La Pérgola, el terremoto de Valdivia y la soberanía cultural

por Felipe de la Parra Vial

Cuando sucedió el terremoto más grande de la historia del mundo (medido) de 9,5 grados Richter, en la ciudad de Valdivia, en mayo de 1960, el único testimonio filmado simultáneamente, fue registrado en Santiago por el noticiero de Emelco, en una de las funciones de “La Pérgola de las Flores” en el Teatro Camilo Henríquez, obra que se había estrenado en el mes anterior. Las imágenes, de aquel entonces, mostraron la entereza de actrices y actores de soportar tal remezón -menor, por cierto, que en el sur- en el estrecho escenario de la calle Amunátegui.

Por esas cosas de la vida y la causalidad jungiana, sesenta y tres años después, en la actualidad, el 25 de septiembre, el país cultural tuvo un terremoto de iguales magnitudes en el Teatro Regional Cervantes de Valdivia. Los vecinos y vecinas, los invisibles de siempre, estrenaban a tablero vuelto un extracto de la obra icónica de Isidora Aguirre con la musicalización de Francisco Flores del Campo. Y lo hacían de manera profesional, con el rigor del canto y la actuación, con una orquesta de primer nivel, con un vestuario colorido, un sombrerero de alta alcurnia y una escenografía moderna, que rescataba la original.

La Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Valdivia, bajo la dirección teatral de Eugenia Fernández y con el concurso de las y los dirigentes vecinales, montaron un sueño que hizo que Isidora Aguirre resucitará en el mundo que más amaba: su pueblo.

La misma “Nené” Aguirre que se la jugó desde los primeros días de la dictadura, poniendo su casa a disposición para reuniones clandestinas de los comunistas, socialistas, mapucistas y miristas. Por su departamento, en la calle Rengo de Ñuñoa, pasaron connotados dirigentes políticos -talvez, los más buscados- por los aparatos represivos del régimen militar. Por esos días escribía con rebeldía su “¡Lautaro! Epopeya del Pueblo Mapuche”, estrenada recién en 1982.

Cuando terminó la presentación, el Teatro Cervantes de Valdivia explotó en ovaciones.  La gente lloraba desde la alcaldesa y el Gobernador, todas y todos de pie celebraban emocionados. La prensa valdiviana y el canal de televisión municipal fueron los únicos que dieron cuenta de este terremoto.

En tres meses ensayaron la obra, una y otra vez, hasta alcanzar el amor de la Carmela por Tomasito, él del “campo lindo y su perro el Fortuna”; la organización de las floristas para no perder su territorio usurpado a los pies de la iglesia San Francisco y de los coqueteos políticos del alcalde y de doña Laura, la madre del urbanista Valenzuela.

Lo triste de esta historia es que este sismo artístico, de la más alta consideración, tuvo la mudez de los grandes medios de comunicación, del “mainstream” de la farándula nacional. La soberbia del menosprecio a lo popular pareciera importar más que un portonazo -que, aunque vienen a la baja- fuera más noticia que la alegría y la lucha territorial de las floristas de la Aguirre.

Este ejemplo, podría sumarse al de la intérprete chilota Pastora Alfonsina y su banda, que triunfó en el Festival chileno-argentino de la Patagonia, y que ha renovado la expresión musical de la isla, sin renunciar a los orígenes del cantar isleño. Sin embargo, este valioso logro no existe en nuestros medios de comunicación tradicionales y nacionales.

Lo mismo habría que decir del Teatro El Riel que estrena sus obras en los sectores populares con convocatorias de muchos asistentes y sin noticias en la prensa.

Lo mismo qué pasó con los miles de actos poéticos, obras de teatro, exposiciones, conversatorios, lanzamientos de libros, festivales de canto en la Conmemoración por los 50 años del Golpe.

No hubo territorio en el país en que no se izara la bandera del “¡Nunca más!”

El ninguneo mistraliano, que vive el país en sus medios de comunicación hacia las artes, es inmenso. ¿Por qué se ignora la soberanía cultural?

Y seguimos igual, seguimos…

Por eso duele la falta de convicción por el valor de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

En estas horas, en el Congreso se debate el Presupuesto de la nación.

¿Y las Culturas, las Artes y el Patrimonio?

Muy bien, gracias.

La voz oficial dice que se invertirá en más infraestructura, iniciando obras en al menos nueve comunas apartadas de los centros urbanos tradicionales, como Puqueldon, Lonquimay, Saavedra, El Carmen, Petorca, entre otras…dando énfasis en las bibliotecas públicas, mejorando los museos para que puedan abrir sus puertas de lunes a domingo. Gran cosa. Nueve comunas versus 345…Poca cosa.

Se aumenta de un 0,44 a un 0,47 el presupuesto del ministerio. Se espera que no se vuelva a decir que “es el aumento mayor de la historia de la inversión en Cultura”.

Se discuten los fondos culturales cuando, en el mismo momento, miles de trabajadores de la cultura llenan formularios imposibles, como si fuera una financiera o un banco solicitando un crédito, para que le editen un libro, financien una película, o una exposición, o una obra de teatro, como denunciara el recordado Francisco Brugnoli, artista visual y director del MAC.

¿Y el 1 % para Cultura prometido?… La Unesco recomienda un 3% del Presupuesto de cada país…

La quinta rueda, el vagón de cola, las Artes, viajan por la carretera de la dulce espera.

Sin embargo, las respuestas no están lejos. La soberanía cultural canta, escribe, actúa y baila. Las réplicas del terremoto valdiviano podrían dar las claves para que Luchín no sea frágil como un volantín y que el pueblo unido se reencuentre, como nos recuerda Sergio Ortega, en su vuelta a casa. En reconocer a los vecinos que cantan al perro Fortuna y que la Carmela no necesite llegar a la ciudad. A la soberanía de los vecinos valdivianos que entonan y hacen un Chile que se aplauda con las manos izquierdas y derechas. Al Teatro El Riel que recorre las estaciones de los trabajadores y pobladores. A Pastora Alfonsina que nos recuerda que “Soy del Sur”, defendiendo la identidad territorial, a pesar de que los medios de comunicación callan y ningunean.

Chile, los presupuestos y los políticos, deberían ser consecuentes con su historia cultural. Y asumir que es un país que sigue temblando y que hay terremotos.

También te puede interesar

6 comments

Federico Gana Johnson octubre 12, 2023 - 5:24 pm

Gran crónica Felipe! La verdad de las osas que le pasan a Chile, criticada con tu elegancia rabiosa. Muy bien informado, como siempre. Y la Cultura, esa familiar lejana que se prefiere olvidar por fea, mal genio y quejumbrosa, además de pobre y pedigüeña, cuando le van a hacer caso si es la única que que vale la pena? Te agradezco esta crónica, ojala lá ,la lean donde trabajan los que no leen pero se fotografían con un libro balo el brazo.

Reply
Enrique Fernández octubre 12, 2023 - 5:43 pm

Brillante y bien escrita esta columna de Felipe de la Parra. Su lectura nos deja una doble sensación de impotencia y esperanza. Esperanza, porque mientras haya periodistas con el autor de esta crónica, que reivindiquen el valor de la culsutura, querrá decir que no estamos tan mal.

Reply
Enrique Fernández octubre 12, 2023 - 5:47 pm

Brillante y bien escrita esta columna de Felipe de la Parra. Su lectura nos deja una doble sensación de impotencia y esperanza. Esperanza, porque mientras haya periodistas como el autor de esta crónica, que reivindiquen el valor de la cultura, querrá decir que no estamos tan mal.

Reply
Gabriela Meza octubre 12, 2023 - 6:22 pm

Gracias Felipe por esa magnífica crónica que nos habla de una cultura viva, aunque ignorada por los medios, pero que levanta cabeza a pesar del ignominioso silencio.

Reply
Isis octubre 28, 2023 - 10:22 am

Que buen comentario. Parece más destacable una noticia de un crimen que hacerlo con el arte y la cultura,verdadero alimento para el alma y que aportaría más en la formación de seres humanos

Reply
Sótero Apablaza Minchel marzo 9, 2024 - 9:34 pm

Estimado Felipe
Has puesto el dedo en la llaga.
Efectivamente la cultura es parte de nuestra soberanía y debemos cuidarla con tantos recursos como cuando se piensa en las catástrofes.
El abandono de este recurso humano es un delito de lesa humanidad, es una catástrofe.
Un país sin «el apoyo, reconocimiento, protección y desarrollo cultural» de sus nacionalidades que la componen, es un país que se está muriendo poco a poco, porque eso afecta directamente a sus fuerzas espirituales.
Brillante crónica. Felicitaciones.

Reply

Deja un comentario