La Moneda tiene buenas razones para celebrar. Algo que no ocurría desde hace bastante tiempo. Prácticamente desde el plebiscito de entrada el proceso constituyente. Cuando casi el 80 % de los chilenos y chilenas se pronunciaron por una nueva Constitución redactada por una convención, con miembros íntegramente elegidos, de manera paritaria y con representantes de las etnias originarias. Su proceso de instalación se plagó de problemas y errores no forzados. La pandemia no termina por remitir. La inflación golpea duramente, deteriorando el poder adquisitivo de los hogares y los índices de criminalidad y violencia siguen al alza.
El triunfo del rechazo fue un duro golpe para el oficialismo. La derecha actúa como si el triunfo le perteneciera intentando forzarla como una mayoría política en contra del gobierno. Y la experiencia de un gobierno apoyado por dos coaliciones no ha estado exenta de dificultades y tensiones.
En este complejo escenario, la elección del diputado Vlado Mirosevic como nuevo presidente de la cámara de diputados constituyen todo un logro para el oficialismo y una dura derrota para la derecha, que armara toda una operación para vetar a la diputada comunista Karol Cariola, a quien le correspondía asumir la presidencia según el acuerdo de administración suscrito al inicio del actual período legislativo, y poner en su reemplazo a un representante de la oposición.
El pan se les quemó en la puerta del horno de una manera inesperada. Tres diputados del Partido de la gente (PDG), rompiendo el acuerdo suscrito con Chile Vamos, decidieron votar por el candidato del oficialismo y otro tanto hicieron cuatro parlamentarios de la DC, pese a que, en una maniobra de última hora, la derecha decidiera reemplazar la candidatura de Víctor Pino, subjefe de la bancada del PDG, por la de Miguel Ángel Calisto, diputado disidente de la DC, buscando fidelizar los votos de la bancada de ese partido.
Todo un triunfo para el oficialismo y el equipo político de La Moneda fue impedir que la oposición controle ambas cámaras en el próximo período legislativo (Juan Antonio Coloma asumirá la presidencia del Senado el próximo mes de marzo) lo que habría acentuado las complicaciones de su agenda legislativa y dejó en evidencia las dificultades de la derecha para sumar la diversidad de los sectores que optaron por el rechazo en una mayoría opositora al gobierno.
Los coletazos de la derrota no se han dejado esperar, teniendo como epicentro al PDG, virtualmente fracturado, con expulsiones de por medio y sanciones fuertemente resistidas por los disidentes, así como en la DC que el próximo domingo enfrenta una trascendente Junta Nacional, que podría formalizar un quiebre que se ha venido produciendo en los hechos. Pero no es del todo evidente que todos los disidentes que aún permanecen en el PDC opten por la renuncia al partido, especialmente algunos diputados que piensan en una futura reelección. La duda es si acatarán los acuerdos de una mayoría que podría llevar a la falange a sumarse al oficialismo.
No es que se puedan sacar cuentas excesivamente alegres de esta victoria circunstancial y pensar que el gobierno pueda contar con una mayoría parlamentaria estable para apoyar su agenda legislativa. Pero es una demostración que se pueden construir mayorías circunstanciales y de geometría variable para diversos temas, como las reformas tributaria y previsional, la nueva agenda de seguridad pública y otras. Todo depende de la gestión política y comunicacional que pueda desarrollar el gobierno no tan sólo con el parlamento sino también de cara a la opinión pública.
Dos coaliciones y una alianza de gobierno
El cónclave oficialista convocado por el gobierno el pasado domingo estuvo precedido por las evidentes tensiones entre sus dos coaliciones, con resentimientos mutuos por pretensiones hegemónicas para condicionar el programa del presidente Boric. Sin embargo, nada de aquello frustró el intento de un giro unitario. Tanto el discurso inaugural del mandatario, como las intervenciones de la ministra Carolina Tohá y Ana Lya Uriarte. contribuyeron a disipar los fantasmas, desdramatizaron las diferencias y pusieron una nota de realismo al encuentro. Más allá de las obvias diferencias, reconocidas como legítimas, la unidad y cohesión oficialista se asumió como un requisito de subsistencia no tan sólo para el gobierno sino para el futuro del progresismo. A fin de cuentas, como un mensaje subliminal, primó el realista criterio colectivo de nos salvamos juntos o no se salva nadie.
Por aquello se ha coincidido en valorarlo como un buen cónclave, sin ignorar los tropiezos y dificultades que lo precedieron el acento estuvo marcado en la necesaria unidad en la acción, con la fórmula de dos coaliciones y una alianza de gobierno, bajo el liderazgo presidencial.
Este no es el primer gobierno que enfrenta dificultades en sus primeros meses de gestión. Es cosa de imaginar los problemas que debió enfrentar el gobierno de Patricio Aylwin al inicio de la transición. O Eduardo Frei con la crisis económica. Ricardo Lagos, como primer presidente socialista después de Salvador Allende y los gobiernos de Michelle Bachelet, para no mencionar las tensiones evidentes durante las disímiles administraciones de Sebastián Piñera.
Y tampoco es el único gobierno que no cuenta con mayoría parlamentaria. En estricto rigor, ni Aylwin, ni Lagos ni tampoco Michelle Bachelet tuvieron esa ventaja, excepto la mandataria que tuvo una mayoría nominal, sumamente inestable y evidentes dificultades para ejercerla.
Lo verdaderamente relevante, como quedara de manifiesto en el cónclave oficialista, es tener claro los objetivos de corto, mediano y largo plaza, asumiendo las urgencias del presente y los desafíos de futuro, estableciendo claramente las prioridades y una estrategia que permita avanzar, de manera gradual pero sostenida, para concretar un legado que otorgue el sentido a su gestión.
Tres pilares se incorporan como principales prioridades en la agenda gubernamental tras el cónclave. La seguridad pública, con una reforzada agenda sobre la materia, la seguridad social, en donde cobra especial trascendencia la reforma del sistema previsional, la reforma de la salud y un sistema nacional de cuidados, así como la seguridad económica, que incluye la defensa del poder adquisitivo de la población y la recuperación de los empleos.
Economía: ¿una luz al final del túnel?
Para redondear una semana favorable, el gobierno recibió una buena noticia en el terreno económico. El IPC fue menor a los proyectado por el mercado (0.5 %), que bien podría marcar tendencia para los próximos meses. Recibida con cierto optimismo por el mercado permitiría visualizar una luz al final del túnel, aunque ciertamente no justificaría abrir la champaña o cantar victoria.
Menos cuando el alto costo de la vida impacta severamente a los sectores de menores ingresos. Ad portas del debate acerca del reajuste de salarios, los trabajadores del sector público han demandado un 15 %, que pudiera parecer una cifra exagerada teniendo a la vista la crisis económica, pero no muy lejana de la inflación registrada en el período.
Síntesis de la participación de alianza de gobierno en el cónclave
Los partidos oficialistas sabemos que existen urgencias sociales. Y que hay un escenario económico internacional desfavorable, que nos afecta, que hace priorizar materias.
Sabemos que no tenemos mayorías en el Congreso y que debemos esforzarnos para trabajar en ampliar nuestra base y poder lograr que los proyectos de ley avancen y se aprueben. Ello en beneficio de millones de chilenos y chilenas.
Son ellos y ellas que esperan mucho de nosotros y de nuestro gobierno.
Las graves y urgentes necesidades de la ciudadanía, especialmente, en materia de seguridad ciudadana y económica, no pueden esperar. Chile no puede esperar más. Y no debemos jamás olvidar que trabajamos para nuestro pueblo, como lo dijo nuestro Presidente.
Ambas coaliciones somos distintas, pero tenemos un horizonte común: queremos que, al término de nuestro gobierno, Chile sea un mejor país. Y no sólo con mejores indicadores, sino más igualitario, feliz y solidario. Un país más unido y fraterno.
Por ello mejoraremos nuestra coordinación interna como coaliciones de gobierno y adoptaremos las siguientes medidas inmediatamente:
1.- Constituirnos ambas coaliciones en una alianza de gobierno, que funcione orgánicamente con una vocería única y rotativa. Con reuniones de los partidos de la alianza semanalmente en Santiago y en todas las regiones, además de las coordinaciones permanentes de las bancadas parlamentarias.
2.- Enfrentar con la mayor unidad las contiendas electorales y que los Secretario/as Generales inicien una mesa de trabajo para ello.
3.-Continuar, en unidad, con la habilitación de un proceso constituyente. Asimismo, implementar o participar unitariamente de mesas de trabajo amplias, más allá de la alianza de gobierno, para materias urgentes: seguridad, economía, salud, educación, vivienda.
Apoyaremos las decisiones del Presidente. Sabemos que hay decisiones difíciles, que hay momentos duros, que habrá que priorizar y unirnos para avanzar. Por eso, y siempre pensando en nuestra gente, apoyaremos lealmente al Presidente y al proyecto político que él lidera.
Confiamos en la ruta trazada hoy y haremos los esfuerzos necesarios para implementarla. Chile espera mucho de nuestro gobierno, de nuestros partidos y es nuestro deber no defraudar a nuestro pueblo.
Tenemos fe en Chile y su destino.
Viña del Mar, 6 de noviembre de 2022.
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