“POESÍA CONTINUA 1966-2017” de Waldo Rojas, es una de las presentaciones que destaca en la Feria Internacional del Libro que, en su 38 versión, tiene lugar en la Estación Mapocho, hasta el 11 de noviembre.
Waldo Rojas, con su pluma retórica, aguda, reflexiva, es una de las que sobresale de la llamada Generación del 60, cuya rica proyección colectiva en Chile fue interrumpida, brutalmente, por el golpe de estado de 1973. Obligado al exilio temprano, reside en Francia, pero su poesía – marcada tempranamente, en su niñez en Concepción, por la presencia del agua y el impacto del mar – es un continuo que indaga, desafía y cuestiona la condición humana, desde la memoria y el desacomodo permanente.
Activo participante de la rica experiencia colectiva de una generación de creadores, sensible a los grandes cambios en la humanidad, desde los años sesenta, asumía el desafío creativo, absorviendo el legado diverso y genial de antecesores como Pablo Neruda, Nicanor Parra y Gonzalo Rojas.
Su larga residencia en Francia no lo alejó de su chilenidad y su estrecha amistad con Raúl Ruiz, aporta una señal más de esa pertenencia que proyecta en su creación, con cercanía a la estrecha franja de tierra a la que viaja continuamente, involucrado en desafíos, como la publicación de su “Poesía Continua” y otros, que hacen más extensa e intensa su actual permanencia en Chile.
“Poesía Continua 1996-2017”, incluye siete poemas como adelanto de un próximo libro. Entre ellos destaca “ Ad Kalendas Graecas” que dedica a Valeria Sarmiento”( la cineasta, viuda de Raúl Ruiz) “nuestra compañera de viaje”
Lo de continua en su poesía tiene señales evidentes de esas permanente presencia, cualquiera sea el continente, del mar. Se puede percibir en “Islas” (Travesía del Mar Egeo) de su creación de 2017, en “Rotterdam” de fines de los setenta, ó en “Acuarium” de su joven poesía de 1971 en Chile.
De “El Puente Oculto”(1976-1980), se lee “Epitafio a un Tirano”( Paráfrisis de Juvenal, con perdón del perro del epitafio latino)
Perro de mal augurio, nunquam non latravit inepte,
ladraste hasta la sombra de tu madre,
diezmaste el rebaño y la jauría.
Callas ahora porque muerdes la tierra boca arriba
y vil presa eres del aullido de los miedos
que sembrabas.
En ésta tu noche térrea, ah, guardián de carne muerta,
no sabes cómo velar ya tus cenizas