o candidata que se imponga en las primerias de Chile Vamos y José Antonio Kast que mantendría su postulación superando el escollo de su contagio de coronavirus.
La UDI, una vez resuelta la competencia entre los alcaldes Lavín y Evelyn Matthei, desplegará su aún operadora máquina electoral para desplazar los intentos alternativos que entusiasman todavía el entorno de Sebastián Sichel y Mario Desbordes.
Definiciones en la oposición ¿Un nuevo pacto político y programático?
El Partido Comunista parece serio, aun en sus errores. En los años 80 se produjo el giro hacia la política de rebelión popular, incluyendo la lucha armada y la creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Se resistió todo lo que pudo a la inscripción en los registros electorales para participar en el plebiscito de 1988 (“inscripción igual traición”), se mantuvo en la oposición a los gobiernos de la Concertación y tan solo en el segundo gobierno de Michelle Bachelet se sumó a la Nueva Mayoría. No suscribió el acuerdo del 15 de noviembre de 2019 para iniciar el proceso constituyente y hoy impulsa un frente antineoliberal, que lo une a lo que queda del Frente Amplio y otros aliados menores,
Y mira con bastante escepticismo (¿realismo?) los esfuerzos por superar la división opositora para levantar un candidato único elegido en unas primarias amplias, desde la DC hasta la PC. Su primera propuesta en los debates de acercamiento programático que hoy animan partidos de oposición es la definición antineoliberal, cualquiera sea lo que ello signifique,
Parece evidente que no hay tiempo ni condiciones para superar las diferencias que hoy separan a la oposición y levantar un candidato (a) único (a) a primera vuelta. En el mejor de los casos existirían para suscribir un acuerdo de mínimos y un compromiso de apoyo mutuo en segunda vuelta.
Contra el tiempo Gabriel Boric – proclamado como postulante a La Moneda por su partido y apoyado por Revolución Democrática- debe reunir 24.000 firmas en los próximos tres meses para oficializar su opción, siendo más que dudoso que Comunes, cercano hoy al PC, contribuya a ese esfuerzo.
En la Unidad Constituyente se mantiene la incertidumbre. Parece evidente que el PPD no está disponible para realizar una preprimaria con el PS para presentar un candidato (a) único (a) a las primarias de ese sector. La razón principal ha sido explicitada por integrantes del comando de Heraldo Muñoz. El Partido Socialista tiene una estructura más sólida y probablemente ganaría una pre primaria.
Esta decisión le viene muy bien a la DC, que ha mostrado fortaleza y capacidad de movilización en materia de primarias manifestándose por una primaria en donde cada partido compita con su propio candidato a candidata. No así a los integrantes de Nuevo Trato, que se resisten a la idea de apoyar a una candidata de ese partido y que han propuesto realizar una primaria con los partidos de inspiración social demócrata y liberales progresistas, que compita en primera vuelta. Tampoco para los socialistas la decisión es fácil.
Los plazos se acortan y llega el momento de las definiciones. Las próximas elecciones de mayo se constituirán en un dato muy relevante para asumir las opciones que marcarán el futuro no tan solo de la oposición sino del país, que deberá optar por un nuevo gobierno de derecha o uno de carácter progresista o de izquierda.
Sin pretender intentar hacer de la necesidad una virtud, el mejor escenario para la oposición es consolidar su fuerza política y electoral en las elecciones del próximo mes de mayo y establecer consensos mínimos en su interior que le otorguen sentido a una futura mayoría social y política, suscribiendo un compromiso de apoyo recíproco al postulante que pase a segunda vuelta presidencial.
Parece el sendero posible para sustentar y sostener una vía de cambios y transformaciones urgentes que la sociedad chilena demanda más allá de lineamientos partidarios.
Es decir, un nuevo pacto político y programático por los próximos cuatro años, en donde todos sus integrantes se preocupen de leer con atención y suscribir responsablemente sus contenidos.
No hay de otra.