Los desafíos de López Obrador

por La Nueva Mirada

Por Luis Maira.

Un rasgo que sobresale al examinar el régimen político de México en una perspectiva comparativa frente al resto de la región es su estabilidad. La historia contemporánea del país arranca con la masiva insurrección producida en noviembre de 1910 contra el prolongado gobierno del General Porfirio Díaz, que originó la Revolución Mexicana que ellos califican como “la primera revolución social del siglo XX”.

Hay que decir que el tiempo de la alternancia no cambió nada. Ni se intentó una seria reforma política, ni se alteró la situación económica y social para introducir enmiendas que modernizaran e hicieran más equitativa la sociedad. Solo produjo un agravamiento de muchos vicios y defectos de la política mexicana: una generalización de la corrupción, la agudización del crimen organizado, la expansión del control y violencia ejercido por el narcotráfico y un aumento desmesurado de la desigualdad, extendida por todo su territorio.

En verdad, dicho proceso tuvo un alto costo social – llevó a la pérdida de más de 600 mil vidas en las dos décadas siguientes – pero su horizonte de cambios políticos y económicos profundos fue poco durable. Luego del trágico final del Presidente Francisco Madero, asesinado junto a su Vicepresidente Pino Suárez, en febrero de 1913, se abre una etapa de lucha y enfrentamiento en que se van sucediendo en el poder los líderes no radicales de dicho proceso, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón y, finalmente, Plutarco Elías Calles, quedando en el camino los luchadores populares Emiliano Zapata y Francisco Villa. Así nace, bajo la inspiración de Calles el concepto de una “Revolución Institucional”, que le asegura al PRI 70 años de una continuidad gubernativa en que el sistema político cambia poco y las exigencias puntuales se acomodan mediante varios centenares de Enmiendas Constitucionales a la Constitución de 1917.

Los ajustes de dicho modelo vendrán tardíamente, cuando ya se sentían con fuerza factores de crisis. El primero en 1988 con una abierta vulneración del veredicto electoral que desplaza al ganador de los comicios, Cuauhtémoc Cárdenas, para posibilitar la continuidad del sistema con Carlos Salinas de Gortari. Esto solo posterga la alternancia en el poder que resultará incontenible en la elección de julio del 2000, llevando al poder a Vicente Fox y al Partido de Acción Nacional, PAN, una fuerza de derecha, que luego tendrá continuidad en la gestión siguiente de Felipe Calderón. El desastre de la guerra contra el narcotráfico, permitió al PRI recuperar el control del país con el Presidente Enrique Peña-Nieto en 2012.

La figura de Andrés Manuel López Obrador emerge y crece como el gran crítico de todas esas lacras en base a la promesa de un gobierno que restablezca los espacios de la decencia y el mérito.

Hay que decir que el tiempo de la alternancia no cambió nada. Ni se intentó una seria reforma política, ni se alteró la situación económica y social para introducir enmiendas que  la modernizaran e hicieran más equitativa. Solo produjo un agravamiento de muchos vicios y defectos de la política mexicana: una generalización de la corrupción, la agudización del crimen organizado, la expansión del control y violencia ejercido por el narcotráfico y un aumento desmesurado de la desigualdad, extendida por todo su territorio.

La figura de Andrés Manuel López Obrador emerge y crece como el gran crítico de todas esas lacras en base a la promesa de un gobierno que restablezca los espacios de la decencia y el mérito. Formado al interior del PRI, en la corriente del “nacionalismo revolucionario”, su ideario sigue ligado a la figura del General Lázaro Cárdenas y a los cambios que este impulsó, en los años 30, como la distribución masiva de tierras y la nacionalización del petróleo. Progresista, pero alejado de las visiones más ortodoxas de la izquierda, López Obrador ha concentrado todos estos años sus energías en la política doméstica mexicana, mostrando poca preocupación por los procesos internacionales y la política exterior. Virtual vencedor de la elección de 2006, que oficialmente perdió por solo cinco décimas, mantuvo imperturbable su candidatura de denuncia, que encontró una perspectiva de triunfo por el “hartazgo” que los mexicanos explicaron como el fundamento de su voto en la elección presidencial de 2018. Para lograr el poder, AMLO, como se le conoce, produjo la implosión del sistema de partidos, haciendo que el PRI, que hace 30 años lo controlaba todo, eligiera apenas 47 de 500 diputados y 13 de 128 senadores, en tanto el PAN lograba 78 y 23, respectivamente. Así, hoy llega el poder con mayoría absoluta en ambas ramas del Congreso, más el respaldo de un grupo importante de expertos y conocedores de las políticas públicas que no lo habían acompañado en sus intentos previos. Su respaldo institucional en este terreno, sin embargo, no aparece tan sólido, pues su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), cuenta con solo tres años y medio de existencia y no ha alcanzado aún una organización y funcionamiento maduros.

La principal interrogante de su gestión, por ahora, reside en si podrá realizar un trabajo que lleve al reconocimiento de su honradez personal y espíritu de trabajo, hasta un punto que sume el aprecio por los resultados económicos y políticos de su labor.

El gobierno de López Obrador, carecerá de una oposición estructurada y numéricamente significativa, pero deberá afrontar el escepticismo y, en muchos casos, el desacuerdo, de significativos sectores sociales independientes que lo consideran más un caudillo político que un estadista y más alguien inspirado en el nacionalismo populista que en la consideración seria de los intereses de México (una prueba elocuente de esto ha sido la amplia reacción social negativa a su cancelación del proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de Ciudad de México).

La principal interrogante de su gestión, por ahora, reside en si podrá realizar un trabajo que lleve al reconocimiento de su honradez personal y espíritu de trabajo, hasta un punto que sume el aprecio por los resultados económicos y políticos de su labor.

México ya no es un exportador de mano de obra indocumentada hacia Estados Unidos. Este tema ahora se concentra en el Triángulo del Norte centroamericano, por lo que no debiera tener con Washington el tipo de desencuentros que tanto debilitó al gobierno del PRI.

Un campo especialmente abierto a la observación tendrá que ser el de su futura política exterior. En primer lugar, están las relaciones de México con Estados Unidos y el PresidenteTrump, tan llena de debilidades en la gestión de Peña Nieto. Es importante considerar que tanto AMLO como Trump son figuras políticas “antisistema”. Adicionalmente, López Obrador tiene un punto de ventaja en el tema migratorio que obsesiona al titular de la Casa Blanca y es su política de generar programas productivos y de empleo en México que eviten la migración en búsqueda del “sueño americano”. Esto es algo que, cuantitativamente, viene ya bajando desde el año 2009; México ya no es un exportador de mano de obra indocumentada hacia Estados Unidos. Este tema ahora se concentra en el Triángulo del Norte centroamericano, por lo que no debiera tener con Washington el tipo de desencuentros que tanto debilitó al gobierno del PRI. Tampoco cabe esperar en el plano internacional una intensificación de otras relaciones, incluyendo las de América Latina, donde la reciente victoria de Bolsonaro en Brasil y el desmoronamiento de las experiencias de Venezuela y Nicaragua no dejan espacio para nuevas alianzas y solo permiten esperar una política de rechazo de las intervenciones armadas, algo establecido de antiguo por la diplomacia mexicana.

En una hora muy opaca para la política latinoamericana, un principio de recuperación frente a la corrupción y la violencia puede resultar esperanzador y ese es el umbral en que se va a decidir la gestión del Presidente Andrés Manuel López Obrador.

La suerte política de López Obrador se decidirá, por lo mismo, fundamentalmente en el ámbito doméstico y, muchas veces, regional, donde su pasión por el trabajo en terreno y los vínculos directos pueden ayudarlo. El resto dependerá de su capacidad para mejorar, incluso ligeramente, los más graves indicadores que han dañado el destino de su país. En una hora muy opaca para la política latinoamericana, un principio de recuperación frente a la corrupción y la violencia puede resultar esperanzador y ese es el umbral en que se va a decidir la gestión del Presidente Andrés Manuel López Obrador.

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