El ministro Bellolio pronosticó que en las próximas elecciones su sector obtendría un triunfo de 3 por cero de la oposición (las elecciones son cuatro), pero lo que no dijo es que buena parte de esa hipotética victoria es gracias al generoso subsidio de la oposición y de los independientes. Y que le derecha no es mayoría en el país.
A escasos treinta días de las votaciones aún se discute si, dada las condiciones sanitarias y la complejidad de cuatro elecciones simultaneas (gobernadores regionales, alcaldes, concejales y miembros de la convención constituyente), se realizarán en dos días consecutivos o se mantendrán en una sola jornada. La comisión mixta del parlamento aprobó por amplia mayoría la alternativa de realizar la elección en dos días consecutivos, que asegura una mayor participación y ahora habrá que esperar su ratificación por ambas cámaras.
Proyecciones electorales (ver recuadro) señalan que el oficialismo, con cerca de un 32 % de los votos, alcanzaría una sobre representación de un 43,4 % de los miembros de la comisión constituyente, sin considerar los 17 escaños reservados a los pueblos originarios. Ello implica que la derecha tendría un poder de veto sobre los acuerdos, pero no es el único sector que podría ejercerlo. También la oposición, que unida sumaria el 60 % de los miembros, tendría idéntico poder. Un poder que es necesario imaginar con mesura, asumiendo que en todas aquellas materias en que no se alcance acuerdo deberán ser resueltas por el futuro parlamento, con los evidentes riesgos que aquello implica.
Según estas proyecciones, la lista del apruebo, que reúne a los partidos de la Unidad Constituyente más el Partido Liberal, se convertiría en la segunda fuerza política en la convención con un 25, 1 % de los votos y 44 miembros electos, seguidos por la lista del PC, frente regionalista verde, RD, convergencia Social, Comunes, Igualdad y Acción Humanista, con un 17,6 % de los votos y 27 miembros electos.
Una interrogante abierta es cuantos independientes estarán representados en la convención. Su dispersión en 88 listas no augura una masiva representación, pese a que podrían reunir un numero apreciable de votos, que no se suman para asegurar cupos en la convención. Esta dispersión favorece principalmente a la derecha, aunque marginalmente pudiera favorecer a algunos de los pactos partidarios, que sí suman sus preferencias.
Lo que resulta más que evidente es que los diversos sectores políticos e independientes que estarán representados en la convención constituyente tendrán una dura tarea a la hora de elaborar un texto que concite consensos mayoritarios, con serio riesgo para el proceso, cuya consecución final deberá ser asumida por el futuro parlamento.
La elección de gobernadores regionales, alcaldes y concejales
Aun no se conocen proyecciones acerca de la elección de gobernadores regionales, alcaldes y concejales, pero todo indica que el oficialismo se vería una vez mas favorecido por la dispersión opositora, permitiéndole ganar la mayoría de las gobernaciones regionales y alcaldías (elecciones unipersonales) aunque con mayor disputa en la elección de concejales (de carácter proporcional).
Una elección emblemática se librará en la región metropolitana, en donde, según la candidata oficialista a gobernadora regional, el sector político que triunfe ganaría la elección presidencial del mes de noviembre. Una apuesta arriesgada teniendo a la vista el holgado triunfo de Claudio Orrego en las primarias realizadas por la Unidad Constituyente, con mas de 260.000 votos, en abierto contraste con los cerca de 45.000 votos con los que se impuso Catalina Parot como la candidata única de la derecha pero no menos calculada, teniendo a la vista que Orrego cosechó una apreciable cantidad de votos de “independientes” de derecha en las comunas del barrio alto que, muy probablemente, en la elección de abril retornarán a la candidata de la derecha y que debe enfrentar la competencia de la candidata del Frente Amplio, Karina Oliva (Comunes), que se impusiera a Sebastián De Polo (RD), en las internas de su sector. En una trabajada foto, Catalina Parot logro reunir en una misma mesa a los precandidatos presidenciales de Chile Vamos, reforzando el carácter emblemático de la elección de gobernador (a) regional de la capital. Algo tendrá que aportar en cierta confusión en la derecha la opción republicana de Rojo Edwards.
Todo apunta a que la derecha, con algo más de un tercio del electorado, que corresponde a la cifra histórica que ha mantenido desde el retorno a la democracia, puede imponerse a una oposición dividida y fragmentada, que hoy no muestra condiciones para superar sus diferencias y unirse en la diversidad en torno a mínimos comunes.
El nuevo mapa político y las elecciones presidenciales y parlamentarias
Las elecciones de abril dibujarán un nuevo mapa político en el país que no necesariamente reproducirán los clásicos tres tercios en que se dividía la política nacional hasta el golpe de Estado de 1973. La derecha debe asumir la expansión de un sector disidente en su extremo, representado por José Antonio Kast y los republicanos, pese a lo cual, más allá de sus diferencias, consiguen históricamente mantener la unidad del sector, en tanto que la oposición aparece dividida en dos bloques, además de los sectores humanistas y diversas expresiones de la izquierda extraparlamentaria, evidenciando una compleja fragmentación
A la hora de analizar el nuevo mapa político en el país resultará relevante el resultado a nivel de concejales, una elección de carácter proporcional que mide la fuerza de cada uno de los partidos y todo apunta a que la oposición, en su más amplia diversidad, tendrá mayoría en los concejos municipales, aunque el alcalde pueda ser de derecha. Y algo similar podría ocurrir con la elección parlamentaria, que coincide con la presidencial. Puede ganar la derecha la presidencia, pero muy difícilmente el parlamento.
La llamada Unidad Constituyente, conformada por la DC, el PS, el PPD, el PRSD, PRO, Ciudadanos y los sectores desgajados del Frente Amplo (liberales y disidentes de RD), aún deben demostrar que tiene condiciones para constituirse en un bloque consistente y levantar un único candidato (a) presidencial. Sectores del PPD, desconociendo el acuerdo de levantar un candidato único con el PS, hoy cuestionan la posibilidad de realizar primarias que incluyan a la DC, sosteniendo que ello implicaría revivir la fenecida Concertación. Un fantasma con la potencialidad de dinamitar el acuerdo para realizar primarias al interior de la Unidad Constituyente y levantar una candidatura única, en tanto que otros sectores plantean la posibilidad de llevar su candidatura a esas primarias, desechando levantar un candidato (a) único.
El tema no es menor. Dice relación con la política de alanzas al interior del bloque mayoritario hoy en la oposición y la relación entre el centro, representado por la DC y la izquierda de inspiración socialista y democrática, como gusta definirse. Nadie y menos el PS o el PPD, propone reeditar la antigua Concertación, más allá del juicio acerca de su legado. Con sus luces y sombras es un proceso agotado, que hoy no es capaz de asumir la diversidad del progresismo y construir una coalición de mayorías como la que requiere el país, pero la mayoría de los integrantes de la Unidad Constituyente (que hoy es más que la antigua Concertación) asume que el centro político es un terreno en disputa con la derecha y que la Democracia Cristiana mayoritariamente es un partido de centro izquierda, necesario para construir esas mayorías, al igual como lo es cada uno de sus partidos integrantes, además de otros sectores que deberían ser sumados a este esfuerzo por disputar mayorías.
No sería tan dramático que el PPD resolviera llevar su candidato a las primarias del sector, desechando la posibilidad de levantar una candidatura con el PS, excepto porque ello inviabiliza avanzar en el corto o mediano plazo en una convergencia de los partidos de inspiración social demócrata. Lo verdaderamente grave sería que finalmente estos sectores resolvieran aislar a la DC y levantar un candidato propio, para buscar acuerdos luego de la primera ronda presidencial. Ello implica la ruptura de la Unidad Constituyente, anticipa una derrota y contribuye al proceso de desintegración que hoy se vive en la oposición.
El punto de partida de la carrera presidencial
Los resultados de las próximas elecciones marcarán la hora de la verdad para las diversas coaliciones políticas. La derecha aun debe resolver la forma para las disputas por el liderazgo, que aun mantiene en carrera a Joaquín Lavín y Evelyn Matthei, ambos militantes de la UDI, junto a Mario Desbordes, Briones y Sichel, asumiendo que José Antonio Kast llevará su postulación a primera vuelta.
Por su parte el Frente Amplio debe designar un candidato o candidata para competir por la nominación presidencial al interior de Chile Digno. Diversos sectores proponen la candidatura del diputado Gabriel Boric para competir con Daniel Jadue, aunque ello implica renunciar a la posibilidad de postularse como senador por su región, con el riesgo de ser derrotado en las primarias de su sector.
Algo parecido sucede al interior de la Unidad Constituyente. La DC ha reafirmado su disposición para concurrir a primarias, idealmente entre todos los precandidatos y candidatas, en tanto que subsisten las dudas e indecisiones al interior del PPD sobre sus mejores opciones.
Un dato a tener en cuenta es que ninguno de los postulantes (as) logra marcar mucho en las encuestas y todos (as) aparecen superados no tan solo por los candidatos (as) de la derecha sino también por el candidato del PC y Pamela Jiles.
Paula Narváez, la candidata proclamada sin oposición en el PS, es una novedad y promesa para un liderazgo femenino, joven y renovado, adecuado a las nuevas exigencias de credibilidad, pero con escaso tiempo para validarlo y ganar adhesiones que superen las fronteras partidarias y marcar en las encuestas.
Es verdad que las elecciones no se ganan con encuestas, sino que con votos y que el escenario presidencial no termina por configurarse, pero es preciso asumir que no queda mucho tiempo y que las votaciones del mes de abril marcarán el verdadero punto de partida de la carrera presidencial y el momento de definiciones en materia de política de alianzas y candidaturas reales.
Con toda seguridad llegarán a la primera vuelta presidencial al menos dos candidatos de la derecha (Chile Vamos y Republicanos), Idealmente un (a) candidato de la Unidad Constituyente (si logran resolver el impase con el PPD), un aspirante de Chile Digno y el Frente Amplio, la candidata Humanista, además de dos o tres outsiders, que nunca faltan.
Y hasta hoy parece evidente, en este escenario de dispersión opositora, que la derecha tiene la mejor opción para proyectarse a futuro con un gobierno sin mayoría parlamentaria, reproduciendo el actual escenario. Agravado por la profunda crisis social que vive el país.