Desde hace largo tiempo los sectores más reaccionarios han acusado a los políticos (que no sean los de ellos por supuesto) de politiquería, en especial cuando sus intereses se ven amenazados por propuestas reformadoras.
Este discurso marcadamente ideológico fue usado hasta el agotamiento por la dictadura (los “señores políticos” vociferaba Pinochet), entre otras cosas con el propósito de validar la ilegalización y represión criminal contra los partidos opositores y sus dirigentes.
Así, los partidos de izquierda y centro- izquierda fueron proscritos; sus dirigentes y militantes encarcelados, asesinados, exiliados y sus bienes expropiados. Se confiscaron los medios de prensa de la izquierda y se restringió el derecho de opinión con excepción de políticos de derecha incondicionales. Y todo aquello y mucho más en nombre de poner fin a los “señores políticos” y “la politiquería”.
En rigor se puede hablar de distinta clase de políticos. Entre ellos, los que aún defienden a la dictadura y su herencia; aquellos que asumen minoritarios intereses económicos y además un sector que postula iniciativas demagógicas, incluidos los que ganan pantallas con ruidos faranduleros.
Sería ceguera no distinguir que en diversos grupos de derecha, centro e izquierda hay políticos honestos en su comportamiento cívico más allá de legítimas diferencias. En suma, aquellos que no requieren someterse cotidianamente a “lecciones de ética”.
Más allá de disquisiciones moralistas lo que interroga a los políticos es la urgente demanda de salida a una crisis mayor que golpea a las grandes mayorías y que no encuentran respuestas sólidas que las convoquen en una apuesta de futuro.
En este escenario crítico la centro – izquierda y la izquierda aún aparecen al debe, facilitando el camino al “populismo” con expresiones diversas como Joaquín Lavín- fiel adherente de la dictadura que ahora se postula como “socialdemócrata” – o el pseudo izquierdismo de Pamela Jiles.
En un escenario de esas características parece jugar a su favor la proliferación de candidaturas en el ámbito de la llamada centro- izquierda con la pretensión de multiplicar sus opciones de competencia por constituyentes, concejales, alcaldes y parlamentarios.
Con su histórico pragmatismo para hacer de tripas corazón la derecha, pese a sus tremendos ruidos internos, puede sacar dividendos desde su debilidad gracias al fraccionamiento de la centro- izquierda. Con limitado tiempo para enmendar el rumbo, la ocasión es más que propicia para que los medios de comunicación (abrumadoramente controlados por la derecha) animen la conducta mediática de Pamela Jiles (carente de base programática y apoyos organizados para una opción presidencial) con todas las derivaciones limítrofes de su espectáculo permanente.
Con razón el diputado liberal Vlado Mirosevic advirtió: “Con los populismos ni a misa. Ni con José Antonio Kast en la derecha ni con Pamela Jiles a la izquierda”, acentuando, ante CNN, que ellos “son dos caras de una misma moneda y de la que no somos partidarios para abrirle la puerta a ese tipo de liderazgos”