¿Qué hay detrás de una foto? ¿Por qué aparece? ¿Por qué nos gusta? Proveniente de una familia de terratenientes, el científico que creó los registros fotográficos buscaba pintar con luz, traspasar su mirada a una estructura sólida. El asunto no fue fácil y, lamentablemente, ni él ni sus herederos pudieron gozar de los beneficios de su invento.
Para mí no existe nada más noble que la fotografía. Buscar los espacios, manejar la luz, construir un momento en una imagen son instantes de reflexión impagables. Soy un eterno aficionado a la fotografía. Desde niño utilizaba cámaras automáticas en viajes, paseos. Recuerdo una de plástico con la forma del Oso Yogui y otra con la cara de Pedro Picapiedra. En la universidad aprendí a tomar y a revelar fotos en blanco y negro en un laboratorio. No me gustaba mucho medir los tiempos de exposición, la luz, los diafragmas. Mi delirio estaba en la profundidad de campo, en los objetos, el enfoque, los encuadres, en pensar primero las fotos con los ojos y después tomarlas. Posteriormente apareció en mi vida la Lomografía, un estilo original con cámaras automáticas análogas de origen ruso que cuadraban perfecto con mis intereses: “Solo dispara” era el lema. Y seguí hasta el día de hoy explorando con otras cámaras lomo, réflex y celular, retratando por gusto, pasión y trabajo. Instalando las fotos como protagonistas más que como un complemento ¿Qué tiene que ver todo esto con el origen de la fotografía? Mucho porque gracias al invento de Joseph Nicéphore Niépce apareció el registro de la foto, de la imagen. Nacido en la región francesa de Borgoña en 1765, proveniente de una familia de terratenientes, el inventor tomó la ciencia como forma de vida y, antes de trabajar en los orígenes de la fotografía, creó un motor de combustión interna destinado a la propulsión de embarcaciones.
Niépce, inquieto, quiso pintar con luz, traspasar lo que veía a una estructura sólida, conocida y se encerró en una pieza a proyectar formas que creaban una realidad similar a la que él puede ver. Su intención fue fijar lo que muestran las sombras y utilizó sales de plata, sensibles a la luz. A través de la aleación de diversos metales fijó las imágenes y en 1816 obtuvo los primeros registros de la historia. No existe una evidencia tangible de estas imágenes, pero Niépce, cual científico loco, siguió perfeccionando el procedimiento y lo bautizó como heliografía (helios: sol; grafía: escritura).
De esta forma nació la primera fotografía del mundo llamada “Punto de vista desde la ventana de Gras”. Era 1826 y su inventor ocupó ocho horas de exposición y asfalto natural sobre peltre para imprimir la imagen. La calidad no fue la mejor comparada con otras fotos que se hicieron después, pero es el primer antecedente que se tiene de una fotografía.
Louis Daguerre (1787 – 1851), pintor, por su parte, había inventado el diorama, una creación óptica para dar sensación de profundidad a una escena a través de la distribución de los objetos en una maqueta, ligada a expositores o decorados teatrales. Daguerre, al igual que Niépce, exploró con la cámara oscura y utilizó juegos de luces para bajar los costos de sus pinturas. Siluetas y teatros de sombras proyectaban formas que le permitían fijar imágenes, ofreciendo una solución rápida para sus necesidades.
Daguerre conoció a Niépce en 1827 y se asociaron. Dos años después firmaron un contrato donde se reconoce al borgoñés como el inventor de las fotografías.
La teleserie comenzó cuando muere Niépce en 1833. Daguerre se aprovechó de la situación y cambió el contrato, adjudicándose él la invención del proceso fotográfico, dándole los derechos de explotación al hijo de Niépce. Posteriormente, Daguerre sacó ventaja de la vulnerabilidad de la familia de Niépce y firmó otro contrato donde se quedó con toda la invención de la fotografía, llamándola daguerrotipo.
Daguerre presentó el daguerrotipo en 1839 como su gran invento. El proceso de Niépce lo mejoró con un soporte cobre con un revestimiento de plata y vapores de mercurio para sensibilizar las placas. Obtuvo el apoyo del gobierno de Francia. De ahí en adelante el invento logró una gran popularidad y apareció la primera cámara. El proceso nunca más se detuvo.
No puedo negar el valor creativo de Daguerre, a quién tenía en muy alta consideración cuando vi algunos de sus retratos de pintores y poetas en el Museo de Bellas Artes de Santiago. En ese momento desconocía su historia con Niépce. A pesar de su talento, no hay que dejar pasar que su éxito se debió a una avivada descomunal, muy parecida a la que constantemente hacen miles de empresarios abusadores todos los días.
De todas formas, dejando los resquemores de lado, gracias a estos inventores, precursores de la historia y a muchos más, se fue perfeccionando y masificando el uso de la fotografía. Hoy en día cualquiera con un poco de intención y buen pulso puede tomar un celular o una cámara y en segundos retratar y difundir, de manera exponencial, lo que quiere, busca o necesita. La disyuntiva se encuentra en la instantaneidad o en la reflexión tras la cámara. El ángulo perfecto. El amor por lo que se hace. El arte de mirar y esconder. El antiguo y poderoso secreto de la imagen latente. La gratificante poesía que queda en el alma después del disparo, del clásico “click”. Cuando todo termina o empieza y nace una foto.